Reinhold Messner. Una manera nueva de vivir las montañas y la aventura
El alpinista Reinhold Messner fue galardonado con el Premio Internacional de la Sociedad Geográfica Española en el año 2004. Este año el Premio Princesa de Asturias al Deporte ha sido concedido a Reinhold Messner, conjuntamente con el alpinista polaco Krzysztof Wielicki, uno de los mejores exponentes del himalayismo invernal tan vinculado al alpinismo de ese país. Queremos desde estas páginas comentar con un mayor detalle la personalidad y las aportaciones, pensamos que muy importantes, de Messner a la relación, ya secular y siempre fascinante, del hombre y las montañas.
CRECER ENTRE MONTAÑAS
Reinhold Messner nace en 1944 en Bresanona, en la provincia italiana del Alto Adigio o Tirol del Sur. Su infancia y primera juventud transcurren en pleno contacto con la naturaleza de los Alpes dolomíticos, en la pequeña aldea de montaña de Pizzago perteneciente a San Pietro en el Val di Funes, donde desarrolló una relación profunda, intuitiva, libre y comprometida con la exigente vida de las montañas. Al mismo tiempo, Messner forjaba un fuerte carácter quizás derivado de las estrictas reglas de su pequeña comunidad rural y de su familia. Su amplio núcleo familiar (eran ocho hermanos varones y una chica), y en especial su riguroso y exigente padre Joseph, maestro, montañero aficionado y granjero, le educaron en la disciplina y la colaboración, pero también parecen haber suscitado en él, de carácter inquieto y curiosidad innata, la rebeldía y un profundo espíritu crítico encaminados a la búsqueda de su propio destino. Su tiempo libre lo dedicaba siempre al contacto con la espléndida pero exigente naturaleza de las montañas alpinas. Pronto su atención se centró en ellas, quizás desde que a los cinco años escalara junto a sus padres el pico Saas Rigais, de 3025m. Ya entonces parece que entendió, y ha sido una constante en su vida, que las maravillosas montañas eran también crueles e inclementes escuelas de vida, por lo que exigían un especial instinto si se quería sobrevivir en ellas. Ese arte de la supervivencia lo desarrolló y cuidó desde su infancia, y ha sido una de las claves de su alpinismo, sus exploraciones y su filosofía vital. La cabecera del valle de Funes, el primer y reducido mundo de Messner, está dominado al sur por las imponentes murallas de los picos de Fermeda, del Saas Rigais y de la Furchetta. Su primera escalada la realiza junto a su padre y a su hermano menor Günter, el más aficionado a la montaña, él con 13 años y su hermano con 12, en la Piccola Fermeda. Pronto se desata en los dos Messner una incontenible pasión por la escalada en roca. La misma cima del Saas Rigai, al que llegó por vez primera con cinco años, recibe diez años después a la cordada de los hermanos Messner, dos casi niños, que vienen de superar la prueba de temor y vértigo de su cara norte, una imponente pared de 800m.
EL VALOR ÉTICO DE SUS ESCALADAS
Desde esos momentos la escalada más difícil y comprometida se convierte en su actividad prioritaria. Recorren las vías clásicas en magníficos horarios o en invierno; abren nuevas rutas, producto de la búsqueda de la belleza, la lógica y de su gran conocimiento de la montaña, trazando preciosas vías por los lugares más inaccesibles y abismales de los Dolomitas. Fueron años de profunda formación y de una curiosa y particular comunión con las montañas, que se constituían día a día como el espacio en el que se reflejaba y modelaba el mundo interior de Reinhold Messner. En esos años sesenta Messner acabó por ser reconocido como uno de los mejores escaladores de los Alpes mostrando sus especiales dotes, él las denomina instintivas, para interpretar, ascender y en consecuencia sobrevivir en los lugares más difíciles y en las condiciones más desfavorables. Sus escaladas en los Alpes suizos o en los franceses, lejanos a su casa, como la norte de las Jorasses, la apertura del pilar norte del Eiger, la norte de las Droites en solitario, en horarios fulgurantes, junto a sus escaladas en el Yerupajá, en la cordillera de Huayhuas en Perú, a la que fue invitado por una expedición austriaca, le elevaron al pedestal de los mejores alpinistas. Pero Messner añadía una notable particularidad: en sus escaladas renunciaba explícitamente a la utilización de elementos de seguro que se emplazan mediante perforación de la roca, pues en su opinión desvirtúan la esencia de la escalada al aminorar el compromiso, lo que situaba sus actividades como ejemplo de que importa más el cómo se asciende que lo que se asciende. Por otro lado, su carácter inconformista y directo, profundamente crítico, pero con opiniones siempre fundamentadas, cuestiona las graduaciones de dificultad en la escalada entonces al uso, lo que suscitaría una gran controversia y frecuentes polémicas con los sectores más tradicionales del alpinismo. Y es que estamos ante otro de sus rasgos característicos: Messner ha procurado desde siempre analizar lo que significa escalar montañas; una reflexión que le conduce, si es que se desea aprovechar todo lo que el alpinismo ofrece, a renuncias en el uso de medios técnicos, compromiso en los riesgos asumidos, creatividad en las propuestas y respeto a la naturaleza y a la cultura del lugar. Estos requisitos propiciarán que las ascensiones tengan un profundo sentido ético, con el fin de lograr un mejor conocimiento de las montañas y del propio alpinista.
LA DESGRACIA DEL NANGA PARBAT
Así llegamos a 1970, un año crucial en la vida de Reinhold Messner. En Alemania se organiza una potente expedición con el objetivo de abrir la primera ruta al Nanga Parbat, montaña de 8.125m con una trágica vinculación con el himalayismo alemán, por la gigantesca y escarpada vertiente de Rupal. La dirige con criterios rígidos y un estilo autoritario el doctor Karl M. Herrligkoffer, jefe de otras expediciones previas al Himalaya, y cuyo hermanastro, Willy Merkl, había dirigido las expediciones históricas alemanas de anteguerra a esta peligrosa montaña. Al grupo de fuertes alpinistas alemanes y austriacos se invita a participar al sudtirolés Reinhold Messner y, cuando se producen dos bajas, también a su hermano Günter. La historia de lo que allí ocurrió ha dado material para editar varios libros y es uno de los episodios más debatidos y reseñados del himalayismo, con consecuencias de todo tipo, incluidas las legales, a lo largo de casi 40 años. Lo fundamental es que cuando los hermanos Messner estaban en el campamento V a 7.400m, pues frecuentemente estuvieron a la cabeza de la expedición, una serie de errores de comunicación y diferencias de actitud y estrategia indujeron a Reinhold a partir en solitario hacia la cima, contraviniendo el criterio de Herrligkoffer. Lo que no esperaba Reinhold es que Günter decidiera seguir sus pasos alcanzándole horas después. Los hermanos hacen cima, la tercera absoluta al Nanga Parbat, el 27 de junio a una hora muy tardía. Günter muestra síntomas de mal de altura y está exhausto, por lo que se ven obligados a vivaquear sin saco, tienda, bebida y comida a poco menos de 8.000m. Han abierto una impresionante vía al Nanga Parbat pero ahora la montaña les tiene atrapados, pues en esas condiciones y sin cuerdas el descenso por donde han subido sería suicida. Cuando ven que la cordada que les seguía no puede prestarles ayuda, deciden descender por la vertiente contraria, la de Diamir, algo menos pendiente, muy compleja, pero sobre todo jalonada por peligrosos muros glaciares (seracs) que caen en enormes avalanchas. Su descenso es épico, obligando a otro vivac que los coloca al borde de la muerte. Cuando finalmente se acercan a la zona inferior, en un estado de semiinconsciencia, Reinhold, pierde de vista a Günter, pensando que está detrás de alguno de los muchos promontorios del glaciar. Más abajo lo espera en vano. Vuelve sobre sus pasos y observa una avalancha por donde habían bajado. A pesar de eso pasa otro día completo buscando a su querido hermano. Finalmente desiste y es salvado en el último momento por unos pastores. Pierde seis dedos y varias falanges por congelaciones al tiempo que comienza una dura y larga batalla que le enfrenta al resto de la expedición y en especial a Herrligkoffer, quien le responsabiliza de la tragedia y de haber abandonado a su hermano en lo alto de la montaña. Los restos de Günter aparecerán en 2005 en el glaciar donde Reinhold dejó de verlo, ratificando así su versión. A partir de entonces, Messner acrecienta su fama de enorme alpinista, pero al mismo tiempo le persigue un halo de figura polémica que a pocos deja indiferente.
LA ESPECIALIZACIÓN EN EL HIMALAYISMO
En el terreno deportivo, las amputaciones limitaron sus posibilidades en escaladas de gran dificultad en roca, lo que le indujo a especializarse en escaladas de hielo y en las de gran altitud. La eclosión de un alpinista único, con un papel determinante en la historia del himalayismo, había comenzado. Desde 1970 su actividad en ochomiles y grandes montañas es tan incesante como asombrosa. En cada ochomil que asciende aporta algo. Todos, sin excepción, son escalados sin oxígeno embotellado; en la mayoría traza nuevos itinerarios completos o parciales; casi nunca utiliza sherpas y en pocas ocasiones cuerdas fijas. Messner crea una nueva forma de himalayismo asemejándolo a las actividades de los Alpes. Así, de este modo, algo solo al alcance de un alpinista especialmente dotado mentalmente y entrenado físicamente, logra en 1978 escalar de nuevo el Nanga Parbat en solitario y por una ruta nueva; logra ese mismo año, junto a Peter Habeler, la primera ascensión sin oxígeno al Everest; en 1980, tras su ascensión ligera al K2 en 1979, asciende el Everest desde Tíbet en solitario, sin campamentos previos y por una ruta nueva… El inventario de lo que la gente de a pie podríamos llamar sorprendentes hazañas es enorme, y no pueden explicarse tan detalladamente como merecen en un artículo como este. Basta decir, para demostrar la trascendencia en la exploración e historia alpina del personaje, que en 1986, tras escalar el Makalu y el Lhotse, Messner es la primera persona en completar la escalada de los 14 ochomiles principales, con 18 ascensiones en total, pues repite en cuatro cimas. Aun siendo esto extraordinario, habría que añadir los siguientes méritos: hace la segunda travesía en la historia de un ochomil (Nanga Parbat 1970); abre seis nuevas rutas completas (Nanga 1970, Manaslu 1972, Nanga 1978, Everest 1980, Kangchenjunga 1982, Annapurna 1985 y una parcial, Cho Oyu 1983); escala en solitario dos ochomiles (Nanga 1978 y Everest 1980); no usa nunca oxígeno embotellado; hace por vez primera en la historia tres ochomiles en una temporada (Kangchenjunga, Gasherbrum II y Broad Peak en 1982) y dos ochomiles seguidos sin descender a la base (Gasherbrum I y Gasherbrum II en 1984).
NUEVAS RUTAS EN LA ESCALADA
Cabría pensar que durante este tiempo Messner estuvo dedicado en exclusiva a los ochomiles, sin embargo, en esos años, y prueba de su enorme capacidad, abrió rutas en lugares tan distantes como la pared sur del Aconcagua en Argentina, el Kilimanjaro en Tanzania, el Denali en Alaska, y ascendió sietemiles en el Hindi Kush afgano y en Nepal, y asciende, entre otros muchos menos conocidos, al Monte Vinson, techo de la Antártida. Con el Vinson, Messner completa la lista de las siete cumbres continentales, siendo el segundo en la lista en la que se incluye el Puncak Jaya en Nueva Guinea (Indonesia,) y el primero en hacerla sin el uso del oxígeno embotellado en el Everest. Cuando Messner completa los catorce ochomiles, las Siete Cimas y las espléndidas escaladas que reseñamos más arriba, decide cerrar el capítulo de las grandes montañas. Sin embargo, como era de esperar por su carácter, pone su experiencia e imaginación al servicio de la exploración de aquellas zonas de la Tierra donde se exige lo mejor del ser humano, como son las zonas polares, los desiertos y las selvas, siguiendo así, salvando las diferencias del momento, el camino marcado tiempo atrás por el alpinista Walter Bonatti, una de sus explícitas referencias.
DE LA LÍNEA VERTICAL A LA HORIZONTAL
En esta fase de exploración del mundo horizontal realiza decenas de impresionantes aventuras. Entre ellas citaría solo la travesía del Tíbet y la exploración de la zona del Kailash; el cruce del Tíbet oriental; la travesía, con un compañero, sobre esquís y con la ayuda de cometas, de la Antártida con un recorrido de 2.800km en 92 días; el cruce del Bután; la travesía del desierto del Taklamakan; el cruce longitudinal, en el sentido de los meridianos, de Groenlandia; los proyectos de limpieza en el Himalaya indio… Quizás una de las aventuras más dramáticas fue el intento fallido de cruzar el Ártico desde Siberia a Canadá en 1995, pues corrió, junto a su hermano Hubert, compañero ocasional, un grave riesgo de muerte cuando un temporal cuarteó la delgada banquisa amenazándoles, entre el estruendo del hielo crujiente y roto, con morir no se sabe bien si congelados o ahogados, en el gélido océano que se abría a sus pies. Desde años antes Messner era ya un fenómeno social y editorial, pues en conjunto había publicado más de 60 libros, unos 15 traducidos al español, e impartido miles de conferencias por todo el mundo. Para completar este aspecto de hombre completo, prueba, en 1999, una nueva forma de exploración como es la política, en la que es elegido diputado en el parlamento europeo por el Partido Verde italiano. Deja estas labores en 2004, año en el que realiza en solitario una travesía de 2.000 km en el desierto de Gobi en Mongolia.
LA HORA DE LOS MUSEOS
La capacidad de Messner para crear y acometer nuevos objetivos es proverbial. Cuando, por la edad, el cuerpo responde de modo más lento y limitado, la imaginación y la experiencia suplen esas carencias. De este modo surge el proyecto del Museo Messner de la Montaña, que se inició en 2003 y se ha ido ampliando hasta las seis sedes actuales repartidas por diversos lugares, todos ellos en espacios y edificios singulares, como castillos o vanguardistas edificios integrados en lo alto de las montañas de Tirol del Sur. Cada sede gira sobre un tema: el hombre y la montaña; el alpinismo clásico; las montañas mágicas y sagradas; los pueblos de montaña; el hielo y los glaciares y los Dolomitas. El Museo de Montaña de Messner nos es sino una prueba más de lo amplia y rica que es la cultura de las montañas, algo que nuestro alpinista ha vivido y desarrollado en amplitud y profundidad. Estamos, por tanto, ante un hombre fundamental de la cultura actual, pues reúne en sí los mayores logros deportivos y una espléndida acción intelectual y cultural. Messner ha sido un innovador, un aguerrido alpinista en las paredes y en las cimas más inaccesibles del planeta, pero también en la plaza pública, desde la que cuestionó lo establecido sin miramientos. Su legítima ambición, su inteligencia y su talento, al tiempo que sus planteamientos transgresores le granjearon no poca animadversión y una fama de persona distante. Sea cual sea su personalidad, fascinante para muchos entre los que me incluyo, y aun reconociendo que su obra escrita es irregular y en ciertos aspectos discutible, lo que no deja lugar a dudas es que, gracias a Reinhold Messner, el alpinismo y las montañas han ascendido puestos en el acervo cultural de la humanidad, dejando buena prueba de que vivir adecuadamente las montañas y la aventura es un modo de acercarnos a vivir en plenitud.
Pedro Nicolás
* Pedro Nicolás es Presidente de la Real Sociedad de Alpinismo de Peñalara, y miembro de la Junta Directiva de la SGE.
** Hubiera sido deseable, en nuestra opinión, que el Premio Princesa de Asturias al Deporte, que se dio compartido y atiende diversos aspectos de esta poliédrica actividad, se concediera también al extraordinario y veterano alpinista español Carlos Soria.