Iniciativa

FINALIZADA LA TRAVESÍA DEL LAGO DEL GRAN ESCLAVO
Albert Bosch

25 marzo 2018

Hemos culminado 170Km en 7 etapas, en total autosuficiencia y con temperaturas entre -10 y -35ºC, remontando todo el brazo Este del Lago del Gran Esclavo, desde el sur de Yellowknife (Gross Cap) hasta Lutsle K’e, empezando el domingo día 11 y terminando el sábado día 17 de marzo.

Lutsle K’e es un enclave situado en plena reserva del pueblo indígena Dene, a 240Km de la primera carretera o ciudad conectada, y solo es accesible con avioneta, en moto de nieve en invierno o en barca en verano.

Esta ha sido la primera de las expediciones árticas previstas en el proyecto THE LAST ICE que estamos realizando junto a Pepe Ivars y Pako Crestas, y que nos llevará a cruzar diversos lagos y zonas oceánicas heladas de los diferentes continentes que limitan con el Ártico, entre los que están previstos el lago Onega (zona ártica europea de Rusia), el lago Baikal (zona ártica asiática de Rusia) y el Polo Norte.

Toda la travesía se realizó dentro las reservas indígenas del pueblo Dene, en los territorios del noroeste de Canadá, saliendo de su capital Yellowknife (concretamente desde Gross Cap), para remontar todo el brazo este del lago y llegar hasta Lutsle K’e, uno de los puntos más simbólicos para esta tribu, que se encuentra totalmente aislada por transporte terrestre del resto de la civilización. Yellowknife es una de las regiones habitadas más frías del planeta, junto con algunas regiones de Siberia.

La expedición se desarrolló en óptimas condiciones de hielo y climatología, consiguiendo culminar el proyecto en el mínimo de días previstos, que se había estimado entre 7 y 10 jornadas. De hecho, el tiempo que tuvimos fue mucho mejor del que sería habitual en esta latitud para esta época del año, y solamente una de las jornadas presentó unas condiciones muy extremas de frío y viento que hicieron peligrar la marcha normal y nos hizo refugiarnos en la tienda; pero al final conseguimos realizarla en su totalidad, sin demorar en absoluto la media de kilómetros diarios, que se situaba entre 20 y 30 por jornada. El estado del hielo en el lago era muy bueno, sin demasiada nieve que hubiese dificultado mucho más la marcha. En los 7 días sólo encontramos cinco puntos delicados en la formación del hielo, con líneas de presión importantes que tuvieron que ser superadas dando pequeños rodeos y escogiendo el paso adecuado para no tomar riesgos en la rotura del hielo y en el paso de los bloques acumulados en la línea de presión.

La trayectoria individual de cada uno de los expedicionarios, unida a nuestra propia experiencia como equipo acumulada durante la travesía del mar Báltico realizada en 2017, hizo que el trabajo común fuera muy eficiente tanto en la compenetración personal, como en la preparación física y en el material técnico necesario utilizado.

Cada jornada constaba de unas 9 horas de marcha con unas 3 o 4 pausas para descansar y reponer energías. Las temperaturas durante la marcha podían oscilar entre los -30ºC/-35ºC a primeras o últimas horas del día, hasta los -10ºC durante las horas centrales. La temperatura dentro de la tienda durante la noche llegaba hasta los -20ºC, con lo que cabe destacar que una de las partes más duras de este tipo de travesías, es el vivir totalmente autónomo y en una tienda, en condiciones tan extremas, durante tantos días. En estas aventuras es tan importante el rendimiento físico/deportivo, cómo el psicológico/mental, ante la dureza de las condiciones y la monotonía de la marcha diaria.

Galería fotográfica

Estos grandes espacios casi vírgenes y muy remotos aportan una visión muy especial del entorno natural, pues uno se siente realmente humilde ante tanta inmensidad y tanta fuerza de la naturaleza, y no tiene más remedio que adaptarse y aprender a disfrutar de lo mucho que le aporta y de cuán especial es ese territorio, para compensar la dureza física y mental de la aventura. Disfrutar de noches con cielos repletos de estrellas y auroras boreales con ausencia de cualquier tipo de contaminación lumínica; estar durmiendo encima del hielo en puntos dónde uno sabe que la profundidad del lago llega hasta los 600 metros; escuchar el crujir del hielo bajo su cabeza cuando uno está durmiendo con la oreja pegada al suelo; o gozar de vistas inmensas en un lugar sin ningún humano en cientos de kilómetros a la redonda, son algunas de las sensaciones únicas que uno ha podido experimentar en esta expedición.

Aparte de la vertiente más deportiva de esta expedición, se ha dado una oportunidad muy especial de convivir con uno de los pueblos más ancestrales y remotos de todo Norteamérica: los Dene. Hemos compartido distintas visiones del mundo y de su propio hábitat y sistema de vida dentro de esta misma comunidad: por un lado la de los habitantes Dene en Yellowknife, totalmente conectados con la civilización; y por otro, la de los que vivían en el remoto enclave de Lutsle K’e, a 240Km al noroeste de la capital y de cualquier punto conectado por transporte terrestre.

Con ellos hemos podido discutir de cómo les afecta el Cambio Climático, el desarrollismo y los cambios acelerados de la sociedad occidental, en relación a un tipo de vida muy tradicional y arraigada a un territorio muy virgen pero también muy vulnerable.

Claramente el Cambio Climático les supone efectos directamente observables en su día a día. Para ellos no es una discusión teórica, pues ven por ejemplo, cómo les afecta a su manera de transportarse por el lago para desplazarse y conectarse con otros pueblos o para cazar y pescar, ya que el lago tarda más en congelarse y hay un largo período entre el que no pueden utilizar ni las motos de nieve ni las barcas. También les afecta en la caza, pues su principal objeto de caza y alimentación, el Caribú, se ha ido desplazando mucho más al norte desde los años 90 por los incrementos progresivos de las temperaturas medias, complicando mucho más un hábito de vida clave para su subsistencia.

Todo ello les lleva a ser muy vulnerables en cuanto a su organización social y la gestión de su territorio, pues al tener más dificultades en la gestión de su movilidad y capacidad de conseguir alimentos en forma de caza y pesca, hace que sean mucho más dependientes de la sociedad ya desarrollada; y luego entra en juego directamente el desarrollismo en forma de compañías mineras que se están expandiendo por el territorio para explotar su enorme riqueza en distintos minerales (especialmente diamantes), que fácilmente pueden “comprar” su apoyo o colaboración para su crecimiento, realizando pequeñas inversiones en sus comunidades.

En el documental que realizaremos de esta expedición trataremos más ampliamente esta cuestión, pero precisamente el sentido de esta aventura, aparte de ser una experiencia deportivo-aventurera muy especial, está conectado con dar a conocer la belleza y singularidad de estos parajes tan puros, que a la vez son tremendamente vulnerables a los problemas medioambientales y las consecuencias del propio desarrollismo del sistema occidental.

Nuestro modesto propósito es poder actuar de embajadores de estos territorios para que estas expediciones sirvan para poder reflexionar y divulgar una conciencia de protección ante estos entornos naturales que forman parte de un equilibrio clave para la biodiversidad y bienestar medioambiental y social en ese entorno concreto y en todo el planeta.

En los próximos meses se publicará el documental de esta expedición y los temas sociales y medioambientales relacionados, dirigido y producido por Íñigo Chalezquer con la colaboración en el guión y contenido de Carolina Jara-Huergo.

La próxima expedición del proyecto “The Last Ice” se realizará a finales del mes de febrero de 2019, con la travesía del lago Onega.