Texto: Emma Lira
Boletín 65 – Sociedad Geográfica Española
La protección de la naturaleza
Incendios provocados para acelerar concesiones mineras; explotaciones madereras ilegales, carreteras que avanzan inexorablemente llevándose por delante hábitats milenarios. Que la Amazonia, ese patrimonio natural universal se desangra y deforesta a un ritmo vertiginoso no es ningún secreto. Lo que quizá lo sea es que existe una forma particular de hacer frente a esa amenaza; una iniciativa privada para la protección de áreas concretas, realizable, incluso, desde la distancia.
A veces la voluntad particular es capaz de llegar donde los gobiernos no pueden. Este fue el argumento que permitió la creación de las ACP o Áreas de Conservación Privada, una figura de protección que vio la luz en Perú como una alternativa para la conservación de la naturaleza en zonas donde a la Administración le resultaba costoso llegar. Perú alberga una masa forestal de 782,880 km2 al este de la Cordillera de los Andes, más del 60% de su territorio. Esto, a la larga se traduce en una extensión enorme, heterogénea y sujeta a diversas amenazas, cuya conservación resulta en la práctica casi imposible de garantizar por una Administración Pública. Estas ACP proponen una forma de gestión del patrimonio natural diferente a la que usualmente conocemos; en lugar de que el Estado se convierta en el único protector y garante, las ACP, o Concesiones para Conservación, pueden ser solicitadas y gestionadas por empresas o particulares. Su concesión se efectúa por un plazo de 40 años y, entre otros requisitos, el adjudicatario debe garantizar que dispone de vías de financiación suficientes para garantizar su conservación durante todo este tiempo.
LOS OJOS EN LA VIEJA ZONA DEL CAUCHO
Así nació el proyecto del Parque Natural Naira, una palabra quechua que significa Ojos Grandes. Unos ojos vigilantes que pretenden englobar un total de 9.000 hectáreas de selva, identificadas y localizadas en la zona de San Regis, en Iquitos, el antiguo centro productor del caucho. Su ubicación no responde a un capricho. Las áreas de conservación privada deben estar libres de cualquier otro tipo de concesiones mineras, petroleras o madereras, pero, además, preservar un espacio en riesgo, en este caso, por la proyectada carretera entre San Regis e Iquitos, que dotará a la zona de una accesibilidad que, como desgraciadamente sabemos, suele ir pareja con su degradación.
Naira gozaba de buena salud en sus inicios, hace ahora 5 años. En su origen, preveía cubrir los costes de manejo y operación mediante un porcentaje de la producción de la planta fotovoltaica Ceiba 10 MW en Iquitos, pero la desestimación de la región de Loreto —donde se ubicaba dicha planta — en la subasta energética de 2017 abortó la materialización del mismo, y, con ella, la generación de unos ingresos imprescindibles para garantizar la viabilidad de su conservación ante el Gobierno Peruano.
El Parque Natural Naira no acabó ahí. No podía hacerlo, ni mucho menos en esta cuenta atrás por preservar la salud del planeta y la ineludible responsabilidad que tenemos en ella. La promotora, Energy Hunters SLL, en sociedad con Unidad Técnica Ingenieros SL, buscó nuevas vías de financiación hasta dar con un camino totalmente novedoso para este tipo de finalidades: la comercialización de los derechos
de carbono.
Bocas del Amazonas 1990
DEFORESTACIÓN EVITADA: DOTACIONES ECONÓMICAS POR CONSERVAR LAS MASAS FORESTALES
La regulación internacional se ha ido adaptando a la realidad. Los tradicionales derechos de carbono, habitualmente asignados a proyectos de reforestación o de creación de nuevas masas forestales, han ampliado su concepto, destinándose también a evitar la desaparición de las ya existentes. Sobre esta nueva legislación el Parque Natural Naira podría financiar su “existencia” mediante la venta de los derechos de carbono acreditados por certificadoras internacionales y comercializados por agentes especializados en estos mercados.
Cabría preguntarse por qué una zona de selva requiere de conservación. ¿No es la mejor conservación, sin duda, dejar que la Naturaleza prosiga su trabajo? Lo es, salvo que la Naturaleza se vea frenada en su desarrollo. Estamos hartos de ver zonas deforestadas a base de incendios provocados, árboles centenarios desgajados y descendiendo ilegalmente por la cuenca de los ríos, y explotaciones mineras asentadas de manera irregular en amplias zonas de terreno. Incluso cuando las concesiones de explotación se dan de forma legal, las prácticas reales de determinadas corporaciones, acostumbradas a que sus intereses primen por encima de la protección del entorno, hacen de la Amazonía una tierra de nadie, en la que la preservación de la naturaleza debe hacerse de forma efectiva, ejecutiva y preventiva, “luchando”, de forma proactiva contra estas amenazas.
EL COSTE DE “DEJAR COMO ESTÁ”
El Parque Natural Naira, en proyecto, necesita para su concesión ser capaz de acreditar esta capacidad de “autoconservación”. Las amenazas están identificadas, pero las soluciones también. Frente a la minería ilegal y el furtivismo, se actuaría ligando a las comunidades de la zona a la preservación del medio natural, para que sientan los ataques al territorio como un ataque a sus intereses. Pero, además, para tratar de paliar la posible “corrupción” frente a otros intereses, designando figuras de control externas al parque y procediendo a la vigilancia de acciones furtivas o de tala ilegal mediante el uso de drones, los nuevos ojos grandes. La vigilancia online, que podría ser ejercida por observadores externos, se desligaría así de las presiones, bien vía económica o por amenazas, que suelen sufrir los vigilantes físicos en la zona.
Uakari.
Frente a la presión jurídica de grandes grupos de poder en la zona, en especial madereras, mineras o petroleras que, de encontrar recursos en los terrenos con Concesiones de Conservación otorgados, no dudan en iniciar actividades en los mismos, llevando a cabo en paralelo una serie de acciones físicas y jurídicas encaminadas a obtener la revocación de dichas Concesiones, la posición se torna mucho más delicada. La única defensa posible frente a esta amenaza real para el Parque Natural Naira, o para cualquier otra área protegida de la zona, es ponerse bajo el paraguas jurídico, desde su mismo origen, de un despacho de abogados de reconocido prestigio internacional, o de grandes corporaciones comerciales, grupos de telecomunicaciones, entidades bancarias, compañías energéticas, grandes constructoras, etc., que puedan ejercer un efecto disuasorio frente a este tipo de ataques; al tiempo que, en el caso de que fuese necesario, cuenten con las herramientas jurídicas propias para hacer frente de forma eficaz a los probables intentos de anulación de la Concesión por parte de otros intereses económicos en la zona. Dichas compañías ganarían mucho en imagen corporativa, y el Parque Natural Naira disminuiría muy considerablemente la probabilidad de invasión “legal” del territorio asignado por dicho efecto disuasorio.
En la actualidad los promotores de la Concesión para la Conservación Naira 9000 Ha, han constituido una sociedad vehicular en Iquitos (Perú), Teguedite SAC, a estos efectos y continúan con los trabajos para la obtención de la Concesión. En paralelo han llegado a un acuerdo con la Universidad Politécnica de Madrid, a través de la Cátedra de proyectos de la Escuela de ingenieros Industriales, para que algunos de sus alumnos de último curso realicen sus trabajos de fin de grado asociados al proyecto del parque natural, y con la Universidad de la Amazonía para que asigne personal con la misma finalidad. Cuenta además con el apoyo de la Sociedad Geográfica Española, que a su vez colabora con la Sociedad Geográfica de Lima en esta línea, y mantiene acuerdos con otras Concesiones de Conservación de la región para optimizar la valorización de los derechos de carbono asociados a la deforestación evitada. Cualquier otro apoyo, no hace falta decirlo, es bienvenido.
El Parque Natural Naira, esos ojos grandes que vigilan un trocito de esa Amazonía, patrimonio de todos, está en marcha. Quizá podamos traducirlo en una realidad.