Los primeros viajeros románticos por España: Edward Hawke Locker
El siglo XVI marca el apogeo del imperio español mientras que el siglo XVII el comienzo de su decadencia. Este siglo, llamado en Europa “de las luces”, empezará para España con una larga guerra por la corona española, tras la muerte de Carlos II sin sucesión, y terminará en las vísperas de otra guerra: la de la Independencia. Durante el primer decenio del siglo XVIII las dos grandes familias reales europeas, los Habsburgo y los Borbón, se disputarán la corona de España y el imperio americano que le pertenece.
Por Javier Gómez-Navarro
Bibliografía: Boletín SGE Nº12
Los españoles hemos sido siempre poco conscientes de la importancia que para Europa tuvo esa guerra, pues significaba la batalla por la supremacía mundial entre ambas familias. Una vez terminado el conflicto con la victoria de los Borbón, que traería consigo el predominio mundial francés durante todo el siglo XVIII, España no conquistó la paz sino que continuó embarcada en diferentes guerras europeas. En ese panorama comienzan a aparecer en nuestro país los primeros viajeros románticos.
Viajar por territorio español había resultado muy difícil para los extranjeros durante los siglos XVI y XVII, pues la Inquisición y los fantasmas de la herejía dificultaban enormemente la libertad de viaje, hasta el punto de que sólo los embajadores habían escrito sobre España y su corte. Sin embargo, a partir del siglo XVIII el país se vuelve más tolerante y con la Ilustración llegan también algunos ministros italianos y franceses, inmigrantes alemanes y diferentes viajeros, especialmente ingleses, que publican sus experiencias y su visión de España (Dillon, Twiss, Swinburne, Carter, Townsend, Baretti, Southey…).
Durante la Guerra de la Independencia (1808-1813) los ejércitos francés e inglés recorren España y muchos de los militares quedan fascinados por nuestro país y se convierten en los principales difusores de la visión de una España diferente llena de singularidades y de tipismo. Es en esa misma época cuando nace el movimiento romántico, con su interés por la belleza pintoresca, por el paisaje, por la antigüedad y por las ruinas.
Al viajero romántico le deslumbra lo diferente y aquello que pueda considerar “más intenso”. Viaja dispuesto a tomar apuntes y a dibujar todo lo que pueda recordarle los lugares, paisajes y edificios que haya visto. Todo esto pone de moda la pintura de paisajes y una técnica, la acuarela, que no había tenido gran valor hasta entonces.
En ese momento llega a España nuestro protagonista: Edward Hawke Locker. Había nacido en Inglaterra en 1777, hijo de un capitán que había hecho fortuna en la marina: había sido capitán del “Experiment” y entre sus oficiales había tenido al joven Nelson. Su padre, hombre cultivado y poseedor de una buena biblioteca, con amistades en el mundo de la literatura y de la ciencia, creó un ambiente que fue decisivo en la educación de su hijo. En 1795, Locker entró en el servicio civil de la marina británica y en 1804 fue nombrado secretario del almirante Sir Edward Pellew, a quien acompañó a las Indias Orientales, al mar del Norte y, en 1811, a la flota del Mediterráneo.
Cuando Locker empieza a viajar, Gran Bretaña, España y Portugal se encontraban en plena lucha contra Napoleón. La conquista de España le estaba resultando a Napoleón mucho más difícil de lo esperado. Las derrotas del Bruch y de Bailén en 1808 y el inicio de la guerrilla, acompañados del desembarco británico en la Península terminaron por demostrarlo a partir de 1812. Arthur Wellesley, duque de Wellington, tomó el mando de las tropas aliadas y con ello empezó la retirada francesa. En 1812 ocupan Ciudad Rodrigo, derrotan a los franceses en Arapiles, cerca de Salamanca y entran triunfalmente en Madrid el 12 de agosto. Su avance es detenido en Burgos y abandonan Madrid, donde José Bonaparte vuelve a entrar el 2 de noviembre del citado año 1812.
El año 1813 es clave en la derrota napoleónica: José Bonaparte abandona Madrid en marzo y se dirige a Valladolid. Allí permanece hasta junio, mes en que marcha a Vitoria donde el día 21 sufre una gran derrota ante Wellington, que le fuerza a refugiarse en Pamplona y pasar después a Francia.
Pero mientras todo esto ocurría, el ejercito francés del mariscal Suchet se mantenía fuerte en Valencia y Cataluña. Allí el ejército inglés del general Murray era incapaz de avanzar. En junio la flota británica de Sir Edward Pellew llega a las costas de Tarragona y después de diferentes vicisitudes, el 3 de octubre. Con él llega Locker, que inicia en Tarragona su viaje hacia el norte para llevar unos despachos a Wellington que acaba de alcanzar Vera de Bidasoa. Todo el recorrido que ha de cubrir es muy peligroso y tiene que sortear plazas aún ocupadas por los franceses y eludir los caminos principales, pero en su camino va constatando los desastres de la guerra, los efectos de los bombardeos, voladuras y muertes. Sus dibujos y acuarelas tienen todos los ingredientes para convertirse en perfectos ejemplares de grabados románticos.
En esta primera parte de su viaje, Locker va acompañado de John Russell, que entonces tenía 21 años y más tarde habría de convertirse en uno de los grandes líderes del partido liberal y primer ministro, durante casi ocho años, a mediados de siglo (de 1845 a 1852 y de 1865 a 1866). El futuro lord Russell había tomado un gran cariño a España desde su primera visita en 1808 con lord y lady Holland. Enamorado de nuestro país volvió en 1810 y en 1812. Vuelve definitivamente a Inglaterra desde Vera de Bidasoa, al concluir el viaje con Locker.
El viaje tuvo un enorme interés para nuestros viajeros. Abandonan una Tarragona totalmente destruida, puesto que había sido volada en agosto por orden de Suchet. Pasan luego a Reus y de allí a Alforja y evitando Lérida, todavía en manos de los franceses, cruzan el Ebro en Serós, llegando a Fraga y a Zaragoza. En Zaragoza Locker tiene tiempo para hacer algunos dibujos reflejando también testimonios de la guerra.
Desde allí remontan el Ebro hasta Tudela, continúan hacia el norte y aunque no pueden entrar en Pamplona, que sigue en manos de los franceses, cruzan el puerto de Velate y llegan a Vera el 20 de octubre. Locker, después de entregar los despachos a Wellington, se dirige en solitario a Irún, Fuenterrabía y San Sebastián, ciudad recién saqueada por el ejército aliado.
Comienza su vuelta hacia el sur y pasa por Tolosa, Vitoria y Burgos, en dónde se desvía hacía Palencia y continúa a Valladolid y Segovia y llega al fin a Madrid. Después va a Toledo y a la Mancha en donde insiste en visitar El Toboso para conocer el territorio de Don Quijote, por el que sentía una gran admiración.
Luego viaja a Albacete y Valencia y termina su periplo cerca de Tarragona. En esta última zona vuelve a encontrarse la guerra en toda su expresión. Sus dibujos recogerán el dramatismo que refleja la destrucción sistemática de los puentes que tanto esfuerzo había costado construir a los ministros ilustrados del siglo XVIII. En total el viaje había durado 55 días de una enorme intensidad y riesgo.
Locker se reincorpora al buque Caledonia, y recupera su rutina como secretario del almirante Pellew, que más tarde sería nombrado Lord Exmouth. En marzo de 1814 Fernando VII entra en España y un mes después Napoleón abdica y es confinado en la isla de Elba.
La llegada de Fernando VII, “el Deseado”, viene acompañada del intento de recuperar el poder absolutista volviendo a la situación anterior a 1789 e ignorando las aspiraciones del pueblo que había luchado por su libertad. El 4 de mayo en Valencia, el Rey deroga la Constitución de Cádiz y el 10 de mayo inicia la detención de los liberales y el cierre de las Cortes.
Empieza por tanto el período de los pronunciamientos, que conduciría a prolongados conflictos civiles entre los absolutistas y los liberales y en el que el papel del rey, en vez de ser una fuerza moderadora que impulsase la concordia e iniciase la recuperación económica del país, era el de cabecilla de una de las facciones y dirigente de una lucha fraticida.
En 1820 Riego se levanta en Cádiz y recupera la Constitución y durante tres años los liberales gobiernan España. Este triunfo asustó a los gobiernos conservadores de Francia, Rusia, Austria y Prusia y en 1822 en Verona deciden intervenir en España para devolver a Fernando VII el poder absoluto.
Así pues, en la primavera de 1823 un ejército francés, “Los cien mil hijos de San Luis”, mandado por el duque de Angulema y con la colaboración de los absolutistas españoles que le acompañan, entra en España y restablece el absolutismo.
El libro de Locker: “Vistas de España”
Parece que fue en esos meses de 1822, en los que se debatía en Europa la posibilidad de que la Santa Alianza interviniera militarmente en España, cuando Locker se dio cuenta del interés que había despertado de nuevo nuestro país entre sus compatriotas. Desempolva entonces sus acuarelas y sus dibujos de viajes y se pone en contacto con el editor John Murray para publicar su libro.
El momento era muy oportuno pues España estaba en boca de todos. A comienzos de 1823, Luis XVIII de Francia anuncia el comienzo de la Expedición y en abril comienza la invasión. A principios de mayo de ese mismo año, Locker firma la dedicatoria a Lord Russell y comienza la edición de su libro. En esa dedicatoria muestra su enorme sorpresa por la segunda invasión francesa a España en los siguientes términos: “Poco nos podíamos imaginar que habría un segundo intento por parte de Francia de oprimir a ese pueblo valiente y generoso y, menos aún, que fuera bajo la autoridad de un soberano Borbón….. No podemos sino contemplar la inminente crisis de sus libertades con la más atenta comprensión y pesar”.
“Vistas de España” se publicó por entregas durante más de un año en plena guerra. En 1824 se editó como libro y la presentación de Locker está fechada el 15 de septiembre, con el poder absolutista totalmente repuesto. El libro consta de sesenta grabados, la mayor parte de ellos fruto del viaje que hemos comentado. Otros grabados, como los de Cádiz, fueron realizados en 1811 en plenas sesiones de las Cortes (Locker asiste a algunas de las mismas). Así por ejemplo, los de la provincia de Barcelona o los de Mallorca pertenecen a un viaje anterior.
El texto de la presentación es extraordinariamente ilustrativo y merece la pena reproducir algunos fragmentos.
“Una simpatía hereditaria por España y mi antigua relación con algunos naturales de ese reino, personas excelentes e ilustradas, había fomentado en mí una intensa parcialidad con respecto a un país que ansiosamente deseaba visitar. En el otoño de 1813, mientras era secretario de la flota del Mediterráneo, ………se me permitió cumplir mi deseo de visitar las principales provincias de España. En tal época, la brillante campaña del Duque de Wellington acaba de librar a los españoles de la opresión de sus invasores y la presencia de las tropas británicas proporcionaba al viajero una seguridad de la que no había disfrutado anteriormente. Estaba impaciente por beneficiarme de la oportunidad de contemplar paisajes renombrados de la historia y la leyenda española……..”
“Al exponer ante el público estas descripciones del paisaje de un país con el que pocos ingleses, excepto los de nuestro ejército en la Península, están familiarizados, no puedo abstenerme de expresar mi profundo pesar porque un desdeñoso sentimiento hacia los españoles haya suplantado aquel vivo interés que profesábamos hacia ellos durante las luchas recientes por su independencia………
Cuando el ejército francés cruzó los Pirineos, la apatía de los españoles causó una sorpresa general; apenas hicieron gesto alguno de resistencia, porque el pueblo estaba decepcionado de una serie de gobernantes que le amenazaban con un poder tan arbitrario como el del Rey y, por mucho que hubieran sufrido anteriormente con los franceses, les vieron en esta ocasión como restablecedores del orden y de la tranquilidad. “……….. los españoles constituyen una raza tan loable como cualquier otra en el mundo. Hay valor integridad y generosidad en su carácter, que se muestra de manera notable en la hombría de su aspecto exterior. Solamente falla la educación que les enseñe una fe pura y una Constitución libre………”
“En este momento España presenta una imagen extraordinaria de lo que es la degradación nacional. Un rey dos veces restaurado en el trono que persiste todavía en el mismo espíritu fanático y persecutor que le hizo perder los corazones de sus súbditos. Un gobierno endeble y ministros inexpertos que se adhieren a todas las corrupciones y los viejos errores políticos, la Hacienda en bancarrota, el crédito destruido, la nobleza sumida en la miseria y el libertinaje, el clero corrompido por la falta de fe; una comunidad (con todos los elementos que conforman una gran nación) ciega a causa de la ignorancia y dominada por una hueste de monjes y frailes, a quienes desprecian por su sensualidad y odian por su extorsión. Tal es la situación actual de este desgraciado país. Me compadezco profundamente de su destino.”
Es curioso comparar esta visión con el discurso que Chateaubriand, como ministro de asuntos exteriores francés, pronunció en la Cámara de los Pares en mayo de 1823: “En la guerra de Bonaparte, casi todas las ciudades fortificadas que en un principio ocupó como aliado estaban a su favor, porque en ellas había puesto guarnición; pero todas las poblaciones de los campos estaban en contra suya. Hoy sucede cabalmente todo lo contrario: las ciudades dónde las Cortes tienen algunos soldados nos cierran las puertas; pero todos los habitantes del campo y de los pueblos abiertos están a favor nuestro. No solo el pueblo y los labradores están a favor nuestro, sino que nos miran como a sus libertadores; abrazan nuestra causa o más bien la suya, con un ardor que no deja duda alguna en orden a los sentimientos de la inmensa mayoría española.”
Locker pintor y escritor.
A lo largo de su viaje Locker aprovechó la ocasión para dejar vagar su espíritu artístico observando los monumentos, las gentes, los paisajes, las fondas y posadas de pequeños pueblos y de grandes ciudades y albergando un especial espíritu romántico se sumergió entre la bruma de las ruinas y el desastre de la guerra.
Sus sesenta dibujos, grabados excelentemente, van acompañados de breves textos en los que demuestra el cariño e interés que sentía por nuestro país y su capacidad de observación sobre aspectos de la vida doméstica.
Locker dibujó especialmente aquellos lugares en los que permaneció más tiempo, bien por su interés o bien porque tuvieron que formar parte de su recorrido por las dificultades de la guerra. Sus dibujos incluyen pequeños pueblos, aldeas y caseríos de muy poca importancia (Alforja, Alfajarina, Serós, Granadella y Tabladillo) en los que encuentra lugares románticos de los que realizar bocetos y apuntes.
Este extraño itinerario nos permite conocer lugares muy interesantes que no habían sido recogidos en el monumental libro de Laborde, que recopila en sus cuatro grandes volúmenes la riqueza monumental, paisajística y humana de España. El viaje de Laborde, comenzado en 1800, y su libro editado en 1806 nos exponen edificios pujantes, valles fértiles, espléndidas catedrales y aldeas llenas de vida, en contraste con el libro de Locker que muestra los desastres y las ruinas producidas por la guerra, con los signos de destrucción y saqueo que llevan consigo.
Laborde es el ejemplo de un dibujante ilustrado mientras que Locker es un precursor de los románticos con una visión sentimental de la naturaleza. En el fondo, la visión de España de Locker no es muy distinta de la de los viajeros de finales de siglo XVIII. Los sistemas de locomoción y los caminos eran muy primitivos. Locker y Russell, al tener que evitar los Caminos Reales por motivos de la guerra (sólo se podía circular por estas vías en calesa o en coche de colleras) , hicieron su viaje en mulas y conducidos por arrieros similares a los de cincuenta años antes.
Locker se extraña de la desolación del paisaje y la escasez de población, viaja legua tras legua sin encontrar un alma. Esta sensación de soledad y las narraciones sobre bandidos de la época fomentaban la sensación de peligro y temor que los viajeros siempre habían sentido al recorrer España.
Las posadas dejaban mucho que desear y por tanto era natural que Locker y Russell partieran con una cesta y un cántaro para conseguir material para la cena, pues la costumbre era que el viajero proveía su propia comida y en la posada permitían cocinar, cobrando luego el gasto con el nombre de “Ruido de la Casa”.
Locker se queja de las pulgas y del ruido y hedor de la cocina española, que ya había comentado Southey con ironía al ver un crucifijo sobre la cama de una posada: “Debía de ser en memoria del viajero devorado por las pulgas”.
Durante su viaje se muestra el contraste entre la destrucción de las ciudades y los campos y la vitalidad de la gente que sigue celebrando fiestas y tratando a los viajeros con gran cortesía.
Locker fue un excelente acuarelista, con una gran sensibilidad, que viajaba siempre con sus lápices y pinceles. Sus pinturas muestran puestas de sol, románticos parajes, ruinas de murallas e iglesias, pequeñas aldeas en la cumbre de abruptas montañas y viejos puentes sobre pintorescos ríos. Al mismo tiempo, llevaba siempre una libreta de apuntes y un diario en el que anotaba todo lo que le parecía interesante, con una gran constancia y enorme celo, a pesar de la gran dificultad para tomar notas por las noches en una mala posada y ante una vela solitaria.
El libro de Locker es un importante testimonio histórico sobre la España de su época y se distingue de otros libros de viaje porque por encima de un escritor Locker es un artista y su obra, por tanto, es más un libro de Bellas Artes que de literatura.