El tres de julio nos pusimos en marcha a primera hora para subir algo más de mil metros de altitud; desde los 1.676 m.s.n.m. de nuestro campamento hasta los 2.756 m.s.n.m. de nuestro objetivo, la cima de Mesada, próxima al cerro Yanaorqo; para realizar los primeros vuelos con el dron equipado con una cabeza emisora de laser.
Dejamos a Marino Huamán cuidando el campamento y todos los demás iniciamos la ascensión.
La ladera es muy empinada y la selva se tragó los senderos que abrimos en años anteriores para subir esta montaña, por lo que hubo que trabajar duramente con los machetes para abrirnos paso, realizando algunos descansos.
En la parte más baja el arbolado frena el crecimiento de la vegetación y el avance es más fácil. Más arriba disminuye la altura y densidad del arbolado y el suelo está cubierto de caña muy tupida que dificulta el avance.
La orientación es muy difícil entre aquella espesura que no permite tener una perspectiva del camino. Además del dron grande equipado con cabeza laser Franklin llevaba otro dron más ligero para filmación audiovisual, que elevó entre las copas de los árboles y nos ayudó a corregir la ruta.
En la cima abrimos un espacio para que el dron pudiera operar con seguridad. Estábamos frente al núcleo de Hatun Vilcabamba, separados por un barranco y novecientos metros de distancia en línea recta, dispuestos para realizar tres vuelos con el dron en los cuales cubriríamos las 48 hectáreas previstas que, de acuerdo con nuestras exploraciones, cubren el núcleo central de la capital sagrada perdida.
Antes del primer vuelo realizamos una ceremonia tradicional de “pago a la tierra”, con la cual se pide la protección de la Pachamama, o Madre Tierra para evitar accidentes y que nos fuera propicia. Wilber Bolívar se encargó de disponer adecuadamente los objetos rituales que se utilizan en esta ceremonia y todos invocamos a los apus con los tradicionales ramilletes formados por tres hojas de coca, conocidos como kintu.
Dispusimos el dron sobre su caja como plataforma de despegue y se inició el proceso de calentamiento de su cabeza lectora laser, con enorme expectación de todos nosotros, hasta que la sugerente voz femenina que lo equipa informó que todo estaba dispuesto para el vuelo programado.
El dron se elevó en vertical y después se alejó a cumplir su delicado trabajo con varias pasadas sobre la zona baja de Hatun Vilcabamba, donde ubicamos la casa del Sol, que era nuestro primer objetivo de prospección.
El dron regresó al punto de partida pero permaneció estático en el aire a metro y medio sobre el suelo porque sus sensores de seguridad observaban irregularidades en la zona de aterrizaje. Siguiendo las instrucciones de Franklin Miguel se deslizó bajo el aparato, sujetó sus patines y depositó el aparato en el suelo.
El segundo vuelo, para realizar la prospección en la zona media de Hatun Vilcabamba, se realizó sin dificultades, pero al regresar el aparato Franklin consideró que no había suficiente energía en las baterías para realizar el tercer vuelo con plena seguridad.
Franklin, Wilbert, Jebert y Armando se quedaron con los equipos a pasar la noche en lo alto de la montaña, con mantas térmicas, algunas prendas de abrigo, provisión de agua, alimentos y un poco de ron; mientras que los demás emprendimos el descenso con las baterías para recargarlas en el campamento.
Bajamos lo más ràpidamente posible, pero a mitad de ladera se nos hizo de noche y tuvimos que continuar el descenso ayudados por nuestras linternas frontales. Habia un paso complicado donde tuvimos que ayudarnos con una cuerda para mayor seguridad, pero llegamos al campamento sin mayores problemas, cansados pero felices.
Cargamos las baterías para subirlas al día siguiente y completar el tercero de los vuelos programados. Y nos fuimos a dormir soñando con las imágenes de la capital sagrada perdida que el dron habría de mostrarnos.