El Vesubio, muerte y vida de Pompeya

Domina el golfo de Nápoles y sus cenizas ardientes arrasaron las ciudades romanas de Pompeya y Herculano causando miles de víctimas.

Pero esos mismos materiales volcánicos formaron una gruesa capa que cubrió y protegió casas, calles, mansiones, teatros, comercios, termas, lupanares y foros. Y, así, gracias a la violenta erupción del año 79, podemos conocer de cerca la vida cotidiana, las costumbres domésticas, religiosas o festivas, la organización social y hasta los ritos funerarios de los habitantes de estas dos ciudades de la Campania italiana en la segunda mitad del siglo I.

El volcán asesino

El Vesubio, el más activo y peligroso volcán de la Europa continental, está situado a escasos nueve kilómetros de Nápoles, en la Campania italiana. Una de sus más violentas y destructivas erupciones tuvo lugar el 24 de agosto del año 79 de nuestra era, causando la destrucción total de las ciudades de Pompeya y Herculano. Sin embargo, antes y después de esta fecha tan señalada, el volcán entró en erupción en muchas ocasiones. En el año 472  Europa meridional quedó cubierta por sus cenizas, y en 1631 se produce una erupción muy violenta alcanzando sus cenizas Estambul. A lo largo del siglo XVIII se produjeron fuertes erupciones seis veces, ocho en el siglo XIX (la más importante en 1872) y tres muy intensas también en el siglo XX, en 1906,1929 y en 1944, en plena guerra mundial. Desde esa fecha el volcán ha permanecido tranquilo.

Hoy el Vesubio es considerado uno de los volcanes más peligrosos del mundo, su latente descanso podría generar, en un futuro quizá no muy lejano, una gran erupción de consecuencias catastróficas, debido a la intensa demografía que se asienta en su entorno. Se calcula que una nueva erupción podría afectar a casi 3.000.000 millones de personas. Una demostración sorprendente de cómo el ser humano arraiga en territorios potencialmente peligrosos sin considerar el posible riesgo que ello implica para su supervivencia. Así es y así ha sido también en la antigüedad. Porque es sabido que El Vesubio, considerado un lugar sagrado por griegos y romanos, conocido desde muy antiguo por sus violentas erupciones, vio crecer sin embargo en sus fértiles tierras florecientes ciudades.

Dos de ellas, Pompeya y Herculano, fueron arrasadas en agosto del año 79, apenas un mes después de ser coronado el emperador Tito. Ambas quedaron encapsuladas por las cenizas ardientes en el tiempo de la catástrofe, y constituyen hoy el testimonio más extraordinario de la vida de una ciudad romana en toda su amplitud: las casas y su decoración, las costumbres, las profesiones, la comida, los dioses, las diversiones, la vida sexual, el gobierno etc. Un fresco incomparable de la vida en la antigüedad que ningún otro yacimiento arqueológico ha logrado jamás.

La destructiva erupción fue narrada por Plinio el Joven, que comenta también que a principios de agosto del año 79 se produjeron en la zona numerosos temblores y aun pequeños terremotos que no lograron alarmar a la población por ser estos fenómenos frecuentes en la región de Campania. Sin embargo en esta ocasión a estos signos de aviso siguió la catastrófica erupción de los días 24 y 25 de agosto, casi veinte horas interrumpidas de terror y devastación que marcaron para siempre la historia de toda la Campania. Pompeya y Herculano fueron alcanzadas de lleno por los violentos flujos piroclásticos y las cenizas ardientes, sepultando en vida a sus habitantes y a todas sus posesiones, fosilizándolos para la historia en un testimonio sobrecogedor.

Como decíamos, Plinio el Joven (sobrino del gran Plinio, quien contempló desde el mar la erupción y murió en la costa al intentar socorrer a los desgraciados habitantes de la zona) observa la aterradora erupción desde Miseno, a unos 35 km del volcán y la narra casi a tiempo real, así como las trágicas circunstancias de la muerte de su tío, en una larga carta al historiador Tácito. Gracias a su descripción se ha podido determinar que la columna de la erupción alcanzó más de 30 kilómetros de altura, y que la temperatura de las cenizas ardientes pudo llegar a los 850 grados al ser expulsados por la boca del volcán y no menos de 350 cuando alcanzaron Pompeya.

Se trataba de la segunda catástrofe que afectaba a Pompeya en pocos años, ya que diecisiete antes había sufrido un fuerte terremoto que sacudió toda la bahía de Nápoles, causando graves desperfectos en la ciudad, muchos de los cuales no habían sido reparados todavía cuando fue sepultada por la erupción del Vesubio. Según los cálculos,  en Pompeya vivían en ese momento entre 15.000 y 25.000 habitantes, mientras Herculano, mucho más pequeña, albergaría en torno a 5.000 personas. No se sabe a ciencia cierta cuántos perecieron durante la catástrofe y las sucesivas campañas de excavación van descubriendo nuevas víctimas en los más diversos lugares y actitudes. Hasta el momento han aparecido unos 2.000 cuerpos de los que se han obtenido moldes en yeso, rellenando los huecos de los cuerpos atrapados y calcinados por las ardientes ceniza, evidencias estremecedoras de sus violentas e instantáneas muertes, debidas a las altas temperaturas de las cenizas y otros materiales volcánicos que cubrieron la ciudad.

Bajo las cenizas protectoras

Si bien el volcán destruyó las vidas y haciendas de la población de Pompeya en su devastadora erupción, también nos ha legado un fresco de incalculable valor para el conocimiento de la vida en las ciudades romanas de la época. Sepultadas bajo gruesas capas de materiales volcánicos, han sobrevivido evidencias extraordinarias de todos los aspectos de la vida diaria de la ciudad y de su aspecto físico que constituyen un documento de extraordinario valor, más y más revelador y prolijo con cada nueva campaña arqueológica. Así, en unas recientes investigaciones de la Universidad de Cincinnati, aparecieron en la basura de una taberna unos huesos de jirafas que confirmaban algo ya conocido por otras fuentes antiguas: que en Pompeya, como en otras ciudades del imperio, se consumía carne de animales exóticos. El volumen de datos obtenidos aumenta cada día y, como nos dice una de las mas relevantes expertas en el mundo antiguo, Mary Beard, en su excelente y ameno estudio “Pompeya , historia y leyenda de una ciudad romana”: “más que preguntarnos si Pompeya ha cambiado la forma en que vemos el mundo romano, creo que lo correcto sería afirmar que ha forjado la forma en que lo vemos. Quizá sea porque es el único lugar en que podemos estudiar la vida a pie de calle”.

Pero qué es, en definitiva, lo que nos han legado las sucesivas excavaciones de Pompeya. Pocos yacimientos han despertado tanta expectación e inspirado más a los artistas plásticos, a los escritores y a los viajeros de todas las épocas. Aunque la ciudad de Pompeya fue descubierta por el arquitecto italiano Domenico Fontana durante la construcción de un canal, en 1592, su excavación no se inicia hasta 1738, patrocinada por el rey Carlos VII de ápoles, futuro Carlos III de España, quien encarga los trabajos al ingeniero español Roque Joaquin de Alcubierre.

El escritor y político Carlos Gutiérrez de los Ríos, Conde de Fernán Núñez, dejó interesante noticia de estas primeras excavaciones de Pompeya en su obra “Vida de Carlos III”. Las primeras prospecciones se llevaron a cabo en Herculano, lo que supuso una enorme dificultad dada la gruesa capa de lava de más de 20 metros de espesor, circunstancia que frustró las expectativas del Monarca pese a localizarse algunas estatuas de gran valor. Así, hacia 1748, el Rey ordena iniciar prospecciones en otros lugares, iniciándose las excavaciones en la zona antigua de Pompeya, no identificada como tal por los investigadores hasta 1763. Alcubierre continuará al frente de las excavaciones hasta 1780. La capa de restos volcánicos que cubría Pompeya era mucho menos gruesa que la de Herculano, por lo que los trabajos avanzaron a buen ritmo, se exploró el anfiteatro y la vía de los sepulcros, después los hallazgos se sucedieron: la villa de Cicerón, la finca de Julia Félix, el Odón, el teatro Grande, el templo de Isis, la villa de Diomedes. Tantos descubrimientos impresionantes atrajeron la atención de estudiosos y viajeros de toda Europa y también fueron objeto de furiosas críticas. En 1762, el estudioso alemán Winckelmann denunciaba los métodos de Alcubierre y su desprecio por piezas a su entender importantes, para dar prioridad a las grandes piezas con destino a los “Gabinetes” de Carlos III. Pero es evidente que estas primeras excavaciones revelaron al mundo la importancia de Pompeya, sus edificios, esculturas y frescos en un estado de conservación extraordinario. Sucesivamente a lo largo de estos siglos han ido saliendo a la luz templos, termas, circos, viviendas de todo tipo, villas, lupanares y talleres de diversos oficios, teatros y lujosas villas de recreo, vías de acceso a la ciudad, calles y construcciones defensivas.

La ocupación francesa en 1808 convierte en monarcas de Nápoles a la hermana de Napoleón, Catalina, y a su marido J.Murat, que impulsan las excavaciones de Pompeya y el descubrimiento de sus murallas, el Anfiteatro y los principales edificios del Foro. La restauración de Fernando IV en Nápoles en 1818 trae penalidades y escasez de recursos a la aventura pompeyana, a pesar de lo cual se siguen sucediendo importantes hallazgos como las Termas del Foro, la Casa del Poeta o la Casa del Fauno.

La unificación de Italia por Garibaldi conlleva importantes novedades para las excavaciones de Pompeya. En un primer momento Garibaldi nombra director honorario del Museo de Nápoles y de las excavaciones de Pompeya al escritor Alejandro Dumas quien, impulsado por su furibundo odio a los Borbones, había proporcionado armas al ejército de Garibaldi. La reacción adversa del pueblo de Nápoles por el nombramiento de este extranjero lo obliga a renunciar.

En 1860 accede a la dirección del Museo y de las excavaciones Giuseppe Fiorelli, que transforma totalmente las técnicas de excavación y es el primero que abre Pompeya a la visita pública, estableciendo un precio por la entrada, ingreso con el que mantenía a los guardias y guías del yacimiento. También por primera vez se comenzó a excavar los edificios desde arriba, capa a capa, en lugar de a través de túneles como se venía haciendo. Este nuevo sistema evitó derrumbes y salvó muchos edificios importantes de la destrucción. Por último quiero resaltar que Fiorelli fue el creador de los moldes de yeso que permitieron rescatar la imagen real de las víctimas atrapadas por las cenizas ardientes del Vesubio, en el momento y en la actitud en que los atrapo la muerte. Hacía tiempo que los excavadores del yacimiento pompeyano habían observado que la ceniza volcánica endurecida sobre material orgánico conservaba la forma real de dicha materia tras su desintegración o descomposición. Ya se había realizado alguno de estos moldes para obtener formas de muebles o de algún elemento de cultura material, pero Fiorelli es el primero que utiliza esta técnica para recuperar la huella de las víctimas. Los primeros moldes de cuerpos los lleva a cabo en 1863 y el resultado no puede ser más extraordinario y sobrecogedor, obteniendo detalles de la vestimenta y de los peinados, incluso de las expresiones faciales en el momento de la muerte. Estos son sin duda los documentos más impactantes obtenidos en Pompeya. Pero a Fiorelli se deben también otros trabajos  importantes, como la primera maqueta de la ciudad y la recopilación y publicación de los registros de las excavaciones borbónicas entre 1860 y 1864. Además completó la primera guía de Pompeya, que tuvo un gran impacto. No menos trascendente fue la regulación por la que todas las piezas procedentes de la excavación pasaban a ser propiedad del estado italiano.

Fiorelli abandonó Nápoles por un nuevo destino en Roma, pero su escuela se perpetuó con excelentes resultados, entre los que sobresale la decisión de no mover los frescos del lugar en que habían sido encontrados.

En 1894 fue excavada y restaurada completamente la Casa de los Vetii, se conservaron in situ todos los objetos encontrados en ella, y es hoy una de las casas más visitadas de Pompeya.

Una de las figuras decisivas para Pompeya fue sin duda Amedeo Maiuri, superintendente de Nápoles y la Campania entre 1924 y 1962. Maiuri contó con grandes presupuestos y pudo impulsar excavaciones a gran escala tanto en Pompeya como en Herculano, realizando grandes descubrimientos y llevando a cabo la restauración casi total de todos los edificios excavados hasta el momento.

La segunda Guerra Mundial interrumpiría los trabajos en Pompeya, ocasionando además enormes desperfectos en 1943 por el bombardeo aliado a Pompeya, justificado en el error de que el yacimiento albergaba tropas alemanas. Más de 150 bombas cayeron sobre Pompeya, hiriendo incluso a Maiuri. Muchos de los más hermosos edificios de Pompeya e innumerables moldes de yeso que reproducían los cuerpos de las victimas sucumbieron en esta terrible operación bélica que supuso la segunda muerte de Pompeya.

Pompeya: La fascinación del viajero

Los visitantes se preguntan qué pasó con Pompeya tras el desastre, ¿se refundó quizá? ¿se abandonó al olvido? ¿retornaron los supervivientes en busca de sus tesoros enterrados?. Las fuentes de época cuentan que el emperador Tito, recién coronado, visitó Pompeya para estudiar posibles soluciones, pero la lava todavía ardiente impidió cualquier intervención. Sin embargo parece posible que la ciudad fuera saqueada tiempo después, bien por los supervivientes en busca de sus bienes valiosos escondidos en la huida con la esperanza de recuperarlos tras el desastre, o por saqueadores profesionales, ya que se han encontrado evidencias de túneles excavados en épocas antiguas una vez que las candentes cenizas se hubieron enfriado.

Pero en definitiva ¿qué atrae de manera tan poderosa al visitante a través de los siglos?, ¿qué ofrece Pompeya que la hace tan fascinante, tan atractiva a un publico tan plural, desde el siglo XVIII a nuestros días?

Vamos a intentar resumir brevemente qué debemos al trágico testimonio de Pompeya.

Pompeya es la única ciudad romana cuya estructura topográfica se conoce de forma precisa. La multitud y variedad de sus hallazgos, la mayoría en magnifico estado de conservación, permiten reconstruir hasta el último detalle la vida de una ciudad romana en el siglo I, la vida cotidiana en los hogares y en la calle hasta sus más nimios detalles. Sus infraestructuras, sus mercados, su comercio, sus diversiones, su gobierno. La vida de la calle, las tabernas y restaurantes y lo que en ellos se consumía. Las numerosas termas, el coliseo, el circo. Las lujosas villas de los ricos comerciantes y personas notables, incluso sus nombres y sus mas secretas aspiraciones sociales o políticas. Los lupanares, a los que dedicaremos alguna atención más adelante. Por otra parte, recientes excavaciones realizadas en 2002 en la desembocadura del río Sarno han puesto de manifiesto un importante puerto con viviendas y palafitos en un entramado de canales que recuerda Venecia.

Sin duda el aspecto más impactante de la visita es el museo de las figuras vaciadas en yeso de los habitantes que quedaron atrapados por las cenizas ardientes y muestran en sus expresiones petrificadas, el pánico y el horror sufridos, antes de su muerte.

Además, Pompeya es también la única ciudad del mundo antiguo que conserva un burdel intacto, junto a decenas de frescos y estatuas de altísimo contenido erótico, materiales que los Borbones conservaron en el llamado “Gabinete secreto” abierto tan sólo, durante siglos, para la contemplación de unos pocos. En época muy reciente, en el año 2000, fue abierta al público, en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, esta excepcional colección de arte erótico, testimonio definitivo de las costumbres sexuales de la Roma antigua. Unas colecciones que centran la atención de curiosos y expertos del mundo entero.

No solo ellas. Pompeya sigue ejerciendo una especial fascinación en la sociedad mundial. En el año 2013 se inauguraron casi simultáneamente en tres grandes capitales mundiales, Madrid, Cleveland y Londres, importantísimas exposiciones sobre la ciudad que han convocado a miles de personas en torno a su trágico fin, pues como escribió Goethe tras su visita a Pompeya en marzo de 1787 : “ Desde que el mundo es mundo, siempre ha habido desgracias y catástrofes pero pocas que hayancautivado a la humanidad como la sucedida en esta ciudad. No se me ocurre ninguna otra que haya suscitado tanto interés”.

Así sigue siendo en la actualidad. Pompeya , la ciudad dormida en el tiempo, espera en silencio que despierte de nuevo el volcán “ asesino” que la convirtió en objeto de fascinación universal.