Hoy ascenderemos la primera montaña de esta expedición, el Cerro 7 Hermanas, de 4.884 metros de altura. Su ascensión es importante para ir así acostumbrando el cuerpo a la altitud, y afrontar con las mejores garantías posibles la futura ascensión al Ojos del Salado.
Desayunamos en el comedor del refugio a las 7:00 y después de preparar las mochilas con todo lo necesario iniciamos el ascenso a las 8:00. La montaña se encuentra justo detrás del refugio, y nos tocará ascender 1.100 metros de desnivel, en un largo camino de unos 7 Km de distancia. Como de costumbre el día está despejado, aunque el principal escollo que nos encontraremos será el viento. De momento, al inicio de la jornada el Dios Eolo no ha hecho acto de presencia e incluso hasta hace calor.
Ascendemos por terreno pedregoso, por un camino bien marcado, siempre con la cumbre oteándonos desde las alturas conforme subimos y con la bella laguna Santa Rosa y el imponente Nevado Tres Cruces vigilando nuestras espaldas. Subimos a buen ritmo por una colina, para luego ir recto hacia la arista que nos llevará directa hacia la cima. Voy disfrutando del entorno, con unas vistas increíbles sobre los alrededores conforme vamos ganando altura. Al cabo de una hora hacemos una pequeña parada a los 4.000 m para comer algo y reponer energías, momento en el que hace acto de presencia el viento. Por suerte no será el viento que tuvimos ayer en la ruta de paseo, y aunque pega fuerte, es soportable. Los primeros 600 metros de desnivel los subo con facilidad, pero a partir de ahí empiezo a encontrarme un poco peor y mi ritmo va enlenteciéndose, quizás debido a la altura. Lena y Cristian van más adelante, mientras me quedo un poco rezagado, junto con Julio. Nos reencontramos en la próxima parada para comer algo. Estamos ya muy alto, sobre los 4.600 metros, y la vista es espectacular, divisándose muchas montañas de más de 6.000 m que surgen imponentes sobre la enorme planicie andina sobre la que se sitúa el salar de Maricunga y la laguna Santa Rosa.
Continuamos la ascensión por el continuo terreno pedregoso. Apenas nos quedan 300 metros y la cumbre se ve cercana, pero en pleno bajón físico empiezo a dudar de poder alcanzarla. Además el viento arrecia fuerte y dificulta el avance. Son momentos duros donde lo más fácil es abandonar y descender. Además esta montaña no es el verdadero objetivo de la expedición, y no pasaría nada si no alcanzo su cima. Sin embargo, no soy una persona que se rinda fácilmente y saco fuerzas de flaqueza para continuar hacia arriba. Mi perseverancia y mis ganas por subir son más fuertes que el cansancio que acumulo. Paro a beber y comer algo y continúo siempre hacia arriba. Mis pasos son lentos, pero caminan en una sola dirección: Hacia la cumbre.
En esos momentos hay que buscar algún tipo de distracción mental o motivación pasional que te ayude a seguir hacia delante. Decido andar 100 pasos de seguido y no pararme a descansar y recobrar el aliento hasta conseguirlo. Así, de 100 pasos en 100 pasos avanzo con tesón hacia la cumbre, que cada vez se ve más cerca. El proponerte objetivos a corto plazo que te ayuden a poder alcanzar los verdaderos objetivos finales es fundamental en todo ámbito, y más en el de la montaña, donde hay que recordar siempre que toda ascensión empieza con un solo paso. Es una filosofía de vida, y la montaña es un verdadero campo de juegos donde poner en funcionamiento muchas experiencias vitales. La montaña te enseña a ser humilde, a esperar el momento propicio, a ser precavido, pero a actuar con pasión y perseverancia si verdaderamente quieres conseguir algo. La montaña es eso y mucho más, y por eso mismo uno siempre acaba volviendo a ellas. Hay personas que califican el ascender montañas como una droga que te atrapa irremediablemente, pero yo creo que no es así, simplemente creo que asciendo montañas porque soy feliz en ellas, porque forman parte de mí, y uno no puede separarse de aquello que forma parte de su ser. Quizás hay un momento de toma de decisiones donde uno decide ir por un camino u otro, pero yo hace mucho tiempo que pasé mi “punto de no retorno” y el magnetismo que ejercen las montañas en mí me acompañará toda la vida, pues forma parte inherente de mi ser.
Los últimos metros son de alegría total, cuando sabes que ya has llegado y unos pasos más te llevarán a la cima sin remedio. Allí nos esperan Cristian y Lena, a Julio y a mí que hemos ascendido juntos la última parte. En la cima nos abrazamos los cuatro efusivamente y rápidamente nos refugiamos del fuerte viento junto a unas rocas. Es la 13:30 y he tardado 5 horas y media en superar los 1.100 metros de desnivel para llegar a la cima, aun así dentro del tiempo previsto inicialmente. Las vistas son espectaculares, con 6 montañas justo alrededor de la misma cumbre, de ahí el acertado nombre de 7 Hermanas. Una de ellas es una inmensa mina de cobre, cuya ladera está totalmente horadada, lo que nos recuerda que estamos en una región minera, donde durante mucho tiempo las montañas se han considerado como meros lugares para obtener recursos minerales. Al fondo podemos divisar el resto de volcanes de más de 6.0 00 metros que se erigen altivos sobre el desierto andino de altura, como el Cerro Maricunga, el Portillo, el Volcán Copiapó, el Cerro Solo, el Nevado Tres Cruces, el Barrancas Blancas, entre otros. Toda una hilera de volcanes que protegen y guardan el altiplano andino, donde destaca la bella laguna Santa Rosa y el salar de Maricunga. Una estampa que hay que preservar para las generaciones futuras, pues este ecosistema es tan frágil que podría desaparecer en poco tiempo. Concienciémonos de que hay que cuidar este planeta, y que mejor forma de hacerlo que conociéndolo y respetándolo.
Pasamos media hora en la cumbre disfrutando del entorno, y al rato iniciamos el descenso, que se hace un poco pesado debido a la larga distancia que hemos recorrido previamente en el ascenso a la montaña. En la bajada nos cruzamos con un guanaco que al vernos sale corriendo por la ladera. Este animal, típico de las regiones andinas, habita en esta región, pero es muy solitario y es difícil verlo. Su visión será todo una señal positiva que espero nos traiga suerte en los próximos días. Sobre las 17:00 llego de vuelta al refugio tras 3 horas de dura bajada. Como recompensa al esfuerzo realizado, nos preparamos una barbacoa, con chorizo, pollo y ternera, que nos sienta de maravilla al cuerpo. Estos momentos son sublimes y a pesar del cansancio disfrutamos de la cena charlando entre nosotros y con Juan, el guarda del refugio, un chico chileno muy majo. Son estos momentos los que dan sentido a todo, al viaje interior y al exterior, al viaje de conocimiento propio y al viaje de búsqueda de nuevas emociones, experiencias, y sensaciones. No se puede explicar con palabras, se explica con sentimientos, y éstos estaban alrededor de nosotros, en un lugar tan solitario e inhóspito, que solo hacía dar más realce a la escena.
El sol va poniéndose y nos vamos a descansar. Ha sido un día duro, pero especial, y bajo un bello cielo estrellado los ojos se cierran contentos por haber podido vivir un día tan lleno de verdad.

Juan, buscando nuevos horizontes sobre las venas abiertas de América Latina

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