Domingo y Lunes, 17 y 18 de Enero de 2010 (En busca del Perito Moreno)

La noche que pasamos en el porche al borde del embarcadero fue movidita. A mitad de la noche la lluvia hizo acto de presencia, y el fuerte viento hizo que el agua mojara a Pablo, que dormía más hacia el borde del techado. Llegó un momento en el que caía tanta agua que Pablo se tuvo que ir intentar dormir al coche, que teníamos aparcado al lado, mientras que Juan seguía durmiendo en el porche, en una parte más resguardada. Las primeras luces de la mañana aparecieron, y el cielo encapotado nos recibía con un color gris, totalmente nublado. Nos hicimos los remolones hasta que empezaron a llegar mochileros que iban a coger el barco del embarcadero para hacer una ruta turística. Los dueños del embarcadero nos ofrecieron “amablemente” a abandonar el lugar y tuvimos que recoger. El tiempo no era nada apacible y las nubes bajas nos impedían ver las bellas montañas que sabíamos estaban detrás de las mismas. La Patagonia se pintaba de un feo color, ofreciéndonos su cara más famosa, el tiempo ventoso, nublado y lluvioso. Ante semejantes circunstancias uno no puede hacer nada. ¡No vale lamentarse, sino resignarse! Por lo menos ayer habíamos disfrutado de las vistas.

Viendo la situación decidimos irnos hacia el norte, cruzar la frontera con Argentina y visitar el impresionante glaciar del Perito Moreno. ¡Quizás allí haga mejor tiempo! De nuevo nos montamos en nuestro bólido y recorremos la ruta. La primera sorpresa nos viene casi al poco de reiniciar la marcha. Cuando circulábamos por las pistas del Paine, lamentándonos por las malditas nubes que nos tapaban los Cuernos del Paine, la naturaleza nos brindó una vista agradable. Mandas enormes de guanacos pastaban a los bordes del camino, tan cerca de nosotros que casi podíamos tocarlos. Los animales, parecidos a una llama, estaban con sus crías tranquilamente, mientras nosotros tratábamos de acercarnos a ellos para hacerles miles de fotos y vídeo. La fauna del parque es muy abundante y por lo menos pudimos disfrutar de ella. Posteriormente también conseguimos ver varios ñandús (parientes de los avestruces), flamencos, zorros, liebres patagónicas, y multitud de aves.

Atravesamos las pistas del Parque Nacional de las Torres del Paine a toda velocidad, alejándonos del mal tiempo que envolvía la cordillera. Salimos del Parque y nos dirigimos a la frontera Chileno-Argentina, devorando los kilómetros como si de una “road-movie” se tratara. La frontera se encuentra en una amplísima llanura, lejos de cualquier núcleo de población, en medio de la nada. La parte chilena la cruzamos sin problemas y tras pasar por la tierra de nadie fronteriza alcanzamos la frontera Argentina. Allí comenzaron unos nuevos problemas a los que nos íbamos a enfrentar. Resulta que el militar de turno nos dice que nos faltan varios papeles del coche, entre ellos la ficha técnica del coche y el seguro original. Nosotros, incrédulos, le comentamos que los papeles que le damos son los que hay, los que nos dieron los de la agencia de alquiler del vehículo, y que en la frontera chilena no nos pusieron ningún problema. Primero Pablo, y luego Juan, nos acercamos al coche a ver si tuviéramos los papeles en otro lugar, pero no los vemos. Sin ellos no podremos pasar la frontera. La noticia nos cae como un jarro de agua fría. ¡No podemos ir a ver el Perito Moreno!

Ante la negativa, volvemos de nuevo a la frontera chilena y le comentamos el problema. Llamamos a la agencia de alquiler del coche y tratan de buscar una solución. Entre medias volvemos al coche y encontramos los dichosos papeles en un hueco que teníamos siempre a la vista, donde llevábamos el MP3 y los altavoces. ¡Menudos somos! Se los enseñamos en la frontera chilena y nos comentan que son estos papeles. Así, con la esperanza de haber solucionado el problema volvemos a la frontera argentina, donde por fin, nos dejan pasar.

Aún nos quedan muchos kilómetros hasta El Calafate, que es la ciudad de la que se parte para ir al Perito Moreno. Circulamos varios kilómetros por pistas de tierra, ya con cielo azul sobre nuestras cabezas, mientras dejamos atrás el mal tiempo anclado sobre las Torres del Paine. Sin embargo, el fuerte viento siempre está presente. Devoramos la pista de tierra a velocidades vertiginosas hasta alcanzar una carretera asfaltada. Seguimos circulando entre amplias llanuras patagónicas hasta que por fin sobre las 16:00 llegamos a El Calafate. Viendo la hora que era, y que estábamos cansados después de haber recorrido más de 300 Km entre incomodas pistas de arena y carretera decidimos quedarnos a dormir en la ciudad y visitar al día siguiente el Perito Moreno. Nos alojamos en un hostal de mochileros y por la tarde visitamos la ciudad, o mejor dicho, la única calle turística, que nos recorrimos de arriba abajo. Varias tiendas de regalos, restaurantes y demás tiendas se aglutinan entorno a dicha calle. Allí encontramos un restaurante, donde por poco dinero cenamos carne argentina, que nos supo a gloria.

El Lunes 18 de Enero nos levantamos sin prisas, desayunamos en el hostal y de nuevo volvimos a nuestro coche para dirigirnos al famoso glaciar del Perito Moreno, que dista unos 80 Km de El Calafate. En 1 hora y media alcanzamos el final de una península, justo enfrente del glaciar. Aparcamos el coche y nos fuimos acercando caminando por unas pasarelas que han instalado para disfrutar de las vistas al borde del glaciar. La vista es sobrecogedora. Es una de las maravillas naturales más espectaculares del planeta. El glaciar, que baja de las montañas cercanas, acaba en el Lago Argentino, donde el espectacular frente glaciar de varios metros de longitud se adentra en las aguas del lago. La fuerza que hace el empuje del glaciar hace que cada poco tiempo se desprendan bloques enormes del frente, que caen al agua originando un ruido ensordecedor y levantando unas olas gigantescas. Vemos algunos bloques caer y nos quedamos estupefactos antes semejante espectáculo. A pesar del mal tiempo, con llovizna y nubes, no impiden ver el glaciar, que se haya justo enfrente de nosotros, a una distancia prudencial.

El relieve del glaciar, agrietado, roto, descompuesto es increíble. Es el único glaciar del mundo que a pesar del cambio climático que sufre el planeta, no está retrocediendo. Al contrario, el glaciar avanza unos 2 metros cada día. Es un glaciar en constante movimiento. El frente que vemos ahora se acabara desmoronando, con bloques de hielo cayendo al agua del lago que se convertirán en témpanos, icebergs que acabaran derritiéndose. Disfrutamos de la experiencia y nos sentimos alegres por poder contemplar con nuestros propios ojos uno de esos lugares que uno siempre ha visto en postales, vídeos y ha tenido siempre ganas de visitar. Caminamos por las pasarelas viendo distintos ángulos del frente del glaciar, el cual choca en un lateral con la península donde estamos. Es tal su fuerza que normalmente acaba formando un arco de hielo en ese lugar, que luego se acabara desmoronando con el paso del tiempo.

Pasamos unas 2 horas en el lugar, y como todo lo bueno se acaba tenemos que volvernos hacia Chile. La idea es hacer noche en el Paine y ver mañana la parte del Parque que no vimos ayer por el mal tiempo. Así, volvemos a nuestro inseparable compañero, el “auto loco”, y tomamos “carretera y manta” hacia Chile. Deshacemos el camino de ayer, entre carretera y pistas dejando una nube de polvo a nuestro paso. Cruzamos la frontera sin problemas y al poco de pasar la frontera chilena tenemos una de esas visiones que te dejan sin palabras. Justo encima de nosotros un cóndor vuela libre haciendo círculos. Es la primera vez que vemos al ave emblemática de los Andes, de Sudamérica. Su vuelo suave, meciéndose entre las corrientes de aire es grácil, y nos deja cautivados. Seguimos la ruta y de nuevo los guanacos hacen acto de presencia. Varias manadas de estos curiosos animales nos hacen disfrutar de la naturaleza. Sin embargo, en las Torres vuelve a hacer malo. Es curioso, como en llanuras patagónicas de alrededor el cielo es azul, mientras justo sobre el macizo de las Torres del Paine, una constante nube negra cubre las montañas impidiéndonos su vista. Solo a intervalos las deja ver, con sus siluetas rocosas recortándose entre la niebla.

Atravesamos la caseta del Parque y de ahí nos dirigimos a una laguna llamada Laguna Azul, donde hay un camping. En una caseta circular, donde normalmente se preparan las comidas, pasaremos la noche. ¡Para nosotros todo un lujo, a resguardo del viento y lluvia! Las 3 Torres del Paine, de casi 1000 metros de pared vertical se dejan ver al fondo, entre las montañas. La escalada de las mismas está solo al alcance de los mejores escaladores. De momento nos conformamos con poder verlas. ¡Quizás en el futuro podamos tocarlas con nuestras manos! Las nubes acaban por taparlo todo y nuestros ojos ya se cierran soñando con un día soleado para mañana.

Juan y Pablo, habiendo disfrutado del Perito Moreno y Las Torres del Paine.