Jueves, 7 de Enero de 2010 (Campo II-Campo Base-Patriot Hills)
Las aventuras e historias que uno busca y formarán parte del recuerdo, no se acaban hasta que uno regresa a casa, o a un lugar cómodo fuera de todo peligro. Nosotros, aunque ya teníamos la cumbre de la Antártida en nuestros bolsillos, aún no podíamos bajar la guardia, pues todavía nos quedaba la larga y delicada bajada hasta el campo base. ¡Y eso es lo que nos disponíamos a hacer!
Después de la paliza de ayer, con el exitoso logro de haber ascendido la cumbre del Vinson, y poder sentir desde el techo de la Antártida la inmensidad de semejante continente pasando a formar parte de un pequeño pedazo de su historia; caímos rendidos en nuestros cálidos sacos de dormir. Esta mañana nos ha costado levantarnos. La pereza y el sentirnos tan a gusto dentro de la tienda nos impedía dominar nuestro lado más perezoso. Incluso Namgya nos llevó unas tortillas a la tienda que devoramos con ganas desde el saco.
Afuera hacía viento, pero el día era sencillamente espectacular, sin una nube en el horizonte y el sol oteando fuerte desde las alturas. Al salir de la tienda hacía frío. Fuimos recogiendo poco a poco nuestras pertenencias y las cargamos en las mochilas, que serían de nuevo las compañeras inseparables en este largo día. El campamento se desmonta por completo, pues hoy bajan hasta el campo base todas las expediciones. Solamente se quedan en las alturas Pachi y los 2 checos (Rudy y Pavel), que irán a intentar escalar el Monte Shinn, una montaña que se eleva majestuosa frente al Vinson. Así, debido a la ausencia de Pachi, hoy nuestro guía será Namgya, el sherpa Nepalí con el que hemos compartido expedición estos días.
Decimos adiós al Campo II, bajo la atenta mirada del Shinn, y empezamos la bajada encordados hasta el campo base. Los primeros metros son fáciles y vamos disfrutando de las increíbles vistas, con el Monte Shinn a nuestra derecha y justo enfrente la planicie antártica que ya nos dejó maravillados anteriormente, con el Pico Pirámide emergiendo cual barco a la deriva en un mar de hielo eterno. La bajada continua, y en poco tiempo alcanzamos el inicio de las cuerdas fijas. Allí nos hidratamos y comemos, mientras dejamos que otras cordadas anteriores inicien su descenso. Disfrutamos de las aéreas vistas y nos ponemos en marcha. Bajamos por las cuerdas fijas anclados a las mismas con el arnés, y vamos deslizándonos por ellas pasando el brazo a su alrededor de forma que nos sirve de freno dinámico. Así, nos dejamos deslizar por las cuerdas bajando con velocidad por las aéreas rampas nevadas, bajo un paisaje incomparable. La sensación es increíble, pero somos conscientes de que cualquier paso en falso puede hacernos precipitar cientos de metros ladera abajo, por lo que andamos con cuidado. Así que a mitad de camino paramos a descansar y reponer energías. Continuamos la bajada, como siempre unidos a nuestras inseparables cuerdas, y los últimos metros ya se hacen más cansados. Pero con ánimo conseguimos por fin alcanzar el final de las cuerdas, tras 2 horas y unos 800 metros de desnivel continuo por esta ladera nevada.
Continuamos andando hasta llegar al Campo I, donde días atrás dejamos, semienterrados, los trineos y parte del material que no subimos al Campo II. Allí, bajo un espectacular día soleado, sin viento y con temperaturas no muy bajas, descansamos y empezamos a preparar los trineos, para proseguir con nuestra bajada hasta el Campo Base. Repartimos la carga entre el trineo y la mochila y aunque un poco cansados reanudamos la marcha, con unas ganas locas por acabar el día. La técnica del trineo ya la tenemos casi dominada, y se hace mucho más fácil caminar con la carga.
Tenemos por delante una bajada progresiva hasta el campo base, en la que vamos disfrutando del espectacular paisaje que nos envuelve. Caminando como de costumbre encordados para evitar una caída en alguna de las grietas que jalonan la ruta. A nuestra izquierda, el impresionante farallón rocoso que desciende del macizo del Vinson, nos va dejando sobrecogidos ante tanta belleza, con sus glaciares colgantes que descienden cerca de 2000 metros hasta el ancho valle glaciar por el que caminamos totalmente “congelados” ante la maravilla de la naturaleza que estamos contemplando.
Los trineos se deslizan sin esfuerzo por la nieve, mientras vamos devorando metro a metro el camino que aún nos queda por recorrer. Paramos de vez en cuando para plasmar en fotografías y en vídeo el paisaje circundante. Mañana serán pruebas de un recuerdo maravilloso, de un sueño realizado. Tras 3 horas de descenso alcanzamos a divisar en la lejanía las tiendas del campo base. Son los últimos metros, los últimos pasos de una expedición que va tocando su fin. Con alegría llegamos al campo base, donde nos reciben con abrazos y muestras de felicitación.
Descansamos, bajo un incomparable panorama, donde descubrimos la cima del Vinson, que se eleva majestuosa en la lejanía del valle. ¡De allí venimos, de su punto más alto! Apenas paramos cerca de media hora, cuando nos comentan que preparemos el equipaje, pues volaremos en la avioneta “twin-otter” que se encuentra en el campo base. Por un lado nos da pena abandonar la montaña, pero por otro lado nos reconforta poder descansar esta “noche” en Patriot Hills, donde hay mayores comodidades.
Cargamos el equipaje y enseguida, aprovechando la etapa de buen tiempo, la avioneta despega dejando atrás el campo base. Ya en el aire, no podemos contener la alegría de sobrevolar un paisaje montañoso tan mágico. Cientos de montañas, forman una larga cadena montañosa, de la cual el Vinson es su punto más alto. Distinguimos el Monte Shinn, el Tyree, el Epperly, el Gardner, etc. Las vistas son sencillamente espectaculares, con montañas elevándose sobre un pasaje blanco e inaccesible. Muchas de ellas no han sido escaladas aún, y seguro que se mantendrán vírgenes por mucho tiempo. La inaccesibilidad del lugar se encargará de ello. La avioneta sigue su curso y no podemos parar de grabar y hacer fotos, a pesar de que la ventanilla se congela cada dos por tres. El paisaje nos tiene hipnotizados.
La larga cordillera Ellsworth va quedando atrás en el horizonte y a un lado podemos divisar cientos de montañas que surgen como islas en un mar de hielo. La vista es increíble, aristas afiladas, glaciares colgantes, cimas rocosas sobre la gran planicie eterna que envuelve con firmeza sus tesoros. La eterna llanura antártica nos deja obnubilados, con su inmenso tamaño que se extiende por todo este mágico continente. Es enorme, y se funde en el horizonte con el azul del cielo. Al divisarla, uno deja volar su imaginación y se acuerda de las grandes gestas antárticas, aquéllas donde el hombre buscaba llegar al polo sur. Grandes hombres y grandes aventuras que han tenido como escenario la vasta plataforma antártica. No podemos olvidarnos de ellos; del gran Ernest Shackelton, uno de los pioneros y un ejemplo de un buen liderazgo, siempre pendiente de la seguridad de sus hombres. Del “perdedor” Scott, que derrotado por su eterno rival Amundsen en ser el primer hombre en alcanzar el polo sur, falleció junto con sus 4 compañeros en el trágico regreso. Y del enigmático Roal Amundsen, primer hombre en llegar al Polo Sur, un ejemplo de buena organización en expediciones antárticas. La lista de hombres es larga, y sus nombres estarán siempre ligados al continente blanco.
Dejamos volar nuestros sueños y en 1 hora y media la avioneta desliza sus esquís sobre la pista de nieve de Patriot Hills. Hemos regresado a la “civilización antártica”. Ha sido un día largo, pero esta noche descansaremos a gusto. El día 10 de Enero está planeado que el avión ruso de carga “Ilyushin” nos lleve de vuelta a Punta Arenas, por lo que estaremos en Patriot Hills 2 días, descansando y más relajados, después de los días de alta montaña.
Juan y Pablo, de vuelta a la “civilización antártica”.