Diario de la expedición
Recibo ahora el relato detallado del aterrizaje violento e imprevisto del trimarán Russian Ocean Way en la costa de Tierra de Fuego, como resultado de la tormenta de viento que sufrieron en la embocadura del Estrecho de Magallanes. Yo también estoy de viaje por estas latitudes y he tratado de resumir este capítulo de una aventura que no cesa desde que salieron de Rusia hace año y medio. Hace un par de días publiqué un pequeño resumen tras hablar por teléfono con ellos. Pido disculpas por la redacción apresurada, pero quiero hacer el honor a estos dos valientes aventureros de la Sociedad Geografica Rusa que sin darse mayor importancia, están escribiendo un capítulo en la historia de la aventura y la exploración. Bendiciones para ellos, como dicen por aquí.
Javier Alonso-Iñarra, miembro de la Junta Directiva de la SGE.
28 de noviembre de 2022
Los navegantes rusos en la Tierra de Fuego
Relato de Evgeny Kovalevsky.
Tras la salida de Comodoro Rivadavia, la capital petrolera de Argentina, en la tarde del día 20 se les acercó un gran grupo de delfines, quizás confundiéndolos con una ballena.
“Los delfines hacían círculos a nuestro alrededor, delante de la proa en grupos de dos o de cinco. Corría con la cámara de una a otra borda, de proa a popa tratando de fotografiarlos… El número aumentaba en la brillante, verdosa agua. Había quizás 200 delfines a nuestro alrededor, se acercaban y a veces podíamos tocar su piel…”
Pero al caer la tarde, navegar se hace menos confortable, en una temperatura no fría sino frígida. Duermen vestidos en los sacos de dormir, no solo por el frío sino para evitar tener que vestirse en caso de emergencia.
“Al levantarme a las 3.45 para mi guardia, todavía he de añadir más ropa: pantalones impermeables, una chaqueta sin mangas, un jersey de poliéster, dos anoraks de plumas y una capucha. El chaquetón impermeable y el chaleco salvavidas. Un balaclava en la cabeza, gorra y bufanda completan mi vestimenta para la guardia. Hacia las 4 de la madrugada el sol comienza a intuirse para aparecer a las 5. La belleza del amanecer me deja sin habla. La Tierra, el océano, y todos nosotros habitantes del planeta despertamos y todo parece volver a la vida…”
Ya es el día 21 que pasa tranquilamente mientras Román Struchkov de Kaliningrado, que se unió a ellos en esta etapa, trata de pescar. El sol luce, el viento de 5 a 6 nudos les llega del noroeste. Algunas rachas obligan a reducir vela mientras consideran si dirigirse directamente a Ushuaia. Necesitan agua pues consumen 10 litros diarios de la reserva de 70. También necesitan gasolina para el pequeño fueraborda de 15 CV esencial para las maniobras de aproximación y atraque. Puerto San Julián queda a 50 millas y deciden seguir, hacia Río Grande en Tierra de Fuego, tras pasar la boca del Estrecho de Magallanes
Todos los circumnavegantes rusos del siglo XIX pasaron por aquí, prefiriendo rodear Cape Horn: Kruzenshtern, Bellingshausen, Litke, Golovnin, Wrangel… Kotzebue casi murió en esta zona cuando una ola lo lanzó por la borda…
El día 23 de noviembre la predicción es mala. Reducen vela a la mitad, y avanzan a 5 o 6 nudos hacia un denso frente de tormenta. El frío es intenso. Al mediodía el viento cambia al suroeste, y su velocidad cae a dos nudos. Han de encender el fueraborda.
“Un viento fuerte de cara se lleva de la cubierta todo lo que no está atado. Nos acercamos a la embocadura del Estrecho de Magallanes… y entonces comienza la tormenta. El viento sopla a 35 nudos, luego a 40, la mar trata de hacer pedazos el trimarán con olas de tres metros que nos inundan, mientras el barco se dobla y desdobla, se retuerce con el ritmo de las olas”
El trimarán trata de atravesar frente a la embocadura pero los elementos son cada vez más fieros. El barco deriva con el viento hacia el océano, mientras la tripulación trata de mantenerse a 20 millas de la costa a fuerza de motor. La tormenta dura ya tres horas, mientras el viento silba en los stays y el suelo del barco se inunda. Pero todavía esperan que la tormenta abata, poder navegar mañana hasta Río Grande.
Pero la tormenta no cede. En la mañana del 24 se cumplen casi 24 horas sin tregua, con rachas de 30-40 nudos.
“Arriamos la vela por la noche. El frío es intenso. Todos estamos totalmente calados, incluso las hamacas donde dormimos están empapadas. Cada poco golpes violentas de agua nos inundan”
EL trimarán se aproxima a Río Grande hacia las 11 de la mañana. El viento sopla del oeste a 50 nudos y necesitan llegar a la boca del rio pero ven imposible acercarse a la costa con ese viento. Cuando alcanzan a hacerlo, dejan caer el ancla y llaman a la guardia costera. Los argentinos responden, pero advierten que no cuentan con una embarcación suficientemente potente para remolcarlos a tierra.
“Nos damos cuenta que no podremos estar anclados mucho tiempo en estas condiciones. El viento nos va a hacer pedazos tarde o más bien temprano. Entonces sucede algo terrible: el ancla agarra pero el cabo de amarre se parte y de pronto nos vemos arrastrados hacia el océano, hacia Africa! Nuestra única esperanza es el pequeño motor de 15 caballas y el resto de gasolina que nos queda, para tratar de acercarnos a la costa y pasar sobre las rompientes a la playa”
Stanislav se arregla para acercar el barco a la costa mientras Evgeny Kovalevsky se afana en la proa. 40 minutos más tarde ya ven la arena negra de la playa y las olas que rompen en ella.
“Me preparo para saltar al agua tan pronto las olas nos acerquen a una profundidad adecuada. Un golpe de mar y caigo al agua por la proa agarrado al cabo roto del ancla. Stanislav apenas puede salvar el motor de hundirse mientras trato de acercarme caminando entre las olas a la orilla en la arena que se hunde bajo mis pies. Un golpe de agua arrastra a Stanislav sobre la borda mientras trataba de recoger el timón. Hay poca profundidad pero las olas le arrastran y voltean. Sigo agarrado al cabo roto del ancla, mientras los otros dos logran acercarse y ayudar. Varios locales que nos han visto aproximarnos se acercan corriendo y agarran el cabo, nos ayudan. Uno de ellos consigue clavar un tubo de hierro en la arena y allí atamos el cabo”
A marea baja y con la ayuda de los voluntarios locales consiguen subir el trimarán por la playa hasta una distancia segura del agua. Resulta que han sobordado frente a la casa del único ruso residente en Río Grande. El tocayo de Evgeny les invita a su casa.
Tres días más tarde, hoy mismo, Stanislav Berezkin y Evgeny Kovalevsky salen de nuevo a la mar. El otro miembro circunstancial de la tripulación se queda allí mientras ellos se dirigen a Puerto Williams o Ushuaia. Allí tienen previsto llegar en dos días.
Hoy tuve la oportunidad de hablar con ellos. Tras la salida de Comodoro hacia el sur, los vientos y las corrientes al llegar a Tierra de Fuego hicieron peligrar seriamente su navegación. La armada argentina advirtió que los barcos disponibles para ayudarlos eran demasiado pequeños. Cerca ya de la costa, con vientos del oeste de 40 nudos se vieron arrastrados mar adentro por lo que echaron el ancla. Al cabo de un rato el cabo del ancla se rompió y hubieron de tomar tierra en los alrededores de Río Grande. Mientras esperan mejores condiciones varios equipos del barco han desaparecido… entre ellos algo tan inusual como dos contadores Geiger con los que vienen evaluando la radiactividad en el mar. Uno apareció más tarde, descartado por los ladrones que sin embargo se hicieron con ropa, trajes secos imprescindibles para el frío y otros enseres. Su moral está alta, la paciencia a prueba… pero lo van a superar como han superado el sinfín de percances sucedidos desde su salida de San Petersburgo. Tan pronto viento y mar lo permitan, continuarán a Puerto Williams, quizás Ushuaia, para doblar el cabo y enfrentar el Pacífico. Una aventura única, dos valientes como pocos.
Hoy tuve la oportunidad de hablar con ellos. Tras la salida de Comodoro hacia el sur, los vientos y las corrientes al llegar a Tierra de Fuego hicieron peligrar seriamente su navegación. La armada argentina advirtió que los barcos disponibles para ayudarlos eran demasiado pequeños. Cerca ya de la costa, con vientos del oeste de 40 nudos se vieron arrastrados mar adentro por lo que echaron el ancla. Al cabo de un rato el cabo del ancla se rompió y hubieron de tomar tierra en los alrededores de Río Grande. Mientras esperan mejores condiciones varios equipos del barco han desaparecido… entre ellos algo tan inusual como dos contadores Geiger con los que vienen evaluando la radiactividad en el mar. Uno apareció más tarde, descartado por los ladrones que sin embargo se hicieron con ropa, trajes secos imprescindibles para el frío y otros enseres. Su moral está alta, la paciencia a prueba… pero lo van a superar como han superado el sinfín de percances sucedidos desde su salida de San Petersburgo. Tan pronto viento y mar lo permitan, continuarán a Puerto Williams, quizás Ushuaia, para doblar el cabo y enfrentar el Pacífico. Una aventura única, dos valientes como pocos.