HIELO DEL ESTE.
Buceo bajo el hielo de Groenlandia.

22 mayo 2022

Por Paco Acedo

En mayo del 2022 pude completar una nueva aventura y un sueño iniciado en 2020 que quedó congelado por el Covid. Por fin he podido regresar a esa tierra helada que tanto me mostró, descubrió, removió y abrazó cuando estuve viviendo en sus remotas tierras del norte de Groenlandia.

Recuerdo que la primera vez que estuve en Groenlandia allá por 2010 fue en la costa del nordeste, en un lugar de nombre extraño y casi impronunciable llamado Ittoqqortoormiit. En aquella ocasión acompañaba a un grupo guiado asegurando que tenía experiencia en el uso de esquís…pero mi secreto era que jamás me había puesto unos y los primeros que me calcé fue allí mismo para recorrer durante 12 días banquisas heladas arrastrando una pulka de 40kg. Sin duda sobreviví y la única razón para ello fue estar fascinado por aquel espectáculo de la naturaleza y esas emocionantes noches acampando a -25º. Pero si algo me maravilló fue la cultura Inuit y esos guerreros cazadores que a base de látigo y perros recorrían las costas en busca de focas, osos o cualquier animal con el que poder alimentarse durante el año.

En esta ocasión,12 años después de aquello, han sido las tierras del sudeste sobre las que he montado mi tienda de campaña, en lugares con nombres más benévolos como Kulusuk, Tinitequilaaq o Tasiilaq. Allí me reencontré con la esencia Inuit, con aquellos de piel quemada por la nieve y a los que ver a un extranjero metiéndose a bucear bajo el hielo puede suponer el acontecimiento del año.

El tiempo fue pésimo, las circunstancias totalmente desfavorables y el equipo de buceo (incluida botella traída desde España) cada vez más pesado de arrastrar por la nieve…pero finalmente lo pude hacer. Me reencontré con aquellas sensaciones, aquellos latidos fuertes, aquella certeza de estar solo, aquellas manos heladas y aquel único y mágico paisaje submarino del que sólo unos pocos intrépidos se atreven a disfrutar.

Nuevos amigos han quedado en Groenlandia, nuevas casas en las que seguro encontraré refugio a mi regreso, nuevas historias humanas de personas transformadas en Inuit como Max Audibert, que hace treinta años sintió que su lugar y su corazón estaban entre trineos, perros, y naturaleza, bien lejos de su Francia natal. Gracias a él por el cobijo, el calor de su estufa… y la carne de foca.

Después de este nuevo chute de frío, trineos, perros, ventiscas, focas, osos y frío extremo buceando en sus heladas aguas repletas de icebergs, sin lugar a dudas Groenlandia ha vuelto a mi y yo he vuelto a Groenlandia.

Paco Acedo

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