Hacía tiempo que no dormía en una tienda, pues las últimas montañas las ascendí desde refugios, y la verdad que volver a los orígenes ha sido muy gratificante. El sol aparece y sus rayos calientan el campamento. Hace poco viento y se está muy a gusto en un entorno tan agradable, donde la mezcla de colores es digna de la paleta de un pintor. Acomodados en la tienda comedor desayunamos té, pan con guacamole, plátano y durazno con avena y yogur, que sientan de maravilla. Desarmamos las tiendas y empezamos con la rutina de cargar todo el material en la parte trasera del jeep 4×4.
Retomamos la expedición, rumbo a la Laguna Santa Rosa, que es la siguiente parada y donde estaremos 3 días y 2 noches para ir así aclimatando progresivamente a la altura. La ruta sigue siendo espectacular, atravesando inicialmente un valle encajonado entre montañas para luego ir ascendiendo progresivamente por la pista de tierra que va haciendo zig-zags por las áridas laderas, en pleno desierto de Atacama. En esta zona podemos contemplar una parte del camino inca que construyó esta civilización y que vertebra toda la cordillera andina desde Cuzco hacia Colombia y el centro-sur de Chile. Alcanzamos los 4.000 metros de altura, donde desde un mirador contemplamos absortos la belleza del paisaje al que nos adentramos, con el trío de montañas que forman el imponente Nevado Tres Cruces al fondo, y el salar de Maricunga y la Laguna Santa Rosa abajo en la altiplanicie andina. La visión de semejante lugar sobrecoge el corazón. El viento ya hace acto de presencia y será nuestro compañero sempiterno durante el día de hoy.
Descendemos por la pista y alcanzamos el refugio de la Laguna Santa Rosa a 3.780 metros de altura. El refugio es de madera, con una parte donde se encuentran la cocina, baños y un comedor, y luego otro complejo de cabañas donde están los dormitorios. El lugar es increíble con la Laguna Santa Rosa justo enfrente y donde habita una importante colonia de flamencos. La laguna apenas tiene una profundidad de unos pocos centímetros, y rodeando a la misma se encuentra el salar de Maricunga, terreno salado que antiguamente formó parte de la laguna.
Nos acomodamos en el dormitorio, comemos ensalada y pasta y aprovechamos la tarde para dar un pequeño paseo de unas 2 horas por los alrededores, para visitar la laguna y empezar a hacer algo de ejercicio. Bordeamos por la derecha entre arbustos que crecen sobre la planicie, mientras contemplamos como los flamencos pasan el día alimentándose. Atravesamos una parte del salar y ascendemos por una colina hasta un mirador, desde el cual contemplamos vistas a toda la región. Por una lado se encuentra el refugio y justo detrás el Cerro 7 Hermanas, de 4.900 metros, que ascenderemos mañana como parte del plan de aclimatación. Y justo enfrente la vista de la laguna y el salar es increíble, situadas sobre una inmensa llanura desértica, sobre la que surgen imponentes los volcanes de la zona, donde destaca especialmente el espectacular Nevado Tres Cruces (6.738 m). Es un lugar que hay que conservar para las futuras generaciones, pues es una región muy frágil que puede verse afectada por cualquier actividad. Por ejemplo, recientemente se está empezando a extraer litio en la región y dicha actividad minera podría llegar a desecar la laguna.
Durante toda la ruta nos acompañó un fuerte viento, con rachas de 60-70 Km/h y teníamos que tener mucho cuidado al andar para evitar que el viento nos tirara. El fuerte viento es una de las características de esta región, y puede dar al traste con cualquier ascensión a una montaña de la zona por el peligro que causa. Se suele levantar a medio día y ya dura hasta últimas horas de la tarde. Con este impertinente compañero siempre acompañándonos, ascendemos una pequeña colina para luego volver al refugio bordeando de nuevo la laguna. Ha sido un buen ejercicio para desentumecer las piernas.
Ya de vuelta, descansamos un poco y al rato nos vamos al comedor a cenar. Un zorro se acerca al refugio en busca de comida, mientras va atardeciendo sobre el Nevado Tres Cruces, con tonos anaranjados, azules y rosáceos. La noche nos brinda como colofón un cielo estrellado inigualable donde consigo distinguir la constelación de Oríón, la vía láctea y la Cruz del Sur, entre otras. De hecho esta zona del desierto de Atacama es una de las mejores del mundo para observar el cielo estrellado, debido a su aridez y lo inhóspito del lugar, sin núcleos de población cercanos que puedan contaminar lumínicamente la región.
Juan, contemplando un millón de estrellas desde un lugar inconmensurable.
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