Final de la expedición – 24 de noviembre de 2011
Del Himalaya al Océano tras 2524 kms de fuerza humana a lo largo del río Ganges
El mar, señores, el mar.
“El Ganges ha sido un símbolo de la India a lo largo de su civilización y cultura, siempre cambiando, siempre fluyendo, y siempre el mismo Ganges. Me recuerda el Himalaya, con sus picos nevados y profundos valles, que yo he amado tanto; y la rica y basta planicie más abajo, donde mi vida y trabajo se ha desarrollado”. Jawaharlal Nehru.
La Expedición Ganges 2011 alcanzó finalmente el mar el pasado 20 de noviembre, concluyendo así con éxito su viaje a lo largo del río río Ganges utilizando únicamente fuerza humana. Han sido 45 días de trekking, ciclismo o remo para completar el recorrido, a lo largo de este sagrado río de la India, que arranco a 4000 m. de altitud en el glaciar de Gaumukh y concluyó en la esquina sur de la isla de Sagar con el Océano Índico en el horizonte.
Tras alcanzar días atrás la ciudad de Calcuta, Elin Bernhard, Gonzalo Suardiaz y Juan Antonio Alegre volvieron a inflar las canoas para alcanzar el mar bajando por el río Hoogly, la primera boca del río Ganges que alcanza el Golfo de Bengala. El lugar elegido fue el Ghat (zona de escaleras que dan al agua) de Babu. Justo enfrente del bulliciosa barrio de Sudder/New Market, área de hostales donde se suelen quedar la mayoría de misioneros y viajeros de bajo presupuesto. Un bonito momento se vivió al volver a sacar las canoas de sus bolsones y darlas forma inflándolas mientras los locales del lugar tomaban su baño purificador del amanecer. Curiosos como siempre, pero con respeto y sin atosigar, miraban extrañados lo que hacían estos extranjeros.
Sin la claridad del día, por lo temprano de la hora y la neblina matinal, se echaron al agua dejando a su espalda el famoso puente de Howrah. Este puente voladizo, construido en 1943, es una de las referencias turísticas y es que su estructura de hierro nos retrotrae a tiempos pasados. A pesar de su antigüedad sigue siendo el más usado para comunicar la zona comercial, administrativa y residencial con la orilla oeste más industrial y final de las principales líneas de tren que se comunican con el resto del país. Un dato muy “indio” es el referirse a él como el puente más transitado del mundo, con 150 mil peatones y 100 mil vehículos pasando por él.
Sin mucho esfuerzo físico, ya que había marea baja y por tanto el agua busca el mar, pasaron por el llamado “segundo” puente de Calcuta. Construido en 1993 nos ofrece una imagen muy moderna siendo significativo para este anárquico país el estar prohibido cruzarlo andando o en vehículo de tracción humana o animal.
Si en la anterior sección de canoa (Allahabad-Varanasi) la mayor dificultad fue el abastecerse de agua y comida y la nula corriente, en esta ocasión lo más reseñable fue la presencia de inmensos barcos mercantes y la existencia de mareas, y es que el mar abierto no está lejos y se deja notar. Indudablemente el primer día fue un constante paso por obsoletos y oxidados embarcaderos para grandes barcos con la presencia de fábricas con sus inmensas humeantes chimeneas. El agua, como era de esperar, presentaba un nauseabundo y contaminado aspecto.
Cuatro días y 115 kms de remo fueron necesarios para alcanzar la localidad de Kachuberia, en la parte norte de la isla de Sagar. Cuatro días en los que sólo se podía remar hasta el mediodía y es que a partir de esa hora la corriente era en contra, marea alta, y el esfuerzo inútil. Si en la vida real remar contra corriente no es fácil en esta ocasión lo único que se podía hacer era irse a la orilla y acampar hasta el amanecer del día siguiente. Campo de cricket/futbol (deporte muy practicado en West Bengal), donde se montó la tienda, caseta abandonada en un pueblo de pescadores, habitáculo en una residencia para minusválidos de los Misioneros de la Caridad fueron algunos de los lugares donde improvisadamente se pasó la noche. El paisaje de la orilla fue cambiando, tras un primer día industrial se pasó a visualizar interminables hileras de chimeneas de las pequeñas fábricas de ladrillos. El barro de la orilla es la materia prima que se usa para los adoquines que posteriormente son cocidos en hornos y quedan listos para su uso. No cabe duda que por aquí la “burbuja de la construcción” aún no ha pinchado.
El último día de navegación estas humeantes chimeneas desaparecieron para dejar una orilla más bonita con palmeras, vegetación y pequeños embarcaciones pesqueras amarradas o navegando. A su vez los barcos mercantes también dejan de estar presentes y es que su ruta al mar abierto pasa por el lado oeste de la isla de Sagar. Una preocupación menos y es que el primer día uno se acercaba silenciosamente por detrás y por primera en todo el viaje se agradeció que tocara la bocina. Ese sonido fue el pistoletazo de salida para remar frenéticamente hacia la orilla y quitarse de en medio, a pesar de su inmensidad vista desde una canoa se movía con velocidad y el nivel de adrenalina subió hasta que acabó pasando por un lado y las olas que generó no volcaron las canoas. Fue uno de los momentos tensos junto a la de la segunda fisura en uno de los flotadores y a la presencia de una serpiente entre las piernas de Elin mientras trataban de fijar un parche en la orilla. Por otro lado momentos estelares más relajantes fueron la presencia de nuevo de delfines gangéticos e inmensidad de diminutos peces saltarines en la parte final donde el agua está limpia.
Tras un cambio de orilla donde se dejó notar el oleaje, Elín, Gonzalo y Juan Antonio llegaron a esta isla donde tenían pensado empezar a caminar hasta alcanzar el lugar sagrado de Ganga Sagar en la esquina sur de esta isla. De la misma manera, a píe, que la expedición arrancó en busca del glaciar de Gaumukh, en el Himalaya, se cruzaría la isla de norte a sur. Fueron 32 kms de reflexión interna y recuerdo de estos últimos cuarenta y cinco días vividos con intensidad. Si la isla de Sagar años atrás fue conocida por la presencia de tigres y cocodrilos que acababan con la vida de innumerables peregrinos, actualmente, vista la presencia de pueblos y el desarrollo rural de la zona esto se hace impensable. A pesar de la nula posibilidad de ser atacado por el famoso tigre de Bengala no faltó la careta para ponerse en el cogote. Años atrás se comprobó que este animal arremetía principalmente por la espalda, tras los testimonios de los que sobrevivieron a sus ataques. Los campesinos empezaron a usar caretas que se ponían en el cogote y curiosamente el índice de incidentes descendió significativamente.
Tras pasar la zona de templos y monasterios de Ganga Sagar se alcanza una gran planicie que da paso a la playa de arena. Uno no se lo podía imaginar de esta manera esperando una orilla más fangosa tras lo visto los días pasados. El escenario y el piso incitan a correr esos metros finales para darse el baño “purificador” en el agua salada del mar. Tras la emoción inicial toca el momento de sacar de las mochilas la botellita de agua del glaciar de Gaumukh y verterla en el mar. Curiosamente el río Ganges desde hace años no vierte agua de su nacimiento en el Himalaya al mar ya que toda la original acaba en los canales que riegan la planicie gangética de Uttar Pradesh, proviniendo el agua que baja por su cauce final de sus afluentes. Un sin sentido más de este río sagrado que arrastra tanta vida como muerte y que tanto sufre con las acciones del pueblo que vive a su orilla y que a la vez le respeta y se purifica en su agua.
Juan Antonio Alegre en la playa donde se levantaba ese simbólico arco de “meta” hacía referencia a lo vivido en este último mes y medio, guiados por la Madre Ganga, que ha tenido tal intensidad que podría ser considerada una vida. Un viaje iniciático que seguro va a marcar a cada uno de los miembros de la expedición y espera que para hacerlos mejores personas. Un mes y medio donde ha conocido o hablado con tantas personas como en años por España.
Para Gonzalo –antes de empezar- había 2500 posibilidades de fracasar, tantas como kilómetros tenía el recorrido. De una manera o de otra, el equipo ha sabido sobreponerse a todas y cada una de las pequeñas dificultades halladas en el camino, llegando al destino final varios días antes de lo esperado y –lo más importante- en perfecto estado de salud. Todavía le cuesta creer que ningún miembro de la expedición tenga un solo rasguño, en un país donde cruzar una calle ya es de por sí toda una aventura.
Elin no acaba de comprender todavía la contradicción de cómo los indios pueden contaminar un río sagrado al que consideran su Madre Ganga, y cómo pueden todas las mañanas tomar un baño purificador en unas aguas tan contaminadas, por lo humano y lo industrial. Sin duda una paradoja inexplicable para la mentalidad sueca.
Ahora mismo los tres miembros de la Expedición Ganges 2011 descansan y disfrutan de lo logrado en la ciudad de Calcuta. Ahí siguen intentando entender esta compleja sociedad india aunque con unos anfitriones como la tolosarra Ane y el indio Raj, a los que se les puede considerar los “cónsules españoles” de esta ciudad al menos en lo social, las cosas son más fáciles. Esta pareja lideran una ONG de asistencia médica, un restaurante español así como una tienda de ropa/recuerdos y un cybercafe que son lugares de reunión y encuentro de los españoles que por aquí pasan.
En cifras, la Expedición Ganges 2011/”De la vida a la muerte” ha supuesto 2524 kms de esfuerzo humano (64 a pie, 326 en canoa y 2134 de ciclismo) con momentos estelares como la llegada en canoa a la fascinante Varanasi, el caótico pedaleo hasta el centro de Calcuta o los espectaculares lugares extremos de este viaje iniciático: las montañas del Himalaya y el Océano Indico.
Más información: