Fernão Mendes Pinto y su peregrinaçao

Fernão Mendes Pinto es un clásico de la literatura de viajes europea, y no solo de la portuguesa. Nació en Montemor-o-Velho, alrededor de 1510, en una familia de escasos medios económicos, y murió en 1583 en su finca de Pragal, en Almada, una localidad cercana a Lisboa de la que llegó a ser juez, después de una accidentada vida marcada por la aventura.

Su obra Peregrinação se editó en toda Europa, empezando por España, convirtiéndose en un auténtico best seller del siglo XVII. En Francia, Holanda e Inglaterra, donde siguen la marcha de los descubrimientos portugueses, y también en Alemania, mantiene una doble personalidad, la de un experto en los asuntos de Extremo Oriente y la de un personaje a lo Barón Münchausen, cuyas verdades son constantemente puestas en cuestión. El equívoco al que se presta su nombre “Fernão mentes? – Minto”, encuentra ecos hasta en Edgar Allan Poe, pero esta sombra desaparece a finales del siglo XX, cuando varias de sus afirmaciones se revelan ciertas, confirmadas por excavaciones  arqueológicas y exámenes filológicos. Su caso se parece al de Marco Polo, cuya obra precursora circulaba con el título de Il Millione, que provocaba también incredulidad debido a las cifras “asiáticas” que excedían a incluso a la fantasía.

DATOS PARA ABRIR BOCA

La imaginería europea siempre ha tenido contacto con Asia, al no estar separada por un océano. Sin embargo, en el siglo XVI, Europa, poseedora del dominio oceánico, abiertas las nuevas rutas y redes comerciales, comienza a contemplar esta lejana realidad a través de la mirada de nuestro portugués, una amalgama de aventurero, vagabundo, pícaro y memorialista. El texto de la primera edición del año 1614, la que sale a la luz en la imprenta lisboense de Pedro Craesbeek, desborda el título actual. A primera vista se parece más a los tratados de geografía, pues sigue con un extenso subtítulo que lo resume: “En que dá cuenta de muchas y muy extrañas cosas que el vió y oyó en el reino de la China, en el de la Tartária, en el del Sornau, que vulgarmente se llama Siam, en el de Calamiñán, en el del Pegú, en el del Martabán y en los otros muchos reinos y señorios en las partes Orientales de que en estas nuestras del Occidente hay muy poca o ninguna notícia.” Tal enumeración, que se repite a lo largo de la obra, muestra la satisfacción de todos los portugueses, orgullosos de haber ampliado el conocimiento geográfico de los autores de la Antigüedad sobre el lejano Oriente.

En otro momento –aprovechándose de una imagen tomados de los tratados locales, de los, según el autor, se sirve en bastantes ocasiones-, describe por primera vez la “Pestaña del Mundo” situándola en las Islas Ryu-Kyu. Curiosamente, en esta descripción no menciona expresamente a Japón, del que se puede considerar como uno de los muy primeros visitantes “descubridores”, y en cuya evangelización participa con su experiencia y dinero. Sus observaciones más curiosas son las relativas a la introducción de armas de fuego en un “país sumergido en guerras”. Nos cuenta cómo una única escopeta entregada en una operación de intercambio al reino Bungo es suficiente para que, pasados unos escasos años, el autor se encuentre con que este reino no solo es autosuficiente en armas, sino exportador en los países de su área. No es un caso único: otras semillas dejadas por los colonizadores crecen y se desarrollan del mismo modo, y así las palabras del Evangelio dan comienzo a un siglo cristiano en un Japón unificado, siempre entre dudas y problemas de incomprensión.

CAUTIVO Y NÁUFRAGO PERO SIEMPRE A SALVO

Pero, aún si esta amplia enumeración no fuera suficiente, existe otro subtítulo bajo el título escueto y de uso general de “Peregrinaçam”, que insiste en la amplitud de su obra: “Y también dá cuenta de muchos casos particulares que acontecieron tanto a él, como a otras muchas personas. Por fin trata brevemente de algunas cosas y de la muerte del santo Padre mestre Francisco Xavier, única luz y resplandor de aquellas partes Orientales y Rector en ellas universal de la Compañia de Jesús.” Ya en el primer capítulo deja claro la índole de tales “casos”: fue cautivo en trece ocasiones y diecisiete veces vendido. De todos estos episodios destaca la anécdota de una discusión violenta entre prisioneros condenados a trabajos forzados junto a la Gran Muralla, una disputa por cuestiones de linaje: “¿Son o no son los Fonsecas más nobles que los Madureiras?”. Un hecho escandaloso que acabó con otro destierro.

Entre los crecientes peligros de los que fue siempre salvado por la divina gracia y la pericia humana, se cuentan los naufragios, que podrían constar también en las Histórias Trágico-Marítimas, repertorio edificante para curiosos y adictos a los dramas humanos que circulaban (ejemplos del proto-periodismo) en forma de pliegues sueltos. No sólo relata sus propias aventuras, sino otras muchas, y así tales micro-historias dan un testimonio muy diferente de los más oficiales de las crónicas. En este Imperio de Sombra, en las periferias del imperio y al margen de la administración colonial, surgen asociaciones de mercaderes y piratas, constituidas por gente cristiana y pagana, unidas por negocios clandestinos o por el robo directo, y sustentadas por un tejido de contactos con las autoridades locales, a las que forzosamente les falta el motivo espiritual, transformando así la Empresa Espiritual Mayor por la empresa material. Nuestro colonizador, discípulo de Mamón y sus riquezas, sufre un raro impulso de arrebatamiento místico y entra en la Compañía de Jesús. Más tarde, inexplicablemente, el poderoso novicio sale tan pobre como había entrado. Un hecho que podrá explicar de cierta forma por qué quedó inédita por 31 largos años su obra, saliendo a la luz de forma póstuma y probablemente manipulada.

ENIGMA SOBRE ENIGMA: UN PERSONAJE SINGULAR

Siguiendo el análisis de la primera página de la obra que comentamos, no deja de extrañar al lector que el nombre del autor aparece repetido de una forma curiosa: “escrita por el mismo Fernão Mendes Pinto”, como si el autor  pudiera confundirse con algún otro. No es el único enigma de la obra. Las incongruencias del texto pueden interpretarse como obra de dos autores, o de alguien que transforma sus puntos de vista por razones literarias. El carácter autobiográfico y las limitadas pretensiones, quizás fingidas, como escritor, al señalar que su único fin es dejar un manual para la edificación de sus hijos, parece ocultar un objetivo mayor: erigir con sus “prodigiosas memorias” un digno monumento a sus compañeros, héroes y anti-héroes del mundo colonialista.
Exótico e intimista, abierto a la diferencia de las civilizaciones orientales, y permisivo para con sus religiones, en las que, siempre que puede, intenta reconocer los rasgos comunes, o las huellas del cristianismo, Pinto es uno de los pioneros de la etnografía comparada. Crítico con los excesos y mordaz en su auto-flagelación, este narrador, que suele aludir a si mismo como “el pobre de mí”, da un rico testimonio tanto directo como producido por una reflexión posterior. Podemos considerar su narrativa no solo plural, sino también como el resultado de una mezcla de motivos y conocimientos, incluido un acervo intelectual libresco adquirido posteriormente, una vez ya en la metrópoli. En otras palabras, el viajero hace suyas, integrándolas, memorias ajenas, utiliza referencias e informaciones tomadas de otros autores europeos, y, para dar mayor crédito a sus palabras, se refiere a fuentes asiáticas, que cita traducidas. ¿Las habrá leído? ¿Se las leyeron al autor? ¿Usaba intérpretes para traducirlas? Tenemos más preguntas que respuestas. Sin embargo, una parte considerable de su obra, unos dos tercios, carece de autenticidad personal. Se trata de la relativa al Imperio Celeste, donde la descripción utópica de una buenas prácticas de gobierno y una vasta imaginación reemplazan al conocimiento real. Algo muy distinto de lo que le ocurre al hablar de las colonias clandestinas o semi-oficiales de los portugueses, con Macao a la cabeza, en los Mares de China, donde la experiencia de Fernão Mendes Pinto se muestra como es, real y vivencial. Apoyan esta afirmación sus cartas, publicadas en Europa en 1554, en vida de su autor, y estando aún en Asia, como las que publicó Rebbeca Catz ya en el siglo XX.
Sobre su obra aparecen, después de cuatrocientos años de la publicación, todo tipo de comentarios eruditos y una vasta literatura sobre su obra. Este “Fernão antes pinta de que miente” y los versos de otro clásico portugués, Fernado Pessoa, que desdobla en varios poetas su única personalidad, resumen bien su manera de escribir:

“Dicen que finjo o miento Todo lo que escribo. No. Yo simplemente siento la imaginación”.

Con su doble rostro de creador literario y de historiador, nos encontramos ante un explorador un tanto vagabundo y al mismo tiempo un erudito de biblioteca. En resumen, una figura originalísima: la de un escritor de literatura de viajes portugués de la segunda mitad del siglo XVI, que, al mismo tiempo, se mantiene más que nunca actual y vivo en este siglo XXI.

Para saber más:

Fernão Mendes Pinto – Historia oriental de las peregrinaciones de Fernan Mendez Pinto, portugués.
A Coruña, Orbigo, 2008.
Jorge Santos Alves (ed.) – Fernão Mendes Pinto and the Peregrinação. Lisboa, Fundação Oriente, 2010.

 

István Rákoczi