Texto: Pedro Páramo

Boletín 71 – Sociedad Geográfica Española

Camino de Santiago.

De cómo las órdenes de caballería, que se fueron fundando en los reinos peninsulares durante la Edad Media, jugaron un papel importante en la protección de los peregrinos en su camino a Santiago de Compostela.

Las peregrinaciones a Santiago de Compostela o a Jerusalén constituían en la Edad Media el supremo acto religioso, premiado con el perdón de todos los pecados, y garantía de llegar al cielo en la vida eterna. El peregrino, por tanto, era sagrado, y merecía casi el mismo respeto que un santo. Pero las distancias eran largas y, a las dificultades geográficas, las inclemencias meteorológicas y los peligros naturales, como las aguas contaminadas o la insalubridad de los alojamientos, se sumaba el peligro del asalto de asesinos, ladrones y estafadores.

PROTECCIÓN A LOS PEREGRINOS

El libro V del Códice Calixtino, la completa guía de viajes que en el siglo XII señalaba las bondades y riesgos del Camino de Santiago, describe también la condición moral de los habitantes de cada lugar, y las precauciones que los peregrinos habían de tomar, no sólo ante posibles asaltos de bandoleros, sino también de los abusos de los posaderos, los barqueros e incluso los sacerdotes avariciosos y los insaciables señores del lugar. Al poco tiempo de la aparición del sepulcro del apóstol en Compostela, tras la llegada de los primeros peregrinos, las autoridades del reino de Asturias, conscientes de la condición sagrada de los peregrinos, vieron la necesidad de facilitar su desplazamiento y garantizar su protección. Con normas y leyes persiguieron los robos y fraudes, y los atracos a los peregrinos eran castigados con la horca. La Iglesia, por su parte, decretó el castigo religioso más temido en aquellos tiempos, la excomunión de cualquiera que les causara daño, y, a la vez, fomentó la transformación de los monasterios en hospitales y alojamientos en la que colaboraron activamente las órdenes religioso-militares. Algunos historiadores sostienen que cuatro años después de su victoria frente a los musulmanes en la supuesta batalla de Clavijo, en La Rioja el año 844, el rey asturiano Ramiro I fundó la Orden Militar de Santiago, para que sirviera como un cuerpo de policía del Camino para proteger a los peregrinos, al tiempo podía ser útil para hacer frente a las incursiones de los caudillos musulmanes. Estos historiadores consideran que la orden de caballería compostelana es la más antigua de España.

EL MODELO DE TIERRA SANTA

Lo que está claramente documentado es que las órdenes de caballería españolas nacieron a imitación de las creadas en Tierra Santa en el siglo XI durante la primera cruzada, que se expandieron y sirvieron como modelo para órdenes locales, en aquellos territorios europeos fronterizos amenazados por el Islam. Estaban formadas por nobles de moralidad intachable, juramentados para defender la doctrina cristiana de los ataques de los infieles, y tenían como misión prioritaria la protección de los palmeros que peregrinaban a los santos lugares de Palestina. Se dice de sus miembros que eran mitad guerreros y mitad monjes. Las normas de funcionamiento de las distintas órdenes caballerescas seguían las de las principales órdenes religiosas, en especial las agustinas o las benedictinas o cistercienses, y en sus rituales se mezclaban tradiciones nobiliarias con ceremonias religiosas. La pertenencia a estas órdenes bendecidas por el Papa estaba premiada con la indulgencia plenaria, y los caballeros, al igual que los frailes, tenían que hacer voto de castidad, pobreza y obediencia directa a las instrucciones papales. La Orden de Santiago fue la primera en liberar a sus miembros del voto de castidad y en aceptar a los casados.

LA ORDEN DE SANTIAGO

El saqueo de Santiago de Compostela por Almanzor, en agosto del año 997, impulsó a los monjes agustinos del cercano monasterio de San Eloy de Loyo a proteger a los peregrinos que llegaban a Galicia, por los hoy caminos mozárabes del sur de la península. El ejemplo de estos monjes sirvió para que en 1170 el rey Fernando II de León encargara a trece caballeros la defensa de Cáceres, una de las ciudades más disputadas durante la Reconquista, que crearon la Orden de los Fraters de Cáceres en la que intervinieron también cinco obispos y un delegado papal. Un año más tarde, cuando en el Camino compostelano ya se habían fundado albergues y hospitales, los Fraters de Cáceres se unieron a los monjes agustinos, y cambiaron el nombre por el de Orden de Santiago. La nueva organización basaba su estructura organizativa en la de la Orden del Temple, fundada en 1119 en Jerusalén, siguiendo la regla de los monjes agustinos. En 1175, tras la aprobación por parte del Papa Alejandro III de su objetivo, la defensa y protección de la fe cristiana y la lucha contra los musulmanes, la Orden de Santiago se desarrolló rápidamente por los reinos peninsulares vecinos.

Óleo sobre tabla de Santiago en la batalla de Clavijo. Escuela valenciana. Anónimo. Siglo XVI.

Miniatura de Fernando II de León, siglo XIII, inspirador de la Orden de Fraters de Cáceres, que se convertiría más adelante en la Orden de Santiago.

En la última mitad del siglo XII aparecieron en el reino de León otras dos de las más importantes órdenes militares españolas para la protección de territorios estratégicos de la amenaza musulmana: la de Calatrava y la de Alcántara. La primera se creó para defender la localidad de Calatrava, junto al río Guadiana. El rey Alfonso VII había confiado la defensa de la localidad a la Orden del Temple, pero ante el empuje islámico, los templarios devolvieron la fortaleza al heredero de Alfonso, Sancho III, quien ofreció Calatrava a quien se hiciera cargo de su defensa. Raimundo, el abad del monasterio cisterciense de Fitero, reclutó en poco tiempo un ejército de 20.000 monjes y soldados, que, unidos a las fuerzas en el lugar, forzaron la retirada de los musulmanes.

LA ORDEN DE ALCÁNTARA

La Orden de Alcántara tiene su origen en la comunidad de freires del Monasterio de Pereyro. Cuando en 1213 la ciudad del Alcántara fue tomada a los almohades, Alfonso IX de León encomendó a la Orden de Calatrava la defensa de la localidad, pero pocos años después esta orden renunció a este cometido por la lejanía de su sede en Calatrava. El rey encomendó entonces a los caballeros de Pereyro la defensa de Alcántara, de donde la orden tomó el nombre. Durante la llamada Reconquista, especialmente en los siglos XII y XIII, aparecieron en los reinos cristianos de la península ibérica otras órdenes militares. Algunas existen en nuestros días adaptadas a los nuevos tiempos, como la Orden Montesa fundada en el reino de Aragón en el siglo XIV, pero la mayoría fueron desapareciendo a lo largo del tiempo, como la leonesa Orden de Monreal o la aragonesa Cofradía de Belchite.

Los caballeros de la Orden de Malta defienden la fortaleza de Acre en 1291. Obra de Dominique Papety, c.1830.

INTERVINIENTES EN LAS BATALLAS CONTRA LOS MUSULMANES

Con su formación castrense, sus pertrechos para la guerra y su disciplina en el combate, los caballeros de las órdenes militares se convirtieron en un ejército permanente de las tropas cristianas, en las que servían como fuerzas de choque. Destacaron en las más decisivas batallas de la Reconquista, como la de las Navas de Tolosa o en la conquista de Sevilla, hechos en los que intervinieron también las órdenes del Temple y de Malta. Aunque estos caballeros no tenían como objetivo prioritario la protección de peregrinos, sus fortalezas, sus castillos y monasterios actuaban como refugio para los que se encaminaban a Santiago de Compostela desde diferentes lugares de la península. La Orden de Santiago llegó a poseer 83 encomiendas, dos ciudades, 178 condados y aldeas, 200 parroquias, cinco hospitales, seis conventos y la Universidad de Salamanca. Además, también tenían posesiones en Portugal, Francia, Italia, Hungría y Palestina.

LAS ÓRDENES DEL TEMPLE Y DE MALTA SE UNEN A LA PROTECCIÓN EN ESPAÑA

No fueron sólo las órdenes fundadas en España las protectoras del Camino, ni las más importantes. A principios del siglo XII, las órdenes de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón (Orden del Temple) y la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta (Orden de Malta), creadas en Palestina, aparecieron en los reinos de la península. En muy poco tiempo, ambas órdenes fueron beneficiarias de donaciones y encomiendas en los reinos de Aragón, Navarra, Castilla, León y Portugal. Mientras que las órdenes de caballería locales repartían la mayoría de su patrimonio hacia las fronteras del sur musulmán, fue en el norte, cerca del entorno del jacobeo Camino Francés, donde se concentraban las posesiones de las ordenes de los cruzados. Como si se hubieran puesto de moda, los reyes y la nobleza peninsulares se afiliaron a las órdenes fundadas en Tierra Santa, y la distinguieron con toda clase de beneficios. El conde Ramón Berenguer solicitó su ingreso en la Orden del Temple en su lecho de muerte, a la que donó todas sus rentas; los reyes de León, Alfonso VII y su hijo Fernando II, le encomendaron la defensa de Soria, y la recompensaron con enclaves y fortalezas. Más notorio fue el gesto de Alfonso I de Navarra y Aragón, el Batallador, que legó sus reinos a las órdenes del Temple, de Malta y Caballeros del Santo Sepulcro, lo que dio lugar a la separación de los reinos de Navarra y Aragón.

En la actualidad, un vistazo a los folletos de promoción, de las regiones y ciudades atravesadas por las rutas jacobeas, sirve para evaluar la ingente labor llevada a cabo por las órdenes de caballería en la protección y apoyo de los peregrinos compostelanos en la Edad Media. Caminos, puentes, monasterios, fortalezas, castillos, hospitales y alojamientos de todo tipo constituyen el ingente patrimonio artístico y cultural de amplias regiones españolas debido a la acción de los monjes-guerreros.

*Pedro Páramo es periodista.