5 de diciembre de 2017: ascenso al Tajumulco (4.222 m)
Después de los ajetreados días anteriores por fin nos enfrentamos a uno de los momentos esperados de la expedición, el reto de coronar la montaña más alta de Centroamérica, el Tajumulco, con 4.222 metros de altura.
Suena el despertador a las 3:30 de la mañana. Con los ojos aún pegados nos levantamos a duras penas y terminamos de organizar las mochilas. A las 4:00 nos espera un coche que nos llevará hasta el inicio del camino. Jorge, el conductor, bajo noche cerrada vuela por las carreteras vacías. El trayecto desde Quetzaltenango hasta la aldea de Tuichán, desde donde se inicia la subida al Tajumulco, son unos 60 km, pero el estado de las carreteras hace que el viaje se haga un poco pesado. Sobre las 5:00 llegamos a la ciudad de San Marcos, desde donde asciende una carretera secundaria llena de baches que hace que se resientan nuestros cuerpos con tanto vaivén. Por fin, ya con el cielo clareando, llegamos a las 6:30 a un cruce en la carretera desde donde sale una pista que marca el inicio de la ascensión al Tajumulco.
Bajamos del coche, nos ponemos las mochilas y bajo un helado ambiente iniciamos la ascensión. Estamos a 3.000 metros de altura, y a lo lejos divisamos en la distancia la imponente cumbre volcánica del Tajumulco. Será una dura jornada de 1.200 metros de desnivel, pero nuestros ánimos están por todo lo alto. Estamos solos y caminamos con tesón mientras observamos cómo el sol empieza a aparecer allá abajo entre las nubes del valle. Es un momento mágico, con el sol bajo tus pies que va tiñendo de tonos rojizos la cima del Tajumulco.
La parte inicial de la ruta se adentra entre amplias praderas, y divisamos constantemente la cima del volcán, como si fuera un faro que guía nuestros pasos. Vamos ganando altura poco a poco bajo un cielo azul espectacular. Atónitos contemplamos como la sombra del Tajumulco se observa en la distancia “acariciando” el volcán Tacaná, la segunda montaña más alta de Guatemala. Dejamos atrás la zona de praderas y nos adentramos en un bosque de pinos que cubre toda la parte media de la montaña. El bosque nos oculta la cumbre y vamos ascendiendo por un camino bien marcado entre los árboles. Metro a a metro, paso a paso, vamos ganando altura. Vamos a buen ritmo, ascendiendo unos 400 metros cada hora. Hacemos una parada cada hora, más o menos, para parar a comer y beber. La altura se nota y es importante hidratarse y comer algo.
A los 4.000 metros se acaba el bosque y nos adentramos en terreno pedregoso. Es la parte final de la ascensión. Justo encima de nuestras cabezas tenemos una alta pared que baja directamente de la cumbre del Tajumulco. La bordeamos por la derecha y subimos entre las rocas con cuidado, agarrándonos con las manos en los tramos más verticales. Estamos cada vez más altos y las aldeas que divisamos abajo en el valle se ven muy pequeñas. La altura hace que vayamos más lentos, pero sin pausa continuamos hacia arriba. Alcanzamos un pequeño collado situado entre la cima y una cima secundaria, y es en ese momento donde sabes que ya lo vas a conseguir. Apenas 50 metros de desnivel nos separan de la cima y cuando terminamos de ascender la última pendiente pedregosa, de un terreno lleno de polvo volcánico, nuestros pies alcanzan el borde del cráter. ¡Estamos radiantes y exhultantes! Bordeamos el cráter y por fin alcanzamos el punto más alto. ¡Cimaaa! Nos fundimos en un fuerte abrazo con una gran sonrisa dibujada en nuestros rostros ¡Lo hemos conseguido! En apenas 3:30 horas hemos alcanzado el techo de Centroamérica. Disfrutamos del día tan espectacular que nos ha brindado la naturaleza. No hace nada de viento y las vistas son espectaculares desde tan arriba. Justo debajo nuestra se encuentra el profundo cráter del volcán, al fondo divisamos el verde valle del altiplano guatemalteco, muy cerca tenemos el volcán Tacaná y en la lejanía oteamos un mar de volcanes, entre los que destacan los volcanes del lago Atitlán y más lejos los volcanes de Antigua. Una verdadera belleza de paisaje.
Pasamos unos 40 minutos en la cumbre haciendo fotos y disfrutando del entorno. La altura se nota y cualquier esfuerzo hace que nos cueste respirar. Las nubes empiezan a ir apareciendo y suben por las laderas. Es momento de bajar. Un último vistazo a la cumbre e iniciamos el descenso. La bajada se hace amena y en apenas 2 horas llegamos al cruce. Allí nos está esperando Jorge en su coche. Decimos adiós al Tajumulco, que desde la lejanía nos observa al igual que lo hacía esta mañana temprano. Para él no somos nadie, unos nuevos montañeros que han osado hollar su cima; pero para nosotros él ha significado mucho y siempre guardaremos con cariño en nuestra memoria las vivencias que experimentamos en su compañía.
Volvemos a Quetzaltenango, donde reponemos las energías perdidas con un abundante almuerzo, para luego dar una vuelta por el centro histórico e irnos al hotel a descansar. Ha sido un día largo y duro.
Juan, desde el techo de Centroamérica.