Bagdad es una palabra que evoca la magia de oriente, cúpulas perfilándose en la noche reflejando los brillos de la luna, una legendaria ciudad de ensueño de las Mil y Una Noches, a las novelas y películas de la infancia llenas de aventuras y fabulosos palacios… nada más lejos de la realidad.

Bagdad nos golpeó con su cruda realidad: tráfico caótico sin reglas, algarada de cláxones, horribles cables eléctricos creando una maraña gris y enredada, un desconcierto de edificios impersonales que se unen al caos que les rodea, gigantescos carteles por doquier, empresas petrolíferas vigiladas por torretas con ametralladoras…

Paramos para fotografiar un lago artificial con un parque de atracciones y el aledaño “Monumento a los Mártires” por los caídos en las guerras. Aparecen unos soldados con fusiles de asalto, nos nos dejan regresar al vehículo y nos dicen que esperemos. Hacen llamadas y se inicia una gigantesca bola de nieve llegando más y más militares armados, hasta completar más de una decena de personas armadas, algunas de uniforme y otras de civil.

Bienvenidos a… ¡Bagdad!                 

Bagdad siglo XXI…caos, atascos, ruido y contaminación.

Medersa Mustansiriya, superviviente y… ¡protegida!

Cuando llega un suboficial con 3 soldados más, nos retiran los pasaportes, nuevas llamadas, viene otro grupito de militares, uno parece oficial, nos piden la cámara, van mirando foto a foto. No paran de hacer llamadas. Han pasado dos horas, aparece un mando importante, muy serio, con ceño fruncido, todos se callan y están muy pendientes. Al verle, le saludamos con el habitual “Salam Alekum”, ni nos contesta, ni nos mira, habla con los militares, coge los pasaportes y desaparece. Ese comportamiento sí que no preocupó, hemos pasado decenas de controles pero esta retención realmente nos inquietó, ya habían pasado más de dos horas. Marián manda discretamente un  mensaje a nuestra amiga Mónica, la que sabe al minuto donde estamos por si ocurre algo: “Mónica, estamos desde hace 2 horas retenidos en Bagdad y no sabemos el motivo, junto al café 5 Flowers. Si no escribimos antes de la noche es que ha habido “lío”.

Calles heridas…

Calles renaciendo…

Pero en cada parque… vemos alegría y esperanza.

Ya habían pasado más de 3 horas cuando, aparece otro militar con los pasaportes, nos los entregan y nos devuelven la cámara diciéndonos que podemos seguir nuestro viaje pidiéndonos disculpas por la larga retención. Con mucha tranquilidad, les decimos que no hay problema y sin mostrar la impaciencia que realmente tenemos por salir de ahí, subimos al camper y partimos. Pero eso no nos desanimó y seguimos la visita de Bagdad… tras mandar otro mensaje a Mónica: “Todo bien, seguimos la ruta”.

Pero a pesar de ese “tropezón” y del caos de la ciudad, sí que encontramos algo de “esencia oriental” que ha sobrevivido: las maravillosas cúpulas de las mezquitas chiítas, la medersa Mustansiriya, el elegante Palacio  Abasida, zocos atemporales de sabor añejo y ajetreo cotidiano, cafetines entre los que destaca el  Shabandar, con su aroma a café entremezclado con el olor dulzón del tabaco aromatizado de las chichas que fumaban sus ociosos clientes.

Todo eso nos quitó el mal sabor de boca del amargo episodio. Como Aladino perseguido por la guardia del califa de Bagdad también fuimos retenidos por las fuerzas contemporáneas de seguridad pero al final, como en la fábula de las Mil y Una Noches, conseguimos salir airosos del entuerto.

El mítico Tigris, cruzando Bagdad.

En los cafetines, encontramos sosiego.

Bagdad siglo XXI… sobrevive la esencia oriental en los zocos.

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