Texto: Lola Higueras

La primera vuelta al mundo

Se acaban de cumplir 500 años de la salida de la Expedición española al Maluco que, por azar del destino, acabó culminando la Primera Vuelta al Mundo, una de las más importantes gestas de la historia marítima española, que tuvo, como veremos, repercusión mundial. Esta gran aventura marítima se inicia el 10 de agosto de 1519, cuando la flota española zarpa del puerto de Sevilla, pero su origen y sus finalidades geográficas, económicas y políticas, tienen su origen mucho antes, en la rivalidad de los dos grandes imperios marítimos de la época, España y Portugal, cuya gran ambición era alcanzar las islas Malucas donde se cultivaban las” especias”, más valiosas que el oro en esa época. El reto estaba en dominar estas lejanas islas y controlar el comercio de estos productos naturales.

Españoles y portugueses habían firmado en 1494 el Tratado de Tordesillas, que repartía el mundo por descubrir entre los dos imperios. El Papa Alejandro VI, media y respalda este pacto, por el que se traza una línea imaginaria a 370 leguas al oeste de Cabo Verde. Portugal navegará al este de dicho meridiano, mientras España lo hará hacia el occidente.

Como consecuencia de este reparto, España debe navegar el océano y abordar una total renovación de las técnicas y ciencias de navegación, de los instrumentos, de los buques y de la cartografía: un reto científico y tecnológico de enorme dimensión. El buque, su armamento y su gobierno representan la máquina más compleja que se pueda imaginar en la época, y España ha de desarrollar una ciencia muy puntera para lograr el objetivo de navegar con éxito el inmenso océano. Por eso, algunos historiadores han comparado esta gran gesta española del Siglo XVI con la llegada a la luna en el siglo XX.

LA EXPEDICIÓN AL MALUCO. LA OFERTA DE MAGALLANES AL REY CARLOS I

En 1511, una expedición portuguesa, comandada por Francisco Serrano, llega a Ternate en las Molucas por la denominada “ruta portuguesa”, bojeando la costa africana y navegando entre el laberinto de islas del Índico. Para España era cada vez más urgente encontrar una ruta hacia la especiería navegando hacia occidente, por territorio de influencia española, por eso la propuesta de Magallanes fue tan atractiva para el joven monarca español.

En esta propuesta era esencial la afirmación de Magallanes de la  existencia de un paso o estrecho, al sur del continente americano, que comunicaba el océano Atlántico con el llamado Mar del Sur, luego Pacífico, descubierto por los españoles. Tal estrecho permitiría alcanzar las Molucas navegando siempre hacia occidente, por el área de influencia española.

Magallanes afirmaba haber encontrado información fidedigna en los archivos portugueses de Lisboa y Oporto, en los que había trabajado secretamente. Sobre todo, afirmaba haber visto representado dicho estrecho en un mapa dibujado por el famoso cartógrafo Martin Behaim, al servicio de Portugal.

El 22 de marzo de 1518, convencido el Rey de la viabilidad del proyecto propuesto por Magallanes, firma con él unas “Capitulaciones”, o contrato, que especifican todas las obligaciones de Magallanes, comprometiéndose el Rey a financiar la expedición: la adquisición de los barcos, su reparación y puesta a punto, todo tipo de enseres necesarios para su armamento, las armas, los víveres, los instrumentos náuticos y la cartografía, y por supuesto los sueldos de las dotaciones. El total del costo se acerca a los 8.700.000 millones de maravedíes, una gran fortuna para la época.

La orden real a Magallanes era muy clara. Magallanes tendría el mando de la flota, pero compartido con Juan de Cartagena, su hombre de confianza en el viaje, y debería navegar siempre a occidente de la línea de demarcación, sin entrar en conflicto con Portugal. Si encontraba el ofrecido paso entre los dos océanos, debía navegar hasta las Malucas, tomar posesión de ellas para el rey de España, y establecer amistosas relaciones con los indígenas, que permitieran a los españoles establecer un fructífero comercio con las preciadas especias.

A lo largo del viaje veremos cómo Magallanes desobedeció una y otra vez las precisas órdenes del rey de España, sobre todo respecto a las relaciones con las poblaciones indígenas, pero hay que decir que al mismo tiempo mantuvo su lealtad hacia el rey en todo momento, y, al llegar a las islas Filipinas, llevó a cabo solemnes ceremonias de “Toma de Posesión” de esos territorios en nombre del rey de España.

Cinco naos componen la expedición: La Trinidad (Magallanes); La San Antonio (J. Cartagena); La Concepción (G. Quesada); La Victoria (L. Mendoza) y La Santiago (J.Serrano)

Existen dudas acerca del número exacto de hombres que zarparon hacia el Maluco. Las distintas noticias varían entre los 235 y los 265, y yo me inclino por 241, que es el número de raciones calculadas en las Capitulaciones. En esa época tan temprana era muy corriente que las tripulaciones fueran de distintas nacionalidades y esta gran expedición no fue una excepción. Entre los tripulantes, 163 eran españoles y 78 extranjeros: 31 portugueses, 26 italianos, 9 griegos, 5 flamencos, 4 alemanes, 2 irlandeses y 1 inglés.

RUMBO AL ESTRECHO DEL CONTINENTE AMERICANO

La flota con sus cinco barcos zarpa finalmente de Sevilla el 10 de agosto de 1519, pero permanecerá más de un mes en el puerto de Sanlúcar, donde continúa el avituallamiento y el enrole de tripulaciones. Y el 20 de septiembre parte la flota del Maluco rumbo a Tenerife, donde realizan una primera escala.

Los roces y enfrentamientos de los capitanes españoles con Magallanes son continuos, ya que les niega una y otra vez información sobre la derrota, y, por fin, frente a Guinea, Juan de Cartagena reprocha a Magallanes su incomprensible derrota bojeando África, pidiéndole explicaciones. Magallanes lo acusa de insubordinación, lo releva del mando y lo manda detener, iniciando así una serie de acciones que ponen de manifiesto su carácter despótico y soberbio, que eleva al máximo la desconfianza de los mandos españoles.

El 13 de diciembre de 1519 recalan las cinco naos en Río de Janeiro. Allí se aprovisionan de víveres frescos y agua, y continúan bojeando la costa de América del sur, siempre en busca del ansiado paso. En el puerto de San Julián se producirán gravísimos acontecimientos.

Los tres capitanes españoles, Mendoza, Quesada y Cartagena, encabezan junto a otros 44 tripulantes, entre ellos Elcano, un levantamiento contra Magallanes por esconderles la derrota, en contra de las órdenes expresas del rey. La represalia de Magallanes es terrible. Los tres capitanes y 15 de los conjurados son condenados a muerte, condena que Magallanes no cumple por no poder prescindir de tantos hombres experimentados en las próximas singladuras. Pero a Mendoza y a Quesada los manda descuartizar para ser abandonados en la costa, sin enterrar. Juan de Cartagena y el clérigo Sánchez de la Reina son abandonados en esa salvaje tierra, castigo cruel, peor que la muerte. Al gran astrónomo Andrés de San Martin le aplica el terrible castigo de la “garrucha”, al que sobrevivió de milagro, y mandó descoyuntar al piloto Hernando de Morales, que falleció durante el brutal castigo. Actos de suprema crueldad de Magallanes con los que, sin duda, quiso aterrorizar a las descontentas tripulaciones para someterlas a su disciplina.

La nao Santiago naufraga explorando el peligroso estrecho recién descubierto, aunque se salvan sus tripulantes, y el 26 de agosto de 1520, los cuatro barcos supervivientes quedan inmovilizados por furiosos vientos huracanados y terribles temporales, que a punto están de dar al traste con las naos.

Antes de alcanzar la salida del Estrecho hacia la Mar del Sur, el portugués Esteban Gómez, enemigo de Magallanes, encabeza un motín. Toda su tripulación deserta y emprenden el tornaviaje por el Atlántico, llegando a Sevilla el 6 de mayo de 1521.

El 27 de noviembre de 1520 nuestros expedicionarios avistan por fin la Mar del Sur, tras haber navegado 600 kilómetros por el interior del laberíntico estrecho. Las grandes tempestades, la falta de víveres y los muchos hombres enfermos aconsejan regresar a España. Pero Magallanes, que cree estar ya cerca de las Molucas, decide continuar. La realidad, sin embargo, es muy distinta: el Pacifico es un océano gigantesco, y la distancia real que los separa de las míticas islas es de 18.000 kilómetros, extensión inmensa para estos pobres navegantes enfermos y hambrientos.

LA LLEGADA A LAS ISLAS FILIPINAS Y SUS CONSECUENCIAS

Las naos tardarán tres meses y veinte días en navegar esta derrota interminable hasta las Filipinas. El hambre es tan terrible que los desgraciados tripulantes llegan a comer cuero reblandecido en agua de mar y ratas. Muchos salvaron la vida gracias a esta repugnante comida. Hoy se sabe que las ratas sintetizan en su organismo la vitamina C, la gran carencia que causaba el escorbuto a los navegantes.
El 6 de marzo de 1521, en calamitoso estado y como por milagro, las tres naos arriban a la Isla de Guam, actual Archipiélago de las Marianas. Magallanes, en represalia a los constantes robos de los indígenas, ataca con gran violencia sus poblados, quema casas y embarcaciones y roba cantidad de víveres, contraviniendo de nuevo las explícitas ordenes del rey Carlos I.

El 9 de marzo Magallanes ordena zarpar, avistando Samar, en las Filipinas, y el 28 recalan en Mássawa, al sur de Leyte, donde Magallanes lleva a cabo una aparatosa “Toma de Posesión” en nombre del rey de España, igual que en Cebú, mostrándose satisfecho con lo que interpreta como amistosa actitud de los indios.

Pero la llegada a Mactan pone de relieve que esta aparente amistad es muy precaria. El cacique Lapu-lapu pone de manifiesto que no está dispuesto a someterse a los deseos mesiánicos de Magallanes, y mucho menos a rendir pleitesía al rey de España. El colérico Magallanes reacciona con gran violencia e incendia la aldea, pero ha menospreciado en su cólera la fuerza defensiva de Lapu-lapu, y, en la medianoche del 26 al 27 de abril de 1521, ataca con 60 hombres de sus menguadas tripulaciones a las poderosas fuerzas reunidas por los indígenas, que se estiman en más de 1.500 hombres. En este desigual combate muere Magallanes por las flechas envenenadas de los indios, que lo rematan después a machetazos. Lapulapu se niega a entregar su cadáver a los españoles, y no se sabe nada más sobre el destino final de su cuerpo destrozado.

En fin, se trata de una tragedia de proporciones inmensas, que acaba además con el prestigio de los españoles y su fama de invencibles. Carvalho toma el mando de la Trinidad y de la expedición, Gonzalo Gómez de Espinosa el de La Victoria, y J.S. Elcano el de la Concepción, que por su mal estado y falta de tripulación ha de ser incendiada. Solo sobreviven, en total, 108 hombres.

El 21 de junio de 1521, fondean frente a la ciudad de Brunei, una impresionante ciudad gobernada por el rey Siripada, de religión musulmana, hombre inteligente y culto. Las relaciones con dicho rey son cordiales, pero Carvalho, capitán de la Trinidad, resulta ser un traidor y ha de ser sustituido en el mando por Gómez de Espinosa. Elcano, que goza del aprecio de sus compañeros, es nombrado “de hecho” nuevo Capitán General de la menguada escuadra.

POR FIN, EN LAS MALUCAS

El 8 de noviembre de 1521 los dos maltrechos barcos anclan en la isla de Tidore, en las Malucas, objetivo principal de la expedición. Por fortuna para nuestros desgraciados navegantes, el rey de la isla, Almanzor, colabora, y les proporciona gran cantidad de especias, sobre todo, clavo, nuez moscada y jengibre.

En Tidore, nuestros navegantes viven tiempos felices, en paz con los indígenas, bien alimentados y acopiando grandes cantidades de las preciadas especias. Pero tanta felicidad no puede durar: están en zona de influencia de los portugueses, quienes, al parecer, vigilan desde hace tiempo la pequeña expedición española, alertados por algún reyezuelo indígena.

Apenas zarpan del puerto de Tidore, se descubre una gran” vía de agua” en la Nao Trinidad, que, con las bodegas anegadas y en riesgo de hundirse, debe permanecer en Tidore para ser reparada. Solo cinco supervivientes, entre ellos el otro cronista del viaje, Ginés de Mafra, logran regresar a España en 1527, tras innumerables padecimientos, presos de los portugueses que se habían incautado de importante documentación española: los diarios de a bordo, el diario astronómico de Andrés de San Martín, y quizá el diario del propio Magallanes.