Cuando alcanzamos la gran Babilonia al atardecer, un amable y hospitalario guardian del célebre complejo, Maki, nos permite acampar a las puertas de la cuna de la civilización mesopotámica. Un honor y una gran emoción meternos en la cama y al cerrar la ventana divisar las gradas del teatro babilónico.
La UNESCO no estaba muy a favor de convertirla en Patrimonio de la Humanidad, debido a la muy controvertida restauración que se llevó a cabo bajo el gobierno de Sadam Husein. Pero no podían obviar el irrebatible hecho de que además de ser una de las ciudades más importantes de la antigüedad, suma muchos argumentos a su favor para recibir el honorable reconocimiento que por fin obtuvo en 2019.
El león de Babilonia, símbolo mesopotámico y de Irak.
Babilonia, un tesoro… muy protegido.
Muralla de Babilonia.
”La Gran Ramera”. Así de contundente la califican algunos pasajes bíblicos alentados por historiadores griegos y romanos al identificarla con la soberbia, maldad y lascivia. Aunque en realidad su poder, belleza y alto nivel cultural contribuyó a convertirla en el mito que ha sido a lo largo de los siglos.
Cuando cruzamos la más famosa de sus icónicas imágenes, reconstruida a la mitad de su tamaño real, la Puerta azulada de Isthar, entramos en la leyenda: murallas, palacios, templos, bajorrelieves, fosos rodeados por las aguas del Éufrates… de lo que apenas queda nada. Hammurabi y, sobre todo, Nabucodonosor II fueron lo más relevantes forjadores de la gran ciudad abandonada durante siglos. Incluso Alejandro Magno acabó su corta y fascinante vida entre sus muros.
Babilonia: guerrera, cultural y artística.
Babilonia: guerrera, cultural y artística.
Y sobre Babilonia… un palacio de Sadam Hussein.
Sadam Husein también quiso dejar su huella con el Palacio del Éufrates, un gran palacio que erigió sobre parte de las ruinas, dominando la histórica ciudad. Ahora se muestra como un cascarón vacío y saqueado como símbolo de la decadencia y desgracia a la que parecen estar abocados los megalómanos.
Dos días estuvimos acampados en Babilonia y compartimos el último desayuno a las puertas de esta leyenda con Maki, que quiso obsequiarnos con unos huevos duros, limón, cebolletas, pan de pita y té antes de partir hacia un nuevo destino.
A pesar del saqueo, el palacio de Sadam todavía sobrevive.
Tras dos días acampados y recorriendo Babilonia, toda despedirse de Maki.