Manuel Chaves Nogales. Un viaje bajo el signo de la esvástica.
Por Patricio de Blas Zabaleta
Bibliografía: Boletín 45 Los Jesuítas en la exploración del mundo
En 1933, el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales viajó a Alemania e Italia para componer un gran reportaje por entregas sobre la vida en aquellos países bajo el régimen fascista, que publicó en el periódico “Ahora”. Hacía pocos meses del ascenso definitivo de Adolf Hitler al poder pero Chaves Nogales describe con total precisión la inoculación del nacionalsocialismo en el pueblo alemán, convertido en pleno al nuevo régimen, y presagia la aniquilación sistemática de los judíos. La obra de Chaves Nogales, así como su faceta de periodista viajero y observador perspicaz, están siendo recuperadas en los últimos años con nuevas ediciones de sus libros.
Los lectores españoles vamos conociendo y apreciando, en los últimos años, la obra de Manuel Chaves Nogales (Sevilla 1897- Londres 1944) escritor y, sobre todo, periodista genial de los años veinte y treinta del siglo pasado. Nos sorprendió, primero, su admirable Juan Belmonte, matador de toros (Alianza Editorial. 2012), magistral biografía del torero sevillano escrita, en 1935, por un autor “poco interesado por el mundo de los toros, pero profundamente atraído por el carácter excepcional de su paisano” (J. Carabias). Vino después el descubrimiento de su impresionante A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (Espasa, 2009), el testimonio sobre la guerra civil, escrito en Montrouge (Seine, Francia) entre enero y mayo de 1937, por un “pequeño burgués liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria”, “antifascista y antirrevolucionario” (así se define el autor en prólogo del libro).
Más recientemente, a partir de la recopilación de su obra periodística por Mª Isabel Cintas Guillén (Sevilla 1993, 2001, 2013, progresivamente enriquecida), hemos podido disfrutar de sus reportajes y crónicas viajeras convertidas pronto en libros tan interesantes como deliciosos. Uno de los últimos en publicarse es el que recoge sus viajes por Alemania e Italia, Bajo el signo de la esvástica [Cómo se vive en los países de régimen fascista] reeditado recientemente por la editorial Almuzara.
A finales de la década de los veinte del siglo pasado, “cuando las líneas regulares comenzaban a consolidarse, y cuando los aviones pocas veces aterrizaban donde el piloto se lo había propuesto al arrancar” (según explica Josefina Carabias, cronista parlamentaria en el diario Ahora que dirigía Chaves), nuestro autor era ya un entusiasta de viajar volando. Le atraía “la perspectiva vertical”, la sensación que produce “ver el mundo desde lo alto“. Ese entusiasmo le hizo escribir en uno de sus reportajes (De Madrid al mar): “es preciso que viajen en avión todos, los tenderos y los canónigos y las amas de cría. Mientras la acción de volar no sea universal no haremos nada”.
Y es que para Chaves Nogales el oficio de periodista se resumía en dos tareas indisociables: “contar y andar”. Contar, contaba en periódicos y revistas de España, Francia, Reino Unido, Argentina, México, Colombia, Cuba…; sobre todo en dos diarios madrileños de la época: Heraldo de Madrid y Aurora, de los que fue, respectivamente, redactor-jefe y director. Y andar, anduvo, una y otra vez, por los lugares en que se dirimía la suerte de Europa y del mundo en el período de entreguerras: la Unión Soviética en el momento de la implantación del comunismo y Alemania e Italia en los años treinta, donde vio crecer el fascismo. De todo ello dio testimonio fidedigno, inteligente y preciso en las crónicas que enviaba a sus periódicos.
El más largo de sus viajes, en 1928, lo llevó de Madrid a Bakú, pasando por Berlín y Leningrado, como corresponsal del Heraldo de Madrid, que publicó los reportajes entre el 6 de agosto y el 5 de noviembre de 1928. Al año siguiente, aparecieron como libro con el título de: La vuelta a Europa en avión. Un pequeño-burgués en la Rusia roja. Poco después, en 1931, entrevistó en París a una variopinta galería de exiliados rusos (estudiantes, escritores, artistas, aristócratas y políticos), entre ellos a Kerensky, para una serie de reportajes del diario Ahora (27 de enero a 22 de febrero de 1931). Ponto se convirtieron en un nuevo libro: Lo que ha quedado del imperio de los zares (1931). Finalmente, de todos estos materiales, y del testimonio de su protagonista, un bailaor flamenco de Burgos, surgió, en 1934, una nueva serie (¿novela? ¿crónica? ¿reportaje?), esta vez en el semanario Estampa, entre el 7 de marzo y el 15 de septiembre de 1934: El maestro Juan Martínez que estaba allí, el periplo del artista y de su compañera Sole, a quienes sorprendió, en San Petersburgo, la revolución rusa de 1917 y sus desventuras por la capital de los zares, Moscú y Kiev para sobrevivir y regresar a París.
Viaje a la Alemania fascista
Alemania fue otro destino repetido en los viajes de Chaves Nogales. Había visitado el país en 1928, cuando la República de Weimar parecía salir adelante. Regresaría más tarde, en marzo y abril de 1933, en condiciones bien distintas. La Gran Depresión de 1929 había trastocado las cosas. Hitler había sido nombrado canciller por el presidente de la República, Hindemburg (enero de 1933), cuando su partido contaba con el 34 por ciento de los votos. En febrero, utilizó el incendio del Reichstag para arrancar un decreto que suprimía los derechos fundamentales. En esas condiciones, maniatada la oposición, el partido nazi pasó a un 44 por ciento de los votos en las elecciones del 5 de marzo. Enseguida consiguió que el parlamento aprobara la ley habilitante que le transfería sus poderes por cuatro años y que le dejaba las manos libres para proceder a la asimilación del Estado por el partido nazi. Esa era la Alemania que se ofrecía a la vista y a los oídos de nuestro periodista en los meses de marzo, abril y mayo de 1933. Los reportajes alemanes de Chaves aparecieron en Ahora entre el 14 y el 27 de mayo de 1933. El anuncio de la empresa editora, el 7 de mayo, para promocionar aquella serie de reportajes sobre “cómo se vive en los países de régimen fascista” no defraudó a los lectores que pudieron conocer, prácticamente en directo, cómo se implantaba el totalitarismo en aquel pais, es decir, los fines que se proponía el partido nazi y los métodos que sus dirigentes estaban aplicando para modelar el Estado, la sociedad y las personas según su visión de Alemania y del mundo. Estos reportajes son los que ahora nos ofrece la editorial Almuzara en una nueva reedición.
Al día de hoy, cuando conocemos la trayectoria completa de aquel engendro, la lectura de las crónicas de Chaves resulta aún más interesante. Tal vez, porque supo captar, desde sus comienzos, la esencia de la amenaza nazi y el peligro que representaba, sin dejarse arrastrar al otro totalitarismo de la época, el comunismo, igualmente denunciado por él. Su relato transmite con asombrosa claridad cómo los delirios de Hitler en Mein Kampf estaban siendo asumidos y compartidos por la clientela de los Gasthof (tabernas), es decir, por el hombre de la calle.
Se fija en los métodos de encuadrar y reeducar a la población trabajadora en los principios del nuevo orden: los campamentos de trabajo en régimen cuartelero; o en los mecanismos de conquista de la juventud, y en el papel reservado a las mujeres. Da cuenta de los métodos expeditivos para eliminar a los opositores, judíos o no, siempre con la colaboración del Gran Inquisidor, el pueblo alemán. Y describe los subterfugios para una remilitarización que burlaba los acuerdos de Versalles, como instrumento necesario para afrontar la guerra inevitable para la expansión del Reich (“Dentro de tres años, la guerra”).
Retrato de Hitler
Chaves Nogales dedica uno de sus reportajes (“Adolfo I, Emperador”) a algunos de los personajes que protagonizaban el ascenso nazi. De Goebbels, al que entrevistó según las reglas fijadas por el Ministro de Propaganda nazi (“tres preguntas y sus respuestas, que deben publicarse textualmente, sin comentarios ni interpretaciones”), hace, como introducción a la entrevista, un retrato antológico. Sorprende, sin embargo, el bajo perfil que atribuye a Hitler. Chaves dibuja al Führer como “un pintor que no sabía pintar, un artista sin talento” que “si en vez de rechazarlo en la Academia de Pintura de Viena por malo y empujarlo a tener que pintar puertas para ganarse la vida le hubiesen comprado unos cuadritos y le hubieran publicado unos sueltos encomiásticos en los periódicos no hubiese habido tal Hitler”. Y lo sitúa en el mismo plano de mediocridad que a otros líderes de las dictaduras comunista o fascista. “Hay que pensar que las dictaduras favorecen el encumbramiento de las medianías, de los señores discretos con gabardina. Lo que no está tan claro es que en un régimen liberal, democrático y parlamentario, donde todos los ciudadanos tienen sueltos los brazos y la lengua, esto sea tan fácil como en los regímenes dictatoriales.” Un juicio que se corresponde, ciertamente, con la responsabilidad que atribuía al pueblo alemán y, probablemente, con su optimismo republicano. Pero, es posible, también, que el Hitler que se estaba revelando ya como un político cínico y astuto (Allan Bullock), no hubiera manifestado todavía aquellas dotes que le conferirían un “atractivo fatal” sobre las masas.
Una última consideración. El libro Bajo el signo de la esvástica [Cómo se vive en los países de régimen fascista], editado por Mª Isabel Cintas Guillén, adquiere un interés adicional, un atractivo más para el lector de hoy, con la inclusión de varios apéndices que dan cuenta de la conferencia pronunciada por Chaves Nogales en la Sociedad Económica sevillana de Amigos del País, el 23 de junio, a su regreso de Alemania. El tema no podía ser más aparente: “Cómo se acaba con una república. Del comunismo ruso al fascismo alemán”. Chaves, que veía con enorme preocupación la escalada de violencia verbal y de intransigencia política en la España republicana, quería hacer todo lo posible para pacificar los espíritus, para que sus compatriotas reflexionaran sobre la realidad de esos sistemas –fascismo y comunismo- en los países que los habían implantado evitaran repetirla.
Empeño vano. El desenlace de esta esperanza figura en el tremendo prólogo de A sangre y fuego al que me he referido al comienzo. Este hombre, cuya “única y humilde verdad era un odio insuperable a la estupidez y a la crueldad”, había visto cómo “después de tres siglos de barbecho, la tierra feraz de España hizo pavorosamente prolífica la semilla de la estupidez y la crueldad ancestrales”… “Es vano –continuaba- el intento de señalar los focos de contagio de la vieja fiebre cainita en este o en aquel sector social, en esta o en aquella zona de la vida española. Ni blancos, ni rojos tienen nada que reprocharse. Idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos que se partieran España”. Uno siente la tentación de matizar que ese juicio data de los primeros meses de 1937, que, después, la balanza de despropósitos se inclinó de uno de los lados. Pero conviene no olvidar esta otra terrible observación de Manuel Chaves Nogales, el hombre que se permitió “el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos” exiliándose en enero de 1937: “Para un español quizá sea este un lujo excesivo”.
n Manuel Chaves Nogales. Bajo el signo de la esvástica [Cómo se vive en los países de régimen fascista] Ed. Almuzara, Sevilla, 2012.