INDIOS AISLADOS. EL RESPETO A LA DIFERENCIA

Sydney Possuelo es uno de los más importantes indigenistas del mundo. Ha sido presidente de FUNAI entre 1991 y 1993 y creó el Sistema de Protección de los Indios Aislados de Brasil, cuya política innovadora garantizó a los pueblos indígenas aislados el derecho a permanecer en dicha condición. Sydney Possuelo recibió el Premio Internacional de la Sociedad Geográfica Española en 2003. Este texto que aquí reproducimos del libro “Los guardianes de la Biodiversidad” (Lunwerg Ed. 2009), resume su forma de ver el tema de los indios aislados, tras más de cuarenta años de experiencia en las selvas brasileñas.

Entre pequeños períodos administrativos, fueron largas las expediciones que viví en la Amazonía durante más de cuatro décadas. Allí, las enormes diferencias entre indios y no indios eran, debido al mismo abandono, la indiferencia y los abusos de relaciones, similares a las de los señores y sus siervos. En la Amazonía, las grandes distancias aumentan la soledad y los gritos de los necesitados son acallados entre la magnitud de la selva y no llegan a los oídos de los políticos. Un verdadero caldo de tensiones sociales. Una escuela de vida respaldada por millones de kilómetros cuadrados donde la distancia y el tiempo tienen otras medidas, valores y significados.

Una escuela de aprendizaje larga y dolorosa que encanta y hiere, sangra y cura, a veces vive, otras mata. Donde una naturaleza grandiosa desfila con una gran variedad de formas, fauna y flora; donde la lluvia mansa riega la tierra y violentas tormentas dañan el suelo derribando grandes árboles; donde las aguas claras u oscuras, se deslizan por una infinidad de ríos, alimentándolos como sangre, intrínsecos en ese sistema de vida. Pero además de los grandes ríos, después del último riachuelo, después de todo, se llega a los territorios de los pueblos indígenas aislados, los indios bravos. Restos de pueblos que otrora formaban grandes concentraciones de valientes guerreros, hoy se reducen a un puñado de hombres, implacablemente perseguidos por nuestra falta de humanidad. Allí, en varias expediciones estuve durante mucho tiempo. Penetré en sus tierras, creyendo en supuestos en los que ya no creo. Expuse al mundo lo que la selva escondía y albergaba.

Fueron siete los pueblos a los que interrumpí en su deseo de aislamiento y distanciamiento. Expuestos a un mundo desconocido y hostil en el que nunca fueron incluidos, permanecen ahora tan distantes, como antes la selva. De nada les valió el contacto con nuestra sociedad, si no es por el daño multiplicado.

Éste fue mi destino manifiesto y dolorido aprendizaje.

De esta experiencia es de donde surgió mi propuesta de modificar la política de contacto llevada a cabo hasta entonces, por otra basada en el respeto a su tierra, a su forma de vida tradicional y a su derecho de permanecer aislados. De este modo, en 1987, la FUNAI, agencia oficial del Gobierno brasileño para la defensa de los pueblos indígenas, aceptó la propuesta y pude crear un nuevo departamento que dirigí durante más de veinte años. Esta nueva política terminó con los contactos forzados e intenta garantizar a los pueblos aislados sus derechos fundamentales. Mirando al pasado me pregunto si era necesario causar tanto sufrimiento y dolor a los pueblos contactados, o si quizá existían otros caminos. ¿Dónde está la verdadera razón por la que existe el derecho y la justicia? Pienso que las grandes soledades del planeta, como los desiertos, los vastos glaciares, las estepas los mares y las selvas, pueden suscitar al corazón del hombre la grandeza de amores o la locura de odios, que, de manera incontrolable, es imposible la indiferencia: o se dejan y no se vuelve nunca más, o se enamora uno y nunca más se dejan. En este paisaje de valores imponderables, ¿Quién tiene la razón? ¿Quién se equivoca? ¿Quién es el héroe y quién el bandido?