Texto: María Dolores Higueras
Boletín 61 – Sociedad Geográfica Española – Las islas Filipinas y España
El descubrimiento del Pacifico fue una empresa titánica que se prolongó a lo largo de cuatro siglos, del XVI al XIX. Este espacio marítimo de navegación peligrosísima, con actividad volcánica, grandes formaciones
coralinas, tifones, corrientes y grandes profundidades, será denominado el “Lago Español” por el gran historiador británico Oscar Spate, debido a la importancia y amplitud de las tierras descubiertas y aguas navegadas por españoles.
En efecto, desde que el 29 de septiembre de 1513 Vasco Núñez de Balboa logra atravesar el Istmo de Panamá, y penetra en las aguas de la “Mar del Sur”, España inicia sus prodigiosas y extensas navegaciones en el Pacífico. Así, entre 1520 y 1607, deja reflejada en la cartografía española de la época los más importantes archipiélagos descubiertos en estos años: Filipinas, Palaos, Marianas, Carolinas, Marshall, Gilbert, Galápagos, Revillagigedo, Marquesas, Tuamotú y quizá Hawai, además de Nueva Guinea y Australia. Sin embargo, fue en el siglo XVIII cuando, gracias a los marinos y científicos ilustrados, España escribió una hermosa página de su historia en Filipinas.
Expediciones científicas españolas a Filipinas
El Galeón de Manila, durante 1565-1815, y la Compañía de Filipinas abrirán nuevas rutas por el inmenso Pacífico, y en esa área transformarán profundamente el comercio en el s. XVIII, siendo España una de las grandes protagonistas de su fomento y desarrollo. Sin duda, la aportación más notable del viaje de Legazpi en 1565 será el definitivo asentamiento español en las Filipinas, que, lejos de ser efímero, durará más de tres siglos, haciendo posible el más extraordinario intercambio de culturas entre Oriente y Occidente. Sin embargo, la gran crisis sufrida por la monarquía española en el siglo XVII, impidió consolidar la gigantesca obra llevada a cabo por España, en el Pacifico en el siglo XVI. De nuevo en el siglo XVIII España vuelve a ser protagonista en el Pacifico y estará en disposición de disputar el imperio marítimo a Inglaterra y Francia. El descubrimiento del cronometro marino y la nueva precisión y seguridad que proporciona a las navegaciones, dispara las ambiciones de los grandes imperios marítimos de la época para controlar los lugares más estratégicos del Pacífico. Grabado de la corbeta Atrevida, al mando del capitán Bustamante, navegando entre hielos durante la Expedición Malaspina. Dibujo de Brambila. Museo Naval. Madrid. La eficaz renovación de la Armada española, lograda por los Borbones, hará posible que España envíe entre 1735 y 1800 más de sesenta expediciones y comisiones cartográficas a América y Filipinas, destinadas a defender su hegemonía en el área del Pacífico. Así, en la segunda mitad del siglo se cartografiarán, buscando la mayor precisión proporcionada por los nuevos cronómetros marinos, la totalidad de las costas americanas, las Filipinas y otros importantes archipiélagos del Pacifico. En todas ellas, los objetivos políticos, científicos y económicos aparecen estrechamente unidos.
LA EXPEDICIÓN MALASPINA
La mas importante expedición científico-marítima de la época, es sin duda la Expedición mundial de Malaspina y Bustamante 1789-1794. Esta expedición, dotada por la Corona española con medios científicos y humanos excepcionales, llevará a cabo importantísimos trabajos de todo tipo en Filipinas, sin duda el principal enclave estratégico para la Corona en el Pacífico. Los trabajos se llevan a cabo entre marzo y diciembre de 1792, una de las estancias mas largas de la expedición. Diez meses de intensísimo trabajo organizado en comisiones diversas, hidrográficas, botánicas, zoológicas, etnográficas, artísticas y políticas. Los resultados científicos en el Pacífico son abundantes y de gran calidad, aportando el bagaje mas valioso de noticias nunca reunido por ninguna expedición española: Operaciones geodésicas de precisión, levantamientos cartográficos fiables, observaciones astronómicas, mediciones de la gravedad, amplias descripciones de la fauna, la flora y el territorio, recogida sistemática de datos económicos demográficos y documentación muy relevante acerca de las poblaciones indígenas, sus costumbres, creencias y lengua y bellísimos dibujos de todas las tierras visitadas por la expedición, de sus paisajes, sus tipos su fauna y su flora. Los estudios tienen especial relevancia en Humatac (Guahan), Puerto Palapa (Samar), Zamboanga (Mindanao) y Vavao, y en las Filipinas, donde la expedición recala entre marzo y diciembre de 1792. También son especialmente relevantes las visitas a dos áreas estratégicas de gran importancia, Macao, de influencia portuguesa, y Australia, donde se está produciendo el más importante asentamiento inglés en el Pacifico:
En los casi diez meses de trabajos en Filipinas, se llevan a cabo los siguientes trabajos:
- En el Puerto de Sorsogon (Luzón) 12 -22 marzo 1792 – Reconocimientos y levantamientos cartográficos y observaciones astronómicas.
- El botánico Luis Nee desembarca para reconocer durante tres meses la costa sur de Luzón.
- En Manila (Luzón) 26 de marzo -15 noviembre 1792
- Viaje de la Atrevida a Macao para realizar mediciones y observaciones astronómicas y así mismo contactos políticos importantes. El gran dibujante Brambila acompaña a Bustamante en esta comisión y realiza importantes y bellísimos dibujos de esta importante colonia Portuguesa.
- Viaje de la Descubierta a la costa septentrional de Luzón, donde se llevan a cabo importantes trabajos astronómicos e hidrográficos.
- Reconocimientos del botánico Luis Nee de las provincias de Albay, Camarines, Tayabas y La Laguna.
- Amplios reconocimientos científicos de todo tipo llevados a cabo por Haenke, en la costa septentrional de Luzón, provincias de Ilocos, Papanga, Cagayan y Pangasinan.
- Reconocimientos del científico Pineda de la parte central de la isla en compañía de Cuéllar y un joven pintor, hasta Badoc donde muere Pineda, grave percance para la expedición.
- Importantes levantamientos cartográficos en Cavite, Bahía de Manila y puertos contiguos, y toda la contracosta hasta la bahía de Albay; y de las costas de Luzón desde la Punta de Bolinao a cabo Engaño. Y de las costas orientales desde Mauban a cabo S. Ildefonso.
- Excursión etnográfica de los científicos y dibujantes para estudiar a los “negritos” del Monte de Manila y recoger prolija información de sus costumbres.
- Una importante colección de imágenes de gran belleza de las ciudades, los tipos, la fauna y la flora.
UNOS RESULTADOS MUY VALIOSOS
El resumen de resultados de la larga estancia en Manila es una abundante y valiosa información de todo tipo: botánica, litológica, zoológica, etnográfica, artística, económica, hidrográfica y política, que fue enviada a la Península, en remesas ordenadas y clasificadas, indicando en todos los casos con claridad los nombre del autor de cada trabajo y el lugar preciso de cada investigación. Iniciando ya la derrota del tornaviaje hacia Nueva Zelanda, la expedición se detiene unos días en el Puerto de Zamboanga, en la Isla de Mindanao, del 22 de Noviembre al 7 de diciembre. En este puerto se realizan trabajos astronómicos, hidrográficos, botánicos y artísticos muy interesantes. Además se diseñan unas cañoneras para la defensa contra la piratería, gran amenaza en esta estratégica área. Como en cada escala del viaje, la expedición de Malaspina y Bustamante, por su condición de “Empresa de estado”, con amplios poderes en todos los territorios de la Corona, mantuvo importantes contactos políticos, y recogió documentación de todo tipo, manteniendo intercambios científicos con todas las personalidades más notables de cada campo, tanto en América como en Filipinas. Durante la estancia en Manila recogió mucha información científica, sobre todo de José García Armenteros y de Juan de Cuéllar, relevante científico, comisionado por la Corona en Filipinas y del que hablaremos a continuación. Los botánicos y naturalistas de la Expedición de Malaspina y Bustamante tuvieron una estrecha relación sobre todo con Juan de Cuéllar, que, como ya mencionamos, acompañó a Antonio Pineda, Jefe del Ramo de Historia Natural en su extensa comisión, por el centro de la isla de Luzón; y proporcionó a Malaspina y sus botánicos información muy relevante sobre el cultivo de los arboles de la canela y otras especias de valor comercial. Cuéllar trasmite a Malaspina su opinión de que el cultivo de la canela debe recibir ayudas estatales para mejorar su calidad, y poder competir así con la canela de gran calidad cultivada y comercializada por los holandeses en Ceilán y Batavia, vieja aspiración española que nunca llegó a realizarse.
LA EXPEDICIÓN DE CUÉLLAR
En este contexto de interés por la aclimatación de especies y el fomento de la agricultura en Filipinas, se sitúa la creación de la Compañía de Filipinas, erigida en 1785, que nace con el ambicioso proyecto de la unión entre el comercio de América y Asia. Y que representó un gran paso en el progreso de las Filipinas y mantuvo un activo comercio, sobre todo, entre 1788 y 1795. De acuerdo con el interés ilustrado por la botánica, la Compañía de Filipinas logra que se envíe a Manila al ilustre profesor Juan de Cuéllar, que será nombrado “botánico real” y naturalista de la “Compañía”. Cuéllar llega a Manila con su mujer el 9 de agosto de 1786 tras ocho meses de navegación. Pronto encamina sus esfuerzos al fomento de los cultivos de añil, pimienta, azúcar, seda, palo del Brasil y arroz, que pretende aclimatar para su cultivo en la Península, y sobre todo a la canela, pieza clave del comercio asiático, en manos holandesas. La “Compañía” adjudica a Cuéllar los terrenos de Malate, a las afueras de Manila, sin acompañarlo de los recursos económicos solicitados por él para establecer su soñado Jardín Botánico, que nunca pudo lograr. Y al poco tiempo entraron en conflicto los posibles beneficios a largo plazo de los experimentos de aclimatación de especies, llevados a cabo por Cuéllar, con los intereses económicos inmediatos buscados por la “Compañía”, por lo que Cuéllar es destituido en 1794, aunque continuó su labor como botánico real hasta su muerte. A pesar de estos aparentes fracasos, Cuéllar contribuyó en gran medida al conocimiento de la Historia Natural de Filipinas gracias al envío, tanto al Real Gabinete de Historia Natural, como al Real Jardín Botánico, de importantes herbarios, y hasta un canelo vivo, diversas colecciones de animales y una colección de bellas láminas, realizadas bajo su dirección por indígenas tagalos.
UNA EXPEDICIÓN DE CARÁCTER SANITARIO
La última expedición a Filipinas de carácter científico se encuadra también dentro del espíritu ilustrado y responde como las anteriores al interés del Rey Carlos IV de llevar a los territorios ultramarinos ciencia y progreso. También esta expedición, como la de Malaspina y Bustamante, realizará una amplia derrota: América desde México a Chile. Las Filipinas y China, pero esta vez el objetivo único es de carácter sanitario, vacunar amplios territorios contra la viruela, y enseñar la técnica de inocular la vacuna a través de las llamadas “Juntas de la Vacuna”, instituciones sustentadas por importantes personalidades locales, que se encargaron de continuar las vacunaciones tras el paso de la expedición por los distintos territorios. La expedición nace en 1802, apoyada y financiada por Carlos IV, entusiasta de esta filantrópica idea por haber perdido a su hija María Teresa a causa de la viruela. Siento el artífice e impulsor de la expedición el cirujano Francisco Javier Balmis, médico personal de Carlos IV. El 30 de noviembre de 1803 zarpa la expedición rumbo a Venezuela. En la corbeta María Pita embarca Balmis con dos cirujanos, cinco médicos, tres enfermeros y 22 niños, entre nueve y tres años, la mayoría huérfanos de la Casa de Expósitos de la Coruña, con su rectora al frente. Se trata de Isabel Zendal y Gómez, única mujer embarcada y autentica heroína, que cuidó y tranquilizó a los niños embarcados, entre ellos a su hijo Benito que viajaba con ella, y a los sucesivos niños enrolados a lo largo del viaje. Isabel y su hijo nunca regresaron a España, permaneciendo en Puebla. Muchos de los huérfanos reclutados pudieron estudiar en las Escuelas de Oficios lugareñas, como el Rey prometiera en su día. El segundo de Balmis en este viaje fue el médico catalán José Salvany Lleopart, hombre valioso y esforzado que dio su vida literalmente por esta empresa filantrópica, falleciendo en Cochabamba, Bolivia, en total soledad, en 1810, a los 34 años. La expedición sufrió toda clase de infortunios e incomprensiones. A pesar de contar con el respaldo incondicional del Rey, en muchos lugares encontraron la oposición de los gobernantes, aunque también en otras muchas ocasiones personalidades relevantes ayudaron a Balmis haciendo vacunar a sus propios hijos. El primer inconveniente serio surge frente a las costas de Venezuela, tras cuatro meses de navegación, cuando las calmas no les permiten alcanzar la costa, y Balmis necesita imperiosamente enrolar nuevos niños para inocularles el suero o linfa, y poder así mantener la cadena de la vacuna activa. Al fin, el 30 de marzo de 1804 arriban a tierra, donde reciben toda la ayuda necesaria del Gobernador, gran defensor de la filantrópica empresa. Allí se vacunan 64 personas y se crea la primera “Junta de Vacuna” del continente americano. Además, Balmis había embarcado miles de ejemplares impresos de un tratadito que explicaba con claridad cómo vacunar y cómo conservar la linfa. Estos tratados los fue distribuyendo a través del las Juntas de Vacuna y por todos los medios posibles, y lograron salvar muchas vidas en los años siguientes.
LA EXPEDICIÓN SE HACE DOBLE
Desde Venezuela, Balmis divide en dos la expedición. Él cubrirá el norte de Venezuela, México y Las Filipinas, y viajará después a los puertos chinos de Cantón y Macao. Balmis y su equipo, entre ellos su inseparable Isabel, zarpan de Acapulco rumbo a Manila, en septiembre de 1805, en el buque Magallanes. A su llegada a Manila, la Expedición recibe importante ayuda de la Iglesia, para organizar las vacunaciones indígenas. La labor realizada en Filipinas es inmensa, y permanecen allí hasta el 14 de agosto de 1809, fecha en que zarpan de nuevo rumbo a Acapulco. Por su parte, Salvany recorrerá durante siete años la América Meridional, sur de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Bolivia. Viajes todos ellos durísimos, por territorios inhóspitos y climas extremos, que acaban finalmente con su vida. El 7 de Septiembre de 1806, regresa Balmis a España, agotado por sus extenuantes viajes, pero con unos resultados extraordinarios: más de 500.000 vacunados, y no se sabe cuántas vidas salvadas, quizá millones, gracias a la vacunación continuada por las Juntas y por la difusión de los tratados y métodos de Balmis en todo el recorrido. Edward Jenner, el médico descubridor de la vacuna de la viruela dijo de los expedicionarios “No puedo imaginar que en los anales de la historia se proporcione un ejemplo de filantropía mas noble y mas amplio”. Balmis, como buen ilustrado, aprovechó el penoso viaje para estudiar los problemas de las comunidades locales que visitó y la extensa naturaleza que recorrió. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna puso en marcha el primer programa oficial de vacunaciones masivas realizado en el mundo, aun cuando sea indudable la clara finalidad del Rey de proyectar una imagen de gobernante justo y progresista.
LA LECCIÓN DE LOS ILUSTRADOS
Sin duda España escribió una hermosa página de su historia en Filipinas, una página inconclusa por los acontecimientos posteriores que merecería ser recuperada en el recuerdo de tantos siglos de historia y cultura compartida. Las expediciones científicas pondrán de relieve el talante liberal de los marinos y científicos ilustrados y su tolerancia, precisamente en áreas de especial interés estratégico para los grandes imperios. Es la gran lección y también, quizá, el esperanzador mensaje de una generación de hombres de élite de talante liberal y progresista que supieron valorar y respetar al “otro” en un sentido amplio, siendo estos hombres extraordinarios, muchas veces etnólogos improvisados, los más eficaces proclamadores de la realidad indígena más desconocida, de su mundo espiritual, de sus costumbres y de su estética. La bondad de la naturaleza y la armonía del “buen salvaje” que la habita, serán narradas con interés y respeto en los diarios de estos hombres extraordinarios, constituyendo en su conjunto uno de los más preciados y bellos legados de la gran aventura humana para conocer el mundo.
España se hizo grande por la mar, pero fue el valor, el espíritu de aventura, la curiosidad de saber más y la tolerancia hacia lo diverso, lo que hizo más grande el mundo y mas humano.