Texto: Lola Higueras

Boletín 68 – Sociedad Geográfica Española

China: pasado, presente y futuro

De cómo Felipe II, rey de España, rechazó en distintas ocasiones conquistar la China de los Ming desde las Islas Filipinas, decidiéndose por desarrollar un importante comercio con el gigante asiático, aprovechándose así del valor que los Ming otorgaban a la plata acuñada americana, ya muy devaluada en Europa.

EL PESO DEL TRATADO DE TORDESILLAS

Tras el éxito de la expedición española al Maluco, navegando siempre desde occidente, como obligan los pactos de Tordesillas, y, habiendo culminado Juan Sebastián Elcano en 1522 la vuelta al mundo, la Corona se anexiona las islas de las especias, las Malucas. Será por escaso tiempo, a pesar del esfuerzo llevado a cabo por Carlos V en su campaña europea para prestigiar la gran hazaña que había cambiado la imagen conocida de la Tierra, usando como propaganda política la gran cartografía elaborada por la Casa de la Contratación de Sevilla, que incorpora, desde época muy temprana, las Molucas a los dominios españoles.  Sin embargo, ante la imposibilidad de determinar su longitud, algo imposible entonces, cuestionando así lo pactado en Tordesillas, Carlos V cede a Portugal las Molucas en el Tratado de Zaragoza, firmado en 1529, a cambio de 350.000 ducados de oro.

Después del abandono de las Molucas, España envió algunas expediciones a la zona, aunque resultaron, en general, estrepitosos fracasos, sobre todo por la dificultad del Tornaviaje a Acapulco, que no se logró con éxito hasta el reinado de Felipe II en 1565.

LOS CHINOS EN FILIPINAS. LA COLONIA CHINA DE MANILA

El contacto entre chinos y españoles de Filipinas se inicia en 1572: solo un año después de la fundación de Manila, varias embajadas comerciales chinas visitan la ciudad para ofrecer sus productos. Así, en pocos años, la colonia china crece exponencialmente hasta alcanzar una población de 26.000. Este alto número de sangleyes (residentes chinos en Filipinas) convirtió este puerto, punto de partida del Galeón de Manila, en el gran puerto chino de ultramar. La convivencia entre sangleyes y españoles no fue fácil, a pesar de que emigrantes chinos pronto se convirtieron en los principales abastecedores de Manila y del comercio del Galeón de Acapulco. Con mano de obra muy barata y dominando multitud de oficios, destacaron, sobre todo, en el trabajo de la madera, la construcción y las herrerías. La población crecía sin control, sucediéndose algunas sangrientas rebeliones que aconsejaron reunir a los residentes chinos extramuros de Manila, cerca del río donde anclaban los sampanes. En el Parián, lugar que habitaban los sangleyes, vivían y comerciaban en lugares alquilados cuyo arrendador era el Cabildo de Manila. Numerosos incendios arrasaron el Parián, que era reconstruido, siempre extramuros: en la práctica, una especie de gueto cerrado y vigilado por su potencial peligrosidad. Los artistas de la ilustrada expedición de Malaspina y Bustamente realizaron en 1792 espléndidas vistas del Parián de Manila y sus habitantes en plena actividad comercial.

EL GALEÓN DE MANILA. PUENTE DE LA PRIMERA GLOBALIZACIÓN POR MAR

Un afortunado incidente da inicio al temprano comercio hispano-chino. Parece ser que uno de los buques de Legazpi salva a la tripulación de un junco chino de grandes dimensiones que se hundía en aguas de Mindoro. En agradecimiento a este humanitario gesto del marino español a principios de 1572, regresaron los supervivientes llevando gran cantidad de mercancías al establecimiento español, productos que se vieron como objeto de un próspero comercio con Europa. Para entonces, Urdaneta ya había descubierto el tornaviaje a Acapulco con el Galeón San Pedro, en 1565, el primer viaje de esta mítica ruta que, partiendo de Luzón y atravesando el estrecho de San Bernardino, alcanzaba las Marianas y desde allí remontaba hasta el paralelo 39 de latitud norte para alcanzar en unos dos meses y medio la costas de la Nueva España y el Puerto de Acapulco, destino final de esta ruta que abrió no solo la vía entre oriente y occidente más potente y duradera, sino que propició de forma definitiva la expansión española en oriente. Una derrota que perduró desde entonces hasta 1815, a consecuencia de la independencia de México. En dicha fecha, el Galeón Magallanes que había llegado a Acapulco en pleno movimiento insurgente, inicia la última travesía de esta legendaria ruta comercial y cultural.

El galeón de Manila o Nao de China para los novohispanos, y Nao de Acapulco para los comerciantes chinos de Manila, zarpaba de Manila la primera semana de julio para aprovechar el monzón de verano y en abril, zarpa de Acapulco para beneficiarse del monzón de invierno. Durante los siglos XVI y XVII, la ruta se redujo en general a un solo galeón o nao de unas 300 a 500 toneladas. Ya en pleno siglo XVIII, el tonelaje aumentó considerablemente, hasta alcanzar, en ocasiones, las 2.000 toneladas, con capacidad para más de 180 hombres.

Los comerciantes y autoridades novohispanas ostentaban el monopolio de este comercio con cierta flexibilidad, pero en 1769 la Corona crea el Consulado de Comercio de Filipinas, que tendrá absoluta autoridad para regular tanto los permisos como las cargas y su valor. La procedencia de las mercancías fue muy variada. Un 80 o 85% eran de procedencia china o japonesa, pero un alto porcentaje procedían de la India y Medio Oriente. También las manufacturas de Filipinas ocuparon un lugar importante en el tráfico comercial del galeón.

POLÍTICA DE FELIPE II EN ORIENTE: APUNTALAR FILIPINAS Y COMERCIAR CON CHINA

Filipinas será, durante el reinado de Felipe II, lanzadera para la penetración española, no solamente en China, sino también en Japón, Camboya, Siam, Formosa y Cochinchina. Y así, en 1559, tan solo tres años después de acceder al trono, Felipe II parece retomar las aspiraciones españolas sobre el Sureste Asiático, y envía al Virrey de la Nueva España, Luis de Velasco, una Real Cedula ordenándole el envío de una expedición a Filipinas, advirtiéndole sin embargo de la prohibición de tocar en las Molucas. El elegido para capitanear esta expedición es Miguel López de Legazpi, que fundará un establecimiento permanente en Asia.

Muchos investigadores han interpretado esta iniciativa de Felipe II como el deseo de competir con Portugal por el lucrativo comercio de las especias. Pero otros, como Patricio Hidalgo, tienen otra tesis que me parece más acertada y verosímil: Felipe II se proponía aprovechar el fanatismo chino por la plata americana (en clara devaluación en Europa) para comprar productos chinos a bajo costo y venderlos luego en América y Europa con inmenso margen de beneficio. El momento era propicio, porque la dinastía Ming impulsaba importantes movimientos migratorios hacia la costa, para fomentar el comercio exterior. Así, tanto España como Portugal y Holanda actuarán como intermediarios del potente comercio del área. La prueba de que esta opción de negocio era la elegida por Felipe II es que da orden de fundar la capital de las Filipinas en Manila, acercándose a China y alejándose en cambio de las Molucas. No cabe duda, en todo caso, que el primer objetivo de Felipe II en Oriente es asegurar Las Filipinas como principal enclave estratégico para su posible expansión asiática.

Felipe II. Tiziano 1550. Museo del Prado.

Proyecto para la mejor defensa que propuso a SM el Teniente General don Juan Martin Zermeño año 1766

Mapa de América del Sur, Londres vista de Potosi insertada por Bernard Lens por c. 1715

1626. Mapa de Kelung y Puerto Tamsui. Formosa-Taiwan por España

LA IMPORTANCIA DE LOS MISIONEROS

La punta de lanza hacia China fue, además del intenso comercio debido al galeón de Manila, la acción de los misioneros, capitales en la transmisión a Occidente de las más importantes noticias sobre las costumbres, el idioma, las tradiciones y la religión del gran Imperio chino. Obras como la del agustino español Martin de Rada, que viajó a China en 1575 y llevó a cabo el primer léxico chinoespañol, o el dominico Juan Cobo, que realiza la primera traducción al español de la importante obra “Riquezas y espejo con que se enriquezca y donde se mire el claro y límpido corazón”. Escrita por Mingxin Baojian en 1393, contenía 600 proverbios y sentencias de filósofos chinos, y tuvo gran repercusión en Europa, donde se llegó a equiparar a las obras de Tomas de Aquino.

Pero sin duda la gran obra que dio a conocer China a la Europa renacentista fue la de Juan González de Mendoza, que, parece ser, no llegó a visitar China pero realizó una recopilación importante de noticias que publicó en castellano, en Roma, en 1585, con el título “Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reino de China” obra de la que se estamparon 46 ediciones en 10 años, y que fue traducida, entre otros idiomas, al italiano, francés, inglés, alemán, holandés y latín. Pero los misioneros serán también los más beligerantes para proponer a Felipe II auténticos planes bélicos para invadir China, aunque no son los únicos. En 1574, el nuevo Gobernador de Filipinas, Lavezares, presenta al Rey un proyecto de conquista de China que no llega a prosperar. La embajada ante el emperador chino, que lleva a cabo el agustino Martín de Rada, da argumentos al nuevo Gobernador Francisco de Sande para proponer a Felipe II un nuevo intento de conquista de China. En 1576 envía a la Corte una serie de propuestas, claramente atrevidas, en este sentido: “lo que toca a la jornada de China, es cosa llana y será de poca costa, que sin paga vendrá la gente española, armada a su costa y pagarán fletes y serán dichosos” Sande afirma en sus cartas que con una flota capaz de transportar entre cuatro y seis mil hombres, la conquista de China sería cosa hecha. Sin embargo, el Consejo de Indias se mostró mucho más prudente que el osado Gobernador, ordenando en 1577 suspender toda intención bélica y procurar tener con los chinos buena amistad.

Dibujado por el padre jesuita Pedro Murillo Velarde (1696-1753) y publicado en Manila en 1734, es el primer y más importante mapa científico de Filipinas.

Misioneros. Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran Reyno de la China. 1586

LA UNIÓN PENINSULAR BAJO EL REY ESPAÑOL

La unión de las dos coronas de España y Portugal en 1580, bajo el reinado de Felipe II, intensifica la presencia de ambas coronas en Oriente y crea estrategias comunes para defender su privilegiada situación en el área. El primer resultado de esta nueva estrategia es la defensa común frente a la ofensiva holan desa, que se presenta de forma muy agresiva desde la creación de la Compañía de las Indias Orientales en 1602. Ambas coronas ibéricas refuerzan sus acciones defensivas, sobre todo en Ternate y Tidor, en Goa y en Macao, atacada sin éxito por los holandeses en 1622. En 1624, Holanda ocupa la estratégica isla de Formosa, y los españoles reaccionan creando Tamsui, un estratégico establecimiento al norte de la isla. Ante la ofensiva holandesa, España emprende una serie de contactos diplomáticos, enviando misiones de paz a los sultanatos de Borneo, y Siam, así como a Camboya, enfrentada con Siam. España no apoyó a Camboya frente a la agresión de Siam, postura criticada por varios consejeros de Felipe II, que opinaron que “la amistad y agradecimiento de Camboya hubieran quizá proporcionado la Corona de Siam a Felipe II”.

Sin embargo, la finalidad estratégica de los Gobernadores de Filipinas fue siempre Japón, donde San Francisco Javier había logrado espectaculares conversiones de más de 100.000 almas en Nagasaki. Los años finales del siglo están repletos de alternativas, persecuciones sangrientas contra los cristianos y momentos de paz, con la embajada del dominico Juan Cobo en 1593, o la iniciativa diplomática del Gobernador de Filipinas Francisco Tello en 1599, que logra establecer una línea regular entre Manila y Edo, momento en que los japoneses se interesaron por las técnicas españolas de construcción naval y beneficio de la plata. Sin embargo, las relaciones España-Japón nunca prosperaron, y España inició su expansión hacia los archipiélagos del Pacifico sobre todo las Marianas, las Carolinas, las Palao y otros.

Detalle de la Carta Hidrográfica de las Islas Filipinas (1734)

Monedas de plata acuñadas a mano. Macuquinas.

LA IMPORTANCIA DE LA PLATA ACUÑADA AMERICANA

No quiero terminar este breve artículo sin mencionar un tema que me parece capital en la estrategia de Felipe II en Oriente. La China de los Ming era la primera potencia comercial en el siglo XVI, representando la cuarta parte de la población mundial, y, debido al bajo costo de la mano de obra, la principal productora de bienes de consumo de todo tipo. La prohibición de los Ming de utilizar moneda en papel genera la apetencia de autoridades y comerciantes por la plata. Esta circunstancia coincide con la depreciación de la plata americana en Europa, debido a un exceso de producción en las minas de Potosí. Los propietarios de las minas reaccionan reduciendo la producción, lo que supuso un gran quebranto económico para la Corona, que ve reducido su “quinto”, así como el precio de la plata. Esta situación en Europa hace que la obsesión china por la plata acuñada americana sea la gran salvación para la Corona, un negocio superior incluso al de las especias. Así, que este comercio enormemente rentable por sus bajos precios, pagado con la plata, será el eje de la política de Felipe II en Asia. Un edicto imperial de 1570 especificaba que incluso el pago de impuestos debía hacerse en plata española acuñada.

Se calcula que en estos años se exportaron a China unas 25.000 toneladas de plata, aproximadamente 515 millones de monedas acuñadas en las cecas de México, Lima o Potosí, ciudad que en apenas medio siglo llegó a igualar en población a ciudades europeas como Londres o París. La fascinación por la plata española acuñada fue tal que ninguna otra moneda era aceptada por los chinos a cambio de sus productos, hasta el punto de que la Compañía Británica de las Indias Orientales, fundada en 1601, tuvo que pagar durante años sus compras con moneda española, ya que su moneda no era aceptada por los chinos.

El imperio “donde nunca se ponía el sol” tuvo un patrocinador imprevisto, el gran Imperio Chino fascinado por la plata americana acuñada con las efigies de los monarcas españoles.