El 30 de junio a las siete de la mañana salimos desde Huancacalle hacia Pampaconas los arqueólogos Wilber Bolívar Yapura y Franklin Camala Lizaraso, Miguel Tovar Nuez y Santiago del Valle Chousa, en dos vehículos todo terreno de la Municipalidad Distrital de Vilcabamba. Llevábamos provisiones para varios días, nuestro equipo de acampada y un generador de electricidad prestado por la municipalidad.

Todo iba según lo planeado salvo una modificación imprevista que tardé un tiempo en comprender. Diez meses antes, en septiembre de 2020 yo había viajado hasta cerca de Hatun Vilcabamba, junto con el productor audiovisual madrileño Alberto Flechoso, para filmar, tomar fotografías y preparar esta expedición contando con un equipo de personas de la comunidad campesina de Totora coordinados por el secretario de la comunidad campesina Tomás Huamán. Sin embargo poco antes de partir Tomás, con una llamada telefónica, me había advertido que él no vendría en esta expedición porque tenía que realizar gestiones urgentes en Cusco por encargo de la comunidad campesina aunque me aseguró que en Pampaconas me esperaría el equipo humano y los animales de apoyo comprometidos.

Alistando una mula

Al llegar a Pampaconas nos aguardaban siete personas, con once mulas y cuatro caballos de silla. Sin embargo no estaba nadie de la comunidad de Totora con quienes yo había viajado en años anteriores, los cuales ya conocían la ruta de aproximación a Hatun Vilcabamba, por lo que su apoyo era especialmente importante.

Me extrañó mucho aquella ausencia porque la comunidad campesina de Totora me invitó en varias ocasiones a participar en sus asambleas y todos apoyaban con gran interés mis trabajos para poner en valor Hatun Vilcabamba, porque la capital perdida está en una zona despoblada de su territorio y confían en que su puesta en valor les beneficiará.

Tardaría algún tiempo todavía en conocer las razones de aquella ausencia que estaba relacionada con las difíciles condiciones de vida de aquella comunidad. Desde el año pasado se está construyendo una pista de tierra que permitirá el acceso de vehículos a Porcay, la aldea principal del territorio de Totora, para mitigar el aislamiento de aquella comunidad que no tiene carretera, electricidad ni señal de telefonía movil. Pocos días antes de nuestro viaje las obras se detuvieron al encontrar un tramo de camino inca. Era necesario adaptar el trazado para respetar los vestigios prehispánicos, pero la comunidad se alarmó por temor a quedarse sin carretera. Enviaron una comisión a Cusco para reclamar que prosiguieran las obras y mientras el asunto no se aclaraba nadie de la comunidad quería colaborar en nuevas investigaciones arqueológicas.

Nuestro equipo local estaba integrado por los hermanos Marino, Rony y Armando Huamán Condori; junto con Adrián Huamán Huamán, todos ellos de Challcha. Además de Elio Quispe Torres, de Colpacqasa, y Julio Marbellí Quispe y Jerbert Paullo Díaz de Pampaconas. Un grupo humano algo más escaso de lo que yo hubiera querido, pero todos ellos demostrarían una enorme capacidad de trabajo.

La carretera termina en Pampaconas a 3.450 metros de altitud. Desde allí parte hacia el oeste un viejo camino inca, con algunas modificaciones posteriores, que discurre a bastante altitud, con importantes subidas y bajadas escalonadas, hasta alcanzar 3.828 metros de altitud en el abra de Qolpacqasa que es el punto más elevado de la ruta. Desde allí se inicia un rápido descenso que conduce al despoblado valle selvático que nos llevaría hasta Hatun Vilcabamba.

ruta de salida de los cargamentos de café y yuca

Esta ruta era la vía principal de salida de los cargamentos de café y yuca procedentes de la zona de Chancavine hasta que con la construcción de la carretera que comunica aquel valle con Villa Virgen y Ayacucho hacia el oeste dejaron de transitarlo las reatas de mulas. Por ello el camino está muy descuidado, nadie se preocupa de retirar los troncos que caen, es necesario abrirse paso con machetes y con hachas por lo que decidí acampar a 3.300 metros de altitud en un lugar llamado Insinso, donde hay agua y buen pasto para los animales, para enfrentar la zona más complicada por la vegetación a la mañana siguiente.