El martín pescador apuntó con precisión hacia la pieza que quería engullir y… acertó. Cuando hace miles de años, los grandes colosos Tigris y Éufrates se encontraron, inundaron las tierras del sur de Mesopotamia, originando un nuevo ecosistema donde la fauna creó un nuevo hogar en los humedales pantanosos o ”ahwar”.

Embarcamos en una canoa de madera en Chibayish, el menudo Alí la dirige por los canales mientras  vamos descubriendo una antigua comunidad que se remonta a la antiquísima época de los asirios y babilonios. Estamos en el territorio de los “árabes de las marismas”.

Un ecosistema Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.              

Los pobladores se adaptan a este particular entorno.

Medersa Mustansiriya, superviviente y… ¡protegida!

Unos búfalos que se dan baños de agua y barro, nos observan recelosos mientras navegamos junto a ellos. Nos cruzamos con algunas barcazas cargadas de cañas secas con las que construyen sus muy particulares casas flotantes. Unos chicos han conseguido pescar buenas piezas de masgouf, sabroso pescado que asan al fuego de leña y se ha convertido en uno de los platos nacionales del país. Sus pobladores viven sencillamente con los menguados recursos naturales de la zona.

El paisaje de Irak no es precisamente atractivo pero las antiquísimas marismas ubicadas en un entorno natural extremadamente árido y cálido aportan un toque diferente, al no muy afortunado paisaje iraquí.

Un entorno natural que ha sufrido avatares de los que no ha salido muy bien parado. El drenaje de las marismas se inició entre los años 1950 y 1970 para conseguir tierras para la agricultura y explotación petrolera. Sadam Hussein, en la década de 1990, se empleó a fondo para desalojar a los musulmanes chiitas, religión mayoritaria de los árabes de las marismas. En el año 2003 los humedales apenas representaban el 10% de su tamaño original. Un completo desastre en todos los sentidos.

Calles heridas…

Calles renaciendo…

Pero en cada parque… vemos alegría y esperanza.

Tras caer Sadam, las Naciones Unidas emprendieron un programa para la restauración del entorno consiguiendo recuperar 10.000 km² y la vuelta a su ancestral hogar de 100.000 personas obligadas a marcharse por el dictador. Sus nuevas amenazas son la sequía, las represas y la irrigación intensiva en Turquía, Irán y Siria que ponen una nueva piedra en su intento por subsistir.

La vida en las marismas, una vida dura.

Día de pesca y… ¡está siendo un buen día!

Bagdad siglo XXI… sobrevive la esencia oriental en los zocos.

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