Charles Lewis Gruneisen. Un corresponsal en la primera guerra carlista

Por José Antonio León

Bibliografía: Boletín SGE Nº 54 – Los grandes ríos africanos

 

Charles Lewis Gruneisen, no fue el único periodista que viajó a España para informar sobre las Guerras Carlistas que se desarrollaron durante el siglo XIX, sin embargo, sí se le puede considerar un pionero en el duro oficio de corresponsal de guerra.

 

Nuestro hombre viajó a España en 1837 contratado por el Morning Post británico, pero no se limitó a instalarse en una ciudad y a esperar que la red de informantes le hiciera llegar las noticias de la guerra, como venía siendo habitual en el periodismo de aquella época. Su trabajo, las crónicas que escribió desde primera línea, recuperadas en su totalidad, junto al libro “Sketches of Spain and the Spaniards during the Carlist Civil War” que el autor publica hacia el final de su vida, dan forma a una memoria que pone en valor el periodismo más osado e intrépido, aquel que arriesga su vida por informar sin intermediarios desde la primera línea de fuego. Gruneisen hizo exactamente eso. acompañó a las tropas carlistas en su marcha sobre Madrid en 1837 compartiendo con ellas hambre y batallas, y cuando pasó al otro bando, al isabelino, fue acusado de espía y encarcelado. Quiso el destino salvarle de ser fusilado como había ordenado el mismísimo general espartero, y pudo al fin regresar a Inglaterra, sano y salvo, pero con secuelas físicas que le recordaron toda su vida su amargo paso por las prisiones españolas.

La fortuna ha querido que se conserve también el texto de la conferencia que nuestro protagonista pronunció treinta y siete años después. Fue en el Shire Hall de Hertford, el 29 de enero de 1874, ante los miembros de la asociación Literaria, y se publicó de forma inmediata, haciéndose constar en la portada el carácter de “corresponsal de guerra del Morning Post en España en 1837-1838” de su autor.

El tema, en aquel año de 1874, resultaba de la máxima actualidad, pues España volvía a atraer la atención de los corresponsales de guerra que en esta ocasión cubrían la tercera Guerra Carlista. De no ser por esta conferencia y su posterior publicación, es muy posible que su nombre hubiera quedado en el olvido, como ocurrió con el resto de sus compañeros, al menos en lo que a su experiencia española se refiere.

Había nacido en 1806, por lo tanto cuando le llama el director del Morning Post, Mr C.e. Michele, en marzo de 1837 tenía unos 31 años. Michele, que ya le conocía, le propone viajar a España, pues le constaba que las intenciones del ejercito carlista eran dejar las provincias vascas y marchar sobre Madrid. además, los líderes tories estaban deseosos de tener información concreta de lo que ocurría en la península, y de la actuación de la Legión Británica mandada por el general Evans al servicio de la Causa real, la causa isabelina. Cuenta Gruneisen que el director del Morning Post le dijo: “Quiero que vayas a España y acompañes a la expedición real de Don Carlos. Nos enviarás crónicas desde primera línea de fuego. Quiero que nuestros lectores sientan la guerra como si estuvieran en el frente de batalla…” así, en unas pocas horas consiguió su pasaporte, hizo rápidos preparativos y aquella misma noche salía con el correo nocturno hacia Dover. tras consultar con los agentes carlistas en París, se dirigió a Bayona con el propósito de cruzar la frontera. su destino era san Sebastián, pues la primera de las crónicas encargadas por el Morning Post era dar cuenta del estado de la Legión Británica establecida en España. Pero pasar la frontera entre la España liberal y la carlista no era tarea fácil, y para incorporarse a la expedición de don Carlos tuvo que contratar a unos contrabandistas, de los muchos que operaban por todas partes, y cruzar a tiro limpio por las líneas militares. su incorporación al frente fue cuando menos, inquietante. además, la errática marcha de la expedición, que había partido el 15 de mayo de Estella para tomar Madrid, y se había dirigido primero hacia Aragón, Cataluña y valencia, cosechando victorias y derrotas, hizo que encontrarla e incorporarse a ella fuera muy complicado. Gruneisen escribe su primer despacho desde el cuartel general de don Carlos el 20 de julio, al que llegó después de una penosa marcha que había comenzado el 17 de mayo.

En sus crónicas describe un ambiente de improvisación continua que dificultaba la provisión de alimentos para las tropa. era tal el hambre que en una ocasión el mismo don Carlos, que comía unas cebollas por toda ración, al ver a Gruneisen se las ofreció y este aceptó, lo cual le fue reprochado por los nobles que acompañaban a don Carlos. Él se defendió argumentando que el ofrecimiento de un rey era una orden. Llegado el comentario a oídos de don Carlos este le dijo: “Mr Gruneisen, es Vd. mejor cortesano que los míos”. en otra ocasión, y tras la batalla de villar de los navarros en Zaragoza, en que las tropas carlistas aniquilaron a una columna liberal, Gruneisen se enfrenta, armado con un palo y arriesgando su vida, a los soldados carlistas en el momento de la ejecución a varios prisioneros. Don Carlos, enterado del suceso, le condecora junto a sus mejores hombres y le dice: “Usted merece la cruz por su humanidad tanto como mis hombres por su bravura”.

Tras numerosas escaramuzas y batallas de diversa envergadura la expedición llegó por fin a la vista de Madrid estableciéndose en arganda. Un Madrid desguarnecido al que sin embargo los carlistas, ante la posible llegada del general espartero y de guarniciones isabelinas más poderosas en caballería y artillería, deciden no asaltar. La frustración de la tropa y de generales como Cabrera es grande, pero don Carlos así lo ha decidido. el mismo Gruneisen, decepcionado, piensa ya en abandonar pronto a los carlistas y pasar al lado isabelino. Y toma su decisión tras una nueva batalla en la población de retuerta, ya en Burgos. Junto con la crónica del combate escribe: “Retuerta ha sido mi último combate. Ya he visto suficiente guerra.” tras casi cinco meses en primera línea, Gruneisen se despidió de las tropas carlistas.

Lamentablemente para él sus problemas en España no habían hecho más que empezar. Detenido por tropas liberales cuando cruzaba las líneas, y acusado de espía, es apresado sin que le valga de nada acreditar su condición de ciudadano británico y periodista. trasladado de cárcel en cárcel junto con prisioneros carlistas, y sometido a malos tratos y privaciones en las que pasa hambre y frío, ve como algunos compañeros de cautiverio son fusilados en este o aquel pueblo. El 1 de noviembre de 1837, encontrándose encerrado en el convento de Valbuena en Logroño, es sometido a un macabro sorteo en el que los soldados liberales escogen a diez prisioneros para ser fusilados en represalia por fusilamientos habidos en el otro bando. Gruneisen salva la vida, pero cada descarga de muerte sobre sus compañeros de cautiverio le estremece profundamente.

Por fortuna y mediante argucias a vida o muerte, logra enviar una carta que, tras numerosas vicisitudes, llega a la embajada británica en Madrid. La diplomacia actúa, y al gobernador de Logroño le llegan al tiempo dos misivas. Una del Primer Ministro en persona indicándole que libere inmediatamente al periodista inglés, y otra procedente del general espartero que indica lo contrario. espartero declara: “El inglés ha de ser ejecutado. Su pluma ha hecho más daño que cualquier espada de los generales carlistas”. en enero de 1838 un Gruneisen enfermo y cansado regresaba a Londres. el gobernador de Logroño no simpatizaba con espartero.

Para dar luz a su historia, para viajar con él por aquella españa que en 1837 se partía irremediablemente en dos por una cuestión dinástica, pronto verá la luz un documental producido en nuestro país titulado: “Gruneisen. Primer Corresponsal de Guerra”.