Sociedad Geográfica Española

El siglo XVIII fue el siglo de las grandes expediciones científicas españolas que recorrieron todos los confines del Imperio renovando la botánica, la ingeniería, la medicina o las técnicas de navegación. Fueron aventuras que dieron lugar a importantes hallazgos científicos, pero también a apasionantes relatos de exploración y aventura. Una de las más originales fue la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.

La Ilustración fue una época de cambios y de descubrimientos, pero sobre todo, fue el gran siglo de la Ciencia. Dentro del momvimiento general de desarrollo científico, ocupan un papel destacado las múltiples expediciones que las coronas europeas organizaron a los territorios de ultramar en un intento de controlar territorios, inventariar recursos y desarrollar determinados ámbitos de la investigación científica.

Como en el resto de Europa, en España también proliferaron a lo largo del siglo XVIII y principios del XIX, las grandes aventuras de exploración por nuestras colonias americanas y orientales con objetivos botánicos, geodésicos o políticos. Una de las más originales fue sin duda la llamada Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, que fue realmente el último de los grandes viajes ilustrados impulsados por los borbones, ya en los albores del siglo XIX.

Esta original expedición partió del puerto de La Coruña en 1803 dirigida por el médico militares español Francisco Javier Balmis  y con un objetivo absolutamente filantrópico: propagar en América y Filipinas la vacuna contra la viruela que acababa de descubrir en 1796 Jenner. Para ello, Balmis no dudó en dar la vuelta el mundo llevando consigo a ventidos huérfanos de La Coruña que fueron inoculados sucesivamente a lo largo del viaje para mantener vivo el virus vacunal. Uno de los datos curiosos de la expedición es que con ellos viajaba una mujer, caso raro en este tipo de expediciones. Era Isabel Sendales y Gómez, rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña, cuya misión consistía en atender a los pequeños y, lo más importante, vigilar que no se rascaran las heridas para evitar cualquier contagio.

La también llamada “Expedición de Balmis, fue realmente una hazaña científica, además de un viaje lleno de penosas peripecias, por caminos intransitables en los que era preciso transportar a los niños a hombros de indígenas, con fricciones con las autoridades locales que no comprendían el objetivo de la misión, y en el que Balmis desarrolló un notable talento para la organización y para conseguir la colaboración de las instituciones civiles, militares y eclesiástica. Balmis, como todos los viajeros ilustrados de la época, aprovechó además el viaje para interesarse por los problemas de las comunidades locales, por la naturaleza que encontraba a su paso y por estudiar su posible aplicación terapéutica.

Para la historia médica española fue una de sus aventuras más interesantes, y tuvo una repercusión decisiva en la salud de las colonias.

La lucha contra la viruela

Los españoles habían llevado la viruela al nuevo continente en el siglo XVI y fue siempre un problema sanitario de difícil control hasta que Balmis llegó en 1804 repartiendo la vacuna y su manual de control de la viruela,  por las principales ciudades, instruyendo a los cirujanos y a la población, y dando los primeros pasos en un trabajo que fructificaría en la erradicación de la viruela en México y en los países latinoamericanos un siglo y medio después.

La expedición que partió de La Coruña el 30 de noviembre de 1803 en la corbeta María Pita estaba compuesta por dos cirujanos, cinco médicos, tres enfermeros y 22 niños expósitos, todos bajo la dirección de Francisco Xavier Balmis, y como subdirector José Salvany Lleopart. Además del virus inoculado en los niños, la corbeta transportaba dos tesoros muy valiosos:  una carga de linfa de vacuna guardado entre placas de vidrio selladas, y miles de ejemplares de un tratado que explicaba cómo vacunar y conservar la linfa.

En mayo de 1804 la expedición llegó a Puerto Rico, donde se enteraron  de que las autoridades locales ya habían conseguido la vacuna a través de la colonia danesa de Saint Thomas. No obstante, como en el resto de los lugares que visitaron a partir de entonces, organizaron una Junta Central de Vacunación que se encargaría de llevar un registro de las vacunaciones y de mantener el suero necesario para las futuras inmunizaciones. Además de la aventura propiamente médica, no faltan en el relato del viaje las anécdotas viajeras, como el naufragio que sufrieron en la primera travesía del que afortunadamente fuero rescatados sin daños personales, y llevados a Cartagena de Indias, donde prosiguen su tarea.

Para trabajar mejor, la expedición se dividió en dos grupos, uno de ellos, dirigido por el propio Balmis, partió hacia Venezuela y Cuba, para después  seguir rumbo a Méjico, donde Balmis había trabajado varios años y era muy estimado. Una vez completado su recorrido por América Central, cruzaron el océano Pacífico y llegaron a Asia, donde visitaron Filipinas, Macao y Cantón para regresar a España, donde llegaron cuatro años después de su partida, en septiembre de 1806.  La otra parte de la expedición, a cargo de Salvany, recorrió durante siete años el territorio suramericano, visitando Venezuela, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Bolivia durante siete años. Fue un viaje duro y penoso en el que el propio Salvany perdió la vida. Tenía sólo 34 años.

El trabajo de ambas expediciones fue similar a lo largo de todo el recorrido: en todos los lugares por donde pasaban, vacunaban, dejaban instrucciones y una cierta organización sanitaria para mantener las vacunaciones. el moderno procedimiento de la vacuna suscitaba lógicamente muchos recelos en las poblaciones, de forma que en ocasiones los nobles debían de ser vacunados en primer lugar junto con sus familias para que el resto de la población se dejase vacunar. Grupos enteros de indígenas se resistieron masivamente a la vacunación. Los viajeros llevaban un registro completo del trabajo realizado en cada etapa y de las vacunaciones realizadas, por ejemplo: 56.000 en Colombia, 7.000 en Cuenca (Ecuador), 22.726 en el reino de Perú.

Esta expedición fue muy valorada en su tiempo e incluso el propio Jenner, inventor de la vacuna, al conocer la iniciativa dijo: “No me imagino que en los anales de la historia haya un ejemplo de filantropía tan noble y tan extenso como éste”. La de Balmis-Salvany fue probablemente el primer programa oficial de vacunación masiva realizado en el mundo, pero también tenía elementos políticos y formaba parte de un programa de gobierno: era un intento del rey Carlos IV de llevar los nuevos avances sanitarios a sus colonias y controlar el territorio.

La expedición de Balmis debe incluirse dentro del movimiento de grandes expediciones científicas ilustradas, financiadas generalmente por las coronas europeas. Desde el punto de vista de la historia de los viajes y exploraciones, supuso toda una aventura prolongada en el tiempo: siete años de peripecias, de recorridos por lugares impenetrables, de contacto con poblaciones locales aisladas. Es notable el tesón de unos hombres que sólo por distribuir la nueva vacuna fueron capaces de atravesar selvas, acceder a las más altas cumbres andinas o adentrarse en territorios casi inaccesibles a pie, a caballo o en canoas.