El DESIERTO SAUDITA nos sigue descubriendo y sorprendiendo con nuevos rincones. Cuando descendemos de los casi 1.000 metros que hemos dejado atrás. Las curvas del zigzagueante camino que emprendemos nos van desvelando el prodigioso OASIS DE NAAM, una joya esmeralda cuajada de fértiles palmeras y cultivos.
Como si quisiese esconderse, el oasis se encuentra encajado entre abruptos desfiladeros donde la erosión ha creado un museo al aire libre de anárquicas figuras amorfas, centinelas protectores del prolífico y hermoso Edén.
De nuevo las amistosas muestras de hospitalidad se repiten cálidamente con generosas sonrisas e invitaciones a comer y charlar. Sus lugareños nos aprovisionan de agua y nos muestran orgullosos su particular Edén, explosión de vida esmeralda en medio de una desolación parda. Y al final del día… llega el momento de disfrutar de la ceremonia del qahwa y chai (café y té) bajo una jaima… Momentos mágicos e inolvidables en nuestra ruta.










