Texto: Emma Lira

Boletín 74 – Sociedad Geográfica Española

El río Misisipi y la Luisiana española

A través de las páginas de Lejos de Luisiana, su autora, Luz Gabás, nos sumerge en uno de los períodos más desconocidos de la aventura española en América. Gabás presenta el río, el escenario histórico, la presencia española en el inicio de los Estados Unidos y los conflictos internacionales y personales que se deslizan a través del tiempo como a través de su curso, proporcionándonos un vivo fresco de un sur que cultiva usando mano de obra esclava y de un norte que se expande, explora y comercia en empresas individuales.

No todo el mundo sabe que el Misisipi, el río norteamericano que vio nacer el blues y albergó las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, vertebró durante cuatro décadas, el comercio y las comunicaciones en la llamada Luisiana Española. Un territorio que tiene poco que ver con la extensión del actual estado de Luisiana y que, en su momento supuso un tercio del actual Estados Unidos. Fue un periodo breve pero intenso en el que la cuenca que drena el río, la cuarta del mundo tras la del Amazonas, el Congo y el Nilo, fue el escenario de un auténtico juego de tronos que alternó los intereses de franceses, españoles, británicos y nativos americanos.

La escritora Luz Gabás, nos narra un momento tan épico como desconocido en Lejos de Luisiana, su última novela, recientemente galardonada con el premio Planeta. A través de los ojos de Suzette, una criolla, hija de un comerciante francés y de los de Ishcate, un indio, hijo de un jefe de los kaskaskia, asistimos a un momento histórico, a finales de siglo XVIII. En él, nativos americanos, colonos europeos de diversas procedencias y esclavos de origen africano coincidieron en las riberas del Misisipi, el que los nativos denominan Padre de las Aguas. Todos ansiaban lo mismo, lo vida que el río garantizaba, fértiles tierras en las que asentarse, caza asegurada y una eficiente vía de comunicación en un mundo casi inexplorado.

“Me enamoré de aquel contexto, tan desconocido, y del escenario, tan evocador” alega Luz Gabás cuando se le pregunta el porqué de este lugar. “Y el momento histórico -afirma- me servía para hablar del esfuerzo, de la capacidad para continuar adelante a pesar de las adversidades…”.

Aunque fue un español, Hernando de Soto, el primer europeo en alcanzar el Misisipi, el 8 de mayo de 1541, no sería hasta más de cien años después cuando los franceses comenzaron a adentrarse por los territorios españoles del golfo de México, en busca tanto de sus riquezas naturales como del mítico Paso del Noroeste. En el 1682, René Robert Cavelier de La Salle levantó una cruz en la desembocadura del Misisipi y reclamó el territorio para Francia, denominándole Louisiane (Luisiana) en honor del rey Louis XIV (Luis XIV), a quien logró convencer para que le otorgara el mando de los nuevos territorios. La Salle nunca consiguió regresar, pero dejó el terreno abonado para que, treinta años más tarde, Jean-Baptiste Le Moyne fundara la ciudad de Nueva Orleans, bautizada así en homenaje al regente, el duque de Orleans.

Los esclavos llegaron poco después que los colonos. A principios del siglo XVIII, John Law creó la Compañía de Occidente o Compañía del Misisipi que comenzó a traer esclavos negros desde las Antillas para trabajar en las incipientes plantaciones. Mientras los primeros emigrantes franceses se asentaban en fuertes y bases comerciales, el Tratado de París, firmado en 1763, puso fin a la Guerra de los Siete Años, cediendo la parte este del Misisipi al Reino de Gran Bretaña y las tierras occidentales a España. Se establecía así el río como frontera entre dos enemigos tradicionales extranjeros tradicionales ante el desconcierto de los nativos amerindios. Hasta el momento ellos habían sido los únicos en disputarse las riberas del Padre de las Aguas.

LUGAR DE LUCHA ENTRE POTENCIAS

“Los intereses territoriales siempre tenían que ver con la caza”, afirma Luz

Gabás. ”Los quapaw que aparecen en mi novela, temen a los osage, que bajan hasta la zona de Arkansas, invadiendo los territorios de los primeros. Y los kaskaskia de Illinois (…), guerreaban siempre contra los sioux del noroeste, los iroqueses del este, los fox del norte y los cherokee y los chickasaw del sur”. La llegada de los europeos introdujo nuevos actores, elevando los conflictos a escala planetaria. “El Misisipi se convierte en un lugar de lucha entre potencias porque el río era el eje vertebrador por el que comunicar todo el corazón del territorio de sur a norte, desde Nueva Orleans al nuevo San Luis de Misuri y de allí tanto al poblado territorio del este como al incógnito oeste”. Las historias de personajes de diferentes procedencias y con intereses antagónicos se verán automáticamente entrelazadas en este marco.

Pero el río, los paisajes que genera, los barcos que lo surcan, el puerto comercial de Nueva Orleans en su desembocadura o los establecimientos que comercian con pieles en su parte más alta, es algo más que un mero escenario. Como un eje vertebrador también de la trama, el Misisipi marca desde el inicio las vidas de sus protagonistas siendo testigo de las decisiones que cada uno de ellos toma. Desde el emprendedor arriesgado que se aventura a adentrarse en las tierras al norte para fundar nuevos asentamientos al inversor potentado que se queda en la reposada base francesa, en la placidez de la desembocadura.

Desde la salida de los dirigentes franceses hasta el tenso recibimiento de las autoridades españolas; desde las cuitas de amor del grupo de adolescentes europeos al rito iniciático de las tribus indias… No es una casualidad. “Quería presentar la historia de mis protagonistas alrededor de la metáfora de la vida como un río, con los afluentes simbolizando las personas que vamos conociendo en nuestro viaje”, afirma la autora. “Por eso estructuré la novela en cuatro partes, correspondientes a las fases de la vida y a las partes de un río”.

Luz Gabás.

TESTIGO DE LOS GRANDES CAMBIOS

En el caso del Misisipi, es una vida larga. Su curso, que transcurre a lo largo de los 3700 kilómetros que separan su nacimiento en el Lago Itasca de su desembocadura en el Golfo de México, atraviesa en la actualidad diez estados. Para hacernos una idea de sus dimensiones baste decir que su cuenca hidrográfica supone un tercio del territorio de los Estados Unidos y es la fuente del 23 % del abastecimiento de aguas superficiales públicas del país. Más de 72 millones de personas, es decir, uno de cada cuatro ciudadanos de los Estados Unidos vive en la actualidad su cuenca. Y esta cuenca, como todos los lugares en los que impera el comercio, se convierte, en el siglo XVIII en un testigo privilegiado de los avatares de la época.

“Todos los lugares en los que hay movimiento son testigos directos de la celeridad con la que se producen los grandes cambios históricos”, afirma Luz Gabás. “En la Luisiana del siglo XVIII, un territorio inmenso y poco poblado, se vivieron y sintieron los efectos de los grandes cambios del mundo occidental, desde la guerra de los siete años o franco-india hasta la revolución francesa, pasando por la independencia de los Estados Unidos. Las noticias tardaban en llegar semanas o meses, pero llegaban, y los primeros en enterarse eran aquellos cuyas vidas estaban ligadas comercialmente al Misisipi: aquellos para los que los grandes cambios históricos suponían también grandes cambios en su trayectoria personal”.

Las ideas de la revolución francesa introducen conceptos modernos en una sociedad extremadamente conservadora en la que la producción estaba reñida con los derechos humanos. La idea de libertad cala a todos los niveles: entre los esclavos, como muestra Luz Gabás, y entre esos nuevos estados que ven la posibilidad de independizarse de su metrópoli. La España ribereña que administra gran parte de esa Luisiana les apoyó en su lucha contra Gran Bretaña porque, al fin y al cabo, era una manera más de debilitar a su enemigo histórico. Probablemente nadie se detuvo a pensar en la repercusión que tendría, ni en el efecto dominó que provocaría entre sus propias colonias en América.

Emisarios de paz. Nación Cherokee.

METÁFORA DEL PASO DEL TIEMPO

Durante esa guerra de Independencia, España permitió a los colonos americanos utilizar el río y el puerto de Nueva Orleans, pero una vez terminada la guerra, lo cerró al comercio estadounidense en el año de 1784. Quizá tampoco interesaba tanto alentar las ansias de expansión de los nuevos estados. Pero ya era tarde. Quince años después, en el año 1800, La Luisiana será retrocedida a Francia mediante el Tratado de San Ildefonso, aunque España siguiera administrándola sobre el papel. En 1804, en el entorno de las guerras napoleónicas, y poco antes de su propia invasión de España, quizá con la intención de capitalizarse para asegurar el éxito de sus incursiones, el líder francés optará por vender aquella enorme y lejana colonia a los recién nacidos Estados Unidos por 15 millones de dólares, unos 80 millones de francos de la época, acabando así con el sueño español de la Luisiana. A través de las vidas de sus personajes la autora de Lejos de Luisiana nos hará navegar por el desconcierto y la incertidumbre que, entre los habitantes, generan unas decisiones políticas tomadas a miles de kilómetros de distancia.

“Tenía claro que quería desarrollar ese concepto del río como metáfora del paso del tiempo. Recuerdo que lo estudié en Mark Twain hace años y se me quedó. ¡Quién me iba a decir entonces que escribiría una novela ambientada en las tierras del Misisipi!”, sonríe Luz Gabás. “La vida pasa demasiado rápido para todos los personajes…. Esa sensación, la del paso del tiempo está agudizada por el constante fluir del río, por el traslado, a través de su cauce, de mercancías y personas, cuyas vidas, en muchos casos, se cruzan por casualidad“.

¿El protagonismo del río le convierte casi en un personaje más de la historia? Luz disiente. “Más que un personaje, es el tiempo, la vida, la transformación, la sensación de que las cosas suceden sin tenernos en cuenta, como el agua que fluye entre nuestras manos y nunca más vuelve a ser la misma.”. El río une. El río separa. El río contribuye a la formación de sorprendentes alianzas: “en algunos casos, como en el de Kaskaskia de la Alta Luisiana, explica la autora, el poblado nativo está a pocas leguas del francés, del mismo nombre. Había más relación entre nativos y franceses y nativos e ingleses de la que nos pueda parecer”.

Calle Ursulinas en el Barrio francés.

SINÓNIMO DE VIDA, DE ABUNDANCIA

Esta fue una de las cosas que llamó más la atención de Gabás durante su proceso de documentación para la escritura de Lejos de Luisiana; las relaciones y las alianzas entre las comunidades europeas y las tribus nativas americanas. “Al igual que los europeos, luchaban por más territorio en América, los nativos americanos también peleaban entre ellos por los límites de sus tierras de caza”, explica Luz Gabás. “Las lealtades surgían de las ayudas necesarias para los objetivos de cada uno. El río era sinónimo de vida, de abundancia y esa concepción no cambia con la llegada de los colonos europeos; simplemente les obliga a desplazarse según los nuevos conflictos e intereses”.

Quien viaja por el curso bajo del Misisipi pronto se da cuenta de que, como estado, la composición y la herencia cultural de esta zona es muy diferente a la de otros estados. ¿Es la consecuencia de esta mezcla de orígenes y nacionalidades? “Es cierto que la Nueva Orleans de finales del XVIII es una sociedad multiétnica y multicultural”, coincide Luz Gabás, “pero en el momento de mi novela sería pronto pensar en eso. Para los nativos de entonces, los de ambas márgenes, el Misisipi era el gran padre de las aguas. Solo eso y tanto como eso”.

El Misisipi tiene sus propias características. Su régimen hidrológico es complejo ya se alimenta de afluentes muy diferentes. Su curso superior tiene un régimen pluvionival mientras que el inferior atraviesa una región subtropical húmeda. Recibe las aguas del Misuri incrementadas por las del deshielo de las nieves de las Montañas Rocosas en primavera. Tiene un caudal importante y poderosas crecidas que llegan a inundar las tierras en derredor hasta 30 kilómetros, como algunas de recuerdo trágico. En su curso, desde el norte, arrastra aluvión compuesto de arenas y gravas que vierten en el golfo de México entre 312 y 450 millones de toneladas al año. La existencia de estos materiales explica la formación de las diferentes islas y de un delta que alcanza una superficie de 75 000 km², sobre la que viven unos 2,2 millones de habitantes y que avanza a razón de 100 metros al año.

Todo en las magnitudes del Misisipi tiene algo de sobrecogedor. El diez por ciento de las mercancías de los Estados Unidos son transportadas sobre su curso; su red hidrográfica de afluentes alcanza los 8000 km de longitud. Aunque en la actualidad los recursos minerales, la industria y el turismo caracterizan el desarrollo económico de su cuenca, este estuvo basado, desde finales del siglo XVIII, y durante prácticamente un siglo, en la economía de plantación esclavista y productos como el algodón o la caña de azúcar en el sur. De hecho, durante la Guerra de Secesión, el control del río se convertiría en uno de los principales objetivos. El 4 de julio de 1863, con la toma de Vicksburg por el general Ulysses S. Grant, después de un asedio de cuarenta días, la Unión podría controlar el río y dividir la Confederación en dos, marcando así el devenir de la guerra.

Luz Gabás nos presenta el río, el escenario histórico, la presencia española en el inicio de los Estados Unidos y los conflictos internacionales y personales que se deslizan a través del tiempo como a través de su curso, proporcionándonos un vivo fresco de un sur que cultiva usando mano de obra esclava y de un norte que se expande, explora y comercia en empresas individuales. Aunque la novela termina con la pérdida de España de Luisiana en 1803, quizá se perciba aquí ya la semilla del conflicto que enfrentará a unionistas y confederados 100 años después.

Partida de las jóvenes.