Manuel Chaves Nogales: un viajero por la Rusia revolucionaria

Por Mercedes Barreno-Ruiz

Bibliografía: Boletín 72 – Rusia: una aproximación

 

Periodista, viajero y escritor, Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-1944) dirigió y escribió en periódicos de Sevilla, Córdoba, Madrid, Iberoamérica, París o Londres. Ya fueran crónicas, entrevistas, relatos o teatro, su pasión por estar en el lugar de la noticia y conocer a los protagonistas, le impulsó a recorrer Europa, sin que las dificultades o distancias fueran motivos suficientes para hacerle desistir en su empeño. Aquí nos detenemos en los artículos y reportajes escritos en su viaje por la Rusia de finales de la década de 1920.

 

Los avances de la aviación en la época de entreguerras permitieron a Chaves cumplir sus ideales periodísticos de estar allí donde la vida y la noticia le reclamaban. Los obstáculos o los riesgos de trasladarse en avión, en ningún caso eran comparables con la necesidad de contar la noticia.

Son dignos de leer por su detalle y claridad los despegues y aterrizajes que vivió y contó a un público que apenas sabía en qué consistía un avión. A partir del éxito de sus crónicas sobre Ruth Elder, la aviadora que cruzó al Atlántico en solitario por primera vez en 1927, su ímpetu viajero se hizo imparable. La admiración por su accidentada aventura lleva a Chaves a entrevistarla en el mismo avión que la trae a Madrid desde Lisboa, obteniendo por ello el premio de periodismo Mariano de Cavia (ABC, 1928), con el artículo titulado La llegada de Ruth Elder a Madrid.

Y entre los acontecimientos de actualidad, destacaba en aquellos años uno, el de la revolución socialista de Rusia. El mundo quería saber lo que estaba pasando en ese país, y el Heraldo de Madrid envió a Chaves como corresponsal, con el encargo de recorrer dieciséis mil kilómetros a lo largo y ancho del territorio ruso. Producto de esta experiencia fue la recopilación de sus crónicas en el libro La vuelta al mundo en avión, Un pequeño burgués en la Rusia roja, publicado en 1929.

Precisamente cuando España estaba inmersa en importantes debates políticos, planteándose avances sociales inéditos en el albor de la II República, y siendo él defensor de las tesis de Azaña, escribió, sobre todos los temas como un gran cronista. Viajero y minucioso observador, intentando siempre ver y contar la verdad, sus crónicas de Rusia y sus habitantes son la evidencia de su honradez y dignidad periodística. Un testimonio de lo conseguido por los revolucionarios y, al mismo tiempo, del dolor de los zaristas emigrados por toda Europa, dándoles voz a través de sus entrevistas en Paris.

 

ESCRIBIR LO QUE VA VIENDO

Y lo hizo como siempre lo hacía, siguiendo los principios de un buen periodista, sin intento alguno de ser el portador de a verdad, sino no tan solo de contar lo que va viendo:

No aspiro a que cuanto digo tenga autoridad de ninguna clase. Interpreto, según mi temperamento, el panorama espiritual de las tierras que he cruzado, montado en un avión, describo paisajes, reseño entrevistas y cuento anécdotas que es posible que tengan algún valor categórico, pero que desde luego yo no se lo doy. Admito la posibilidad de equivocarme. Mi técnica —la periodística— no es una técnica científica. “Andar y contar es mi oficio. Alguna vez, lleno de buena fe y concentrando todas las potencias de su alma, uno se atreve a pronunciar la palabra mágica de Keyserling. Desgraciadamente, uno dice “sésamo” y la puerta no se abre. Pero esto es tan consuetudinario que no hay por qué entristecerse ni vengarse. Uno se mete las manos en los bolsillos y se va”.

Sin duda todos sus libros tienen un enorme interés, y, en el caso que nos ocupa, el de su viaje por tierras rusas más aún al ser conocedor del gran interés que había en esos momentos en España por conocer de primera mano qué estaba pasando en la Rusia revolucionaria. Así lo hizo en su libro Diez mil kilómetros de vuelo sobre territorio ruso donde Chaves Nogales muestra el panorama de la situación social rusa, a la que, aún siendo incapaz de analiza con distancia y objetividad, señalando los aspectos positivos del nuevo régimen. Según se acerca el avión a territorio ruso, desde el aire, Chaves va describiendo las formas y paisajes de un campo hasta entonces apenas imaginado:

El campesino ruso vive sobre el campo, a solas con él, sin ningún contacto con la ciudad, sin formar siquiera esos pequeños núcleos urbanos que son los pueblos agrícolas de Europa. El pueblo, la pequeña villa rural, no existe. Aldeas, millones de aldeas de quince, veinte, cincuenta habitantes a lo sumo. Parece imposible que este pueblo, así diseminado, pueda ser gobernado jamás. La tradicional burocracia rusa, aquella formidable máquina que tanto sorprendía a los occidentales, y que los soviets han heredado, se explica y justifica por esta fragmentación, esta atomización del pueblo extendido a lo largo de los campos.

 

EL BIENESTAR DEL OBRERO

Toma nota de los distintos aspectos del régimen comunista, describiendo sus avances ante la industria. Se da cuenta de la importancia del desarrollo industrial para los objetivos de la política bolchevique, conocedor de que el bienestar del obrero depende del progreso, ya que “a mayor rendimiento, más jornal y mejor vida”. El Gobierno soviético está invirtiendo grandes sumas en la creación de fábricas de seda artificial, distribuidas por todo el territorio ruso. Pero no porque se conduela de esta necesidad burguesa de las jovencitas de la Unión, sino simplemente porque las fábricas de seda artificial se pueden transformar, rápidamente en un momento dado, en fábricas de productos químicos para la guerra. ¡Prodigio de la Química que vincula la defensa armada de la revolución en la supervivencia de una fruslería gruesa: las medias de seda!

La crónica de sus Paseos por Moscú nos sugiere un paisaje urbano renovado y de acuerdo con la estética de la revolución. Y los nuevos comportamientos sociales de los más desfavorecidos en Niños, mujeres, popes y tenderos:

En el verano, las calles de las barriadas populares de Moscú ofrecen un espectáculo abigarrado, como ya difícilmente se encuentra en ciudades de Centroeuropa. Para imaginar algo semejante hay que pensar en los barrios populares de Lisboa, Sevilla o Nápoles. La mujer trabaja como el hombre y con el mismo salario; tiene acceso a todos los talleres, excepto a aquellos en que la labor se considera nociva para su salud. El trabajo de noche les está absolutamente prohibido, y tienen dos días de descanso al mes con salario; se les paga igualmente el salario durante ocho semanas antes del parto y ocho semanas después. Mientras amamanta al hijo, la obrera tiene derecho a dos interrupciones de media hora cada una durante la jornada de trabajo.

 

UNA MIRADA OBSERVADORA

Da cuenta también de sus experiencias con la policía política o los soldados; del viaje desde Moscú al Cáucaso, o de la situación de los revolucionarios después de la revolución. Los casos de León Trotski y Aleksándr Kérenski le interesarían especialmente. Muy diferente es su visión de la república soviética ucraniana, describiéndonos un paisaje rural apenas jalonado por poblaciones, y con una emigración constante del campo a los arrabales de las ciudades.

Termina su libro con “Una síntesis, seguramente arbitraria del panorama soviético”, pero sus observaciones y comentarios muestran su destreza como escritor y comunicador. El resultado es una lectura siempre amena y enriquecedora que atrapa.

Complementan sus crónicas rusas, La bolchevique enamorada. El amor en la Rusia roja (1930), donde, a modo de novela, compone un relato de lo que podría ser el comportamiento amoroso en la Rusia revolucionaria. En Lo que ha quedado del imperio de los zares (1931), recopila las entrevistas que hace en Paris a los exiliados rusos. Las situaciones vitales extremas a las que debieron enfrentarse quienes, teniendo una posición social desahogada y privilegiada en la Rusia de los zares, fueron barridos por la tormenta revolucionaria. Dando cuenta de su situación precaria, desempeñando oficios que nunca imaginarían, pero sobreviviendo para contarlo.

 

ENTREVISTAS, TESTIMONIOS DIRECTOS, COMENTARIOS

Son entrevistas y testimonios, a modo de viajes literarios, por personajes inéditos, de los que se puede aprender, asombrarse o al menos reflexionar sobre sus historias. Se introducen con epígrafes, nombrados por el autor, como resumen vital de la situación: los últimos años de la corte imperial, la desbandada, el judío errante, los conspiradores románticos… siempre hay alguien más revolucionario…quien es ahora Kerenski… o el trágico destino.

Y como si el círculo de su viaje ruso se cerrara con El maestro Juan Martínez estaba allí (1934) nos dejó el relato, descrito en primera persona, de las experiencias y avatares de un artista flamenco y su pareja a lo ancho y largo del territorio ruso. Protagonistas singulares de una lucha por la supervivencia, y testigos de primera mano desde el estallido de la revolución. Un viaje exterior e interior contado con la pericia de un lenguaje siempre ameno, repleto de anécdotas de gran valor para lectores. Desde que empezó su carrera en el Noticiero Sevillano en 1918, Manuel Chaves Nogales no dejó de escribir sobre lo que veía allí donde estuviera, dando voz a sus protagonistas con sus vivencias y pensamientos. Transmitiendo opiniones y hechos, sus artículos tenían la coherencia suficiente para entender o comprender a quienes podían pensar diferente. Como cronista, reportero y entrevistador, practicó un periodismo con una nueva perspectiva que hasta entonces era más propia de libros o biografías.

 

UNOS AÑOS HISTÓRICOS, EN ESPAÑA Y EN RUSIA

Época en la que parecía suceder lo que nunca antes había pasado, el mundo y el periodismo abordaban problemas, situaciones y temas inéditos tan importantes para los contemporáneos como transcendentes para la historia. Para Chaves, todos ellos, acontecimientos, sociedad y personajes eran igualmente importantes y protagonistas. Demócrata y republicano, periodista dispuesto a narrar lo que veía y sentía, luchador en defensa de la legalidad republicana tras el golpe militar de julio de 1936, se exilió, primero en Paris y por último en Londres, donde murió en 1944. Para saber más y hasta qué punto es importante su legado, la editorial Libros del Asteroide ha publicado su obra completa. Si bien fue la tesis de María Isabel Cintas quien rescató su nombre y escritos de los más diversos archivos. Desde la recuperación de este gran periodista del siglo XX, el reconocimiento y la admiración por su obra, con toda justicia, no han dejado de crecer.