Sofía Casanova, reportera y escritora

Por Marga Martínez

Bibliografía: Boletín 62 – El viaje de los alimentos

 

Conocida por ser la primera corresponsal permanente de guerra de nuestro país (Carmen de Burgos cubrió episodios de la guerra de Melilla), la vida de la escritora gallega Sofía Casanova es la historia de la primera mitad del azaroso siglo XX. Fue la mujer que entrevistó a Trotski en San Petersburgo, y que conoció a personalidades de mundos tan dispares como León Tolstoi y Marie Curie. No solo vivió las dos grandes guerras mundiales, también fue testigo del nacimiento del sindicalismo, de la invasión de Polonia, de la lucha de las sufragistas en Inglaterra, del nacimiento del partido bolchevique en Rusia y de la guerra civil española. Casanova, una mujer de historia para la Historia, recorrió la piel de Europa de cabo a rabo en más de una docena de ocasiones, y fue, además de una prolija escritora, poeta y periodista, una gran divulgadora de la cultura polaca.

 

Con ese halo de atemporalidad que da la impresión fotográfica de las antiguas rotativas, dos enfermeras miran de frente a los lectores que abrieron ese día el ABC por su página 2. Era el 8 de abril de 1915. Ambas, vestidas con el blanco uniforme de la Cruz Roja, flanquean una cama de un barracón convertido hospital, junto a dos heridos de guerra que se incorporan a duras penas para también mirar a cámara. Esa imagen granulosa de la enfermera que se encuentra en la parte posterior del plano está marcada con una X para poder ser presentada en el pie de foto: “La guerra europea. Sala de heridos en el hospital de urgencia de la estación Varsovia-Viena, por el cual han pasado desde primeros de agosto a fin de marzo 140.000 heridos. En la fotografía se ve a nuestra corresponsal en Polonia, la señora Doña Sofía Casanova (X)”.

 

CORRESPONSAL DEL ABC

Esa enfermera marcada con la X, “nuestra corresponsal en Polonia” es presentada después, en la página 7, como la ilustre escritora Sofía Casanova que se había dignado aceptar el cargo de cronista de la primera Gran Guerra para el ABC. Y así, con una mezcla de nostalgia e incertidumbre, comienza la primera crónica de guerra en el frente oriental de Sofía Casanova para el rotativo madrileño: “Se ensangrientan los azules mares de Bizancio, y el mundo entero sigue con ávidos ojos la tremenda lucha que dará á Europa ese resto del magnífico mundo antiguo. ¿En qué condiciones van á repartirse los poderosos -aliados o no – el derecho sobre mares, pueblos y razas?”

De este modo se iniciaba una intensa labor informativa para el ABC que se prolongó hasta 1944. Desde Polonia primero, y desde distintos puntos de Rusia después, durante la Primera Guerra Mundial, Casanova contaba a los lectores del ABC las graves consecuencias de una sangrienta guerra y el sufrimiento que la contienda ocasionaba a la población civil del Este de Europa. Denunció la brutalidad de una guerra en la que, por primera vez, se utilizaron las armas químicas para aniquilar al enemigo. En una época en la que las noticias llegaban a través de notas de agencia, Sofía Casanova desarrolló una ingente correspondencia con crónicas que, aunque a veces tardaban semanas o meses en llegar a Madrid, eran esperadas con especial interés, y que destacaban no solo por su perfil humano y periodístico, sino también por un alto valor literario. La escritora gallega vio facilitada su labor en el frente oriental porque no se le identificaba como un habitual corresponsal de prensa; esta circunstancia fue posible por su condición de española y las buenas relaciones con el embajador español, por un lado, y, por otro, por ser miembro de la aristocracia polaca, al pertenecer a la familia Lutoslawski, circunstancia que le permitió conocer a diplomáticos extranjeros y personajes destacados de la cultura y la política polaca y rusa del momento.

Trabajó, pues, como corresponsal para ABC durante más de treinta años hasta que, durante la Segunda Guerra Mundial, Luca de Tena censuró las críticas opiniones que Casanova plasmaba sobre el bando nazi. La escritora, decepcionada, no aceptó el veto, y siguió escribiendo por su cuenta para contar con libertad la situación del castigado pueblo polaco.

 

UNA INTENSA Y LARGA VIDA EN LAS TRINCHERAS DE LA HISTORIA

Como si de una macabra lotería se tratara, a Sofía Guadalupe Pérez Casanova de Lutoslawski le tocó vivir nada menos que cuatro guerras. Sin embargo, los viajes, huídas y visiones de una Europa que se desangraba a través de sus clases sociales más débiles, no mermaron en absoluto su capacidad creadora. Su producción literaria fue ingente: publicó poesía, novelas, libros de relatos, cuentos para niños, una comedia y más de 1.200 artículos en periódicos y revistas en Galicia, Madrid y Polonia. Con 13 años y una maleta llena de libros, llegaba Sofía junto con su familia a Madrid. Para hacer hueco en su equipaje a la literatura, “Sofitiña” decidió sacrificar dos pares de zapatos y tres enaguas, para gran sorpresa de su madre. Así, se instaló en la capital, donde se inició como poeta, con una seguridad impropia de una niña de esa edad.

Frecuentó las reuniones que celebraba el Marqués de Valmar, y los círculos literarios donde conoció a José Zorrilla, Juan Valera y Ramón de Campoamor. Alfonso XII, que fue un gran admirador de su obra, llegó a financiar su primer libro de poesía. Comenzó a publicar en El Faro de Vigo, y con tan solo veinte años firmaba habitualmente en medios de Madrid y Galicia.

En estas reuniones conoció al filósofo, aristócrata polaco y estudioso de Platón, Wicenty Lutoslaswki, con quien se casó en 1887 para establecerse en Polonia, la que habría de ser patria de adopción de Sofía, a la que profesó un amor profundo que le llevó a defender apasionadamente su independencia cuando el país era despedazado por los intereses extranjeros.

 

TIEMPO DE VIAJES Y ESTUDIO DE IDIOMAS

El trabajo como diplomático de su marido les obligaba a viajar constantemente por toda Europa, y Sofía aprovechó la circunstancia para estudiar idiomas, llegando a dominar ocho lenguas, y para desarrollar su trabajo de periodista con interesantes crónicas viajeras. Colaboró en periódicos de ámbito nacional como ABC, La Época, El Liberal, El Mundo, El Imparcial de Madrid, Blanco y Negro, la revista Galicia, y otras publicaciones gallegas. Colaboró, además, en prensa internacional en medios como la Gaceta Polska y The New York Times.

Esta vida itinerante le permitió vivir la lucha de las sufragistas en Inglaterra, vivir el nacimiento del sindicalismo, también el del partido bolchevique en una Rusia aún zarista y, por supuesto, las dos grandes contiendas mundiales. De esta experiencia viajera nacieron libros como: Sobre el Volga helado (1903) y Viajes y aventura de una muñeca española (1920). Pero en Madrid, sus Cartas de Polonia o Desde Rusia entusiasmaban a quienes las leían en El Imparcial de Madrid. Las crónicas de Casanova eran costumbristas, y acercaban a los lectores a un mundo exótico y desconocido. Tal vez sin saberlo, la escritora gallega contribuyó de una forma más que notable a la difusión de la cultura polaca en España.

 

UNA VIDA FAMILIAR DIFÍCIL

Sin embargo, el matrimonio con Lutoslaswki no fue como ella hubiera deseado. El filósofo estaba obsesionado con tener un hijo varón que perpetuara su apellido y que se convirtiera en el gran libertador de Polonia, pero Sofía solo le daba hijas (María, Izabela, Yadwiga y Halina) y nunca llegó el ansiado heredero. Para colmo de males, en 1894 se trasladaron a Londres, donde Yadwiga enfermó y murió de disentería. Las circunstancias en las que se produjo la muerte no ayudaron precisamente a arreglar la relación del matrimonio, puesto que Sofía insistió en llamar al médico pero Wicenty, convencido de que él mismo podría curarla, se negó. El 17 de septiembre de 1895 moría la niña con tan solo cinco años. Para su madre fue un terrible golpe, y para el matrimonio supuso el final definitivo.

En 1910 Sofía Casanova impartió una conferencia en el Ateneo de Madrid, uno de los principales foros de la intelectualidad española. “La mujer española en el extranjero” fue el título de la ponencia a través de la que expresó sus opiniones, basadas en su experiencia vital tanto en el extranjero, como a través de la opinión que los intelectuales extranjeros tenían de España y de los españoles. La escritora gallega dejó constancia de su preocupación por asuntos graves, como el problema del analfabetismo de la población española, una auténtica vergüenza de la que había tomado conciencia en Polonia, así como del papel de la mujer en el mundo moderno.

 

DE POLONIA A ESPAÑA Y VICEVERSA

Sofía volvía periódicamente a Galicia con sus hijas y aprovechó para escribir, publicar, dar su opinión y remover conciencias sobre la lamentable situación de las mujeres y de la infancia en España, en aspectos tan básicos como la educación y la higiene. Al volver a Polonia en 1914 para reencontrarse con su familia política, la Gran Guerra le sorprendió en Drozdowo, donde los Lutoslaswki tenían su hacienda, y todo cambió: los polacos, y Sofía Casanova con ellos, fueron evacuados a Rusia, primero a Moscú y a San Petersburgo después, ante el avance del ejército alemán. Allí, en San Petersburgo, permaneció tres años en los que también vivió la revolución bolchevique de 1917.

Tras gestiones diplomáticas, Casanova y su familia consiguieron regresar a Polonia y de ahí a España, una vez finalizada la Primera Gran Guerra, donde fue recibida como una estrella. En esta época, Casanova desarrolló una ingente labor periodística como corresponsal en Varsovia, enviando también crónicas a Buenos Aires. Hasta 1938 volvió en repetidas ocasiones a España, pero el mundo seguía siendo un lugar inestable, las aguas seguían revueltas en un periodo en el que ni Europa, ni España, conseguían encontrar la paz.

 

EN LA “JAULA DE LAS FIERAS” DE LOS BOLCHEVIQUES

“Cuando hace cuatro días me decidí en secreto de mi familia a ir al Instituto Smolny, una nevada densa y callada caía sobre San Petersburgo. Deseaba y temía ir – por qué no confesarlo – al apartado lugar donde funcionan todas las dependencias del Gobierno popular. Como no me atrevía a ir sola, ni otra persona alguna hubiera querido acompañarme, dije a la fiel gallega, inseparable nuestra en estas penalidades, que viniera conmigo, pero sin descubrirla el objeto de nuestra salida…”

Así comenzaba la crónica “En la jaula de las fieras” donde la escritora y periodista entrevistaba a Trostki. En la entrevista, posiblemente censurada, descubrimos a una mujer valiente, segura de sí misma, que no tiene temor alguno en adentrarse en el centro de operaciones de la revolución bolchevique para entrevistar al entonces Ministro de Negocios Extranjeros de Lenin. Casanova no ocultaba su anticomunismo y no dudó en contar la mala impresión que le dio el ministro: “No se revela en él ni la voluntad, ni la inteligencia; nada, en fin, potencialmente fuerte. Podría pasar por un artista decadente, y, sin embargo, yo creo que tiene un valor irremplazable en la Rusia actual, y que no son las circunstancias precarias las que dan relieve a una medianía”.

Casanova llegó a San Petersburgo en 1915 tras el avance alemán, que le obligó a salir de Varsovia, donde había estado trabajando como enfermera de la Cruz Roja atendiendo a los heridos de guerra. Tuvo que tomar el último tren a Minsk, Moscú y finalmente San Petersburgo. Había llegado, pues, como una refugiada polaca y sufrió, además, el asesinato de sus dos cuñados, acusados de contrarrevolucionarios, a manos de los bolcheviques. Sin embargo, todos estos avatares no le impidieron seguir realizando su labor de reportera, con crónicas como la que daba cuenta de la muerte de Rasputin o la mencionada entrevista a Trotski. Sus crónicas llegaron a ser censuradas por los rusos y, en España se llegó a darla por muerta. Sus escritos reflejan valentía y la denuncia del sufrimiento de los refugiados que tuvieron que huir a Rusia perseguidos por la guerra, la mayor de las inmoralidades, en la que siempre buscará esperanzas de paz.

 

LA ENTREVISTA CON FRANCO EN BURGOS

Conviene señalar cómo, tras su inicial simpatía por la revolución rusa, sus vivencias posteriores, además de su formación familiar, le hicieron convertirse pronto en una mujer conservadora, profundamente católica y anticomunista. Casanova vivió la guerra civil española en Varsovia, y no dejó de enviar crónicas y cartas apoyando el bando nacional, a pesar de que el diario ABC estuvo incautado, y criticando con dureza a los republicanos. Franco no dudó en aprovechar esta circunstancia para entrevistarse con ella en Burgos durante la guerra. A través de una carta de Serrano Suñer se le trasladó su interés en recibirla, debido a su insigne labor que desde Varsovia realizaba a favor de la causa nacional. Ni corta ni perezosa, Casanova emprendió viaje desde Varsovia a Burgos para entrevistarse con Franco en 1938 y, tras la audiencia, regresar a la ciudad del Vístula. Esta relación con Franco le ayudó a vivir con cierta seguridad cuando Hitler invadió Polonia, ya que fue protegida por el embajador en Berlín. Casanova, una vez más, tuvo que ver de cerca los horrores de una guerra infame con la visión de los campos de concentración en su querida Polonia.

 

MUJER, CORRESPONSAL DE GUERRA Y EN EL FRENTE

La investigadora de la Universidad de Liverpool Kirsty Hooper en ‘Vida e tempo de Sofía Casanova’ señala que “Pese a su obra formidable y heterogénea, Casanova fue recordada durante décadas no como escritora e intelectual, sino como una figura exótica en la periferia de la cultura española y -peor aún- como un símbolo idealizado de la femineidad nacional-católica”.

Injustamente, en numerosas ocasiones, no se consideró a Casanova como reportera de guerra, dado que su situación en el frente parecía estar justificada por razones familiares, y su labor podía responder, más que a una actividad profesional, al pasatiempo de una madre de familia bien. Fuera como fuere, lo cierto es que la vida y obra de Sofía Casanova fue extraordinaria y poco común. Con un pensamiento conservador y profundamente católico, acentuado por la difícil época que le tocó vivir, descubrimos a una mujer valiente, pacifista y defensora de la participación de la mujer en la esfera pública; al mismo tiempo una mujer contradictoria, incapaz, por sus creencias religiosas, de divorciarse de su marido, a pesar de que vivieron separados y ella tuvo que encontrar su sustento en su trabajo como escritora y periodista.

Fue una mujer en un mundo de hombres, que tomaba partido en cualquier situación, para desconcierto de muchos y con la complicación asociada de no poder etiquetarla en un sitio u otro. Culta, independiente y trabajadora prolífica, desarrolló un importante activismo en el movimiento de las mujeres, y, sobre todo, fue testigo y excepcional cronista de una época convulsa.

Sofía siguió escribiendo hasta el fin de sus días a pesar de su ceguera, provocada por un golpe durante las revueltas bolcheviques rusas, ayudada de un cartoncito que le sujetaba el papel… una “pobre mujer” como se definió a sí misma: “Pobre mujer, siento y creo que todas las conquistas logradas a costa de tan nefandos crímenes, de tan inconsolables dolores, no son buenas, ni han de traer suerte a las naciones que las han buscado.”