Texto: Javier Solana
Boletín 72 – Sociedad Geográfica Española
Rusia: una aproximación
El autor de este apasionante texto, secretario general de la OTAN de 1995 a 1999, alto representante del Consejo para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea, de 1999 a 2009, y miembro del Gobierno de España de 1988 a 1995, ha vivido de muy cerca algunos de los acontecimientos políticos más decisivos de Europa y del mundo. Estas son sus reflexiones y sus vivencias sobre el difícil momento político y bélico en que nos encontramos.
Tras varias semanas de intentos diplomáticos por destensar la situación, el 24 de febrero de 2022 Putin hizo lo que muchos pensábamos imposible: empezar una guerra en suelo europeo. Una vez más, como sucedió con la anexión de Crimea en 2014, Putin se ha saltado los principios básicos del derecho internacional y ha desestabilizado el orden de seguridad europeo. La situación es incierta, pero sin duda, desde una perspectiva histórica, nos encontramos ante la mayor amenaza para la paz mundial desde la Guerra Fría.
La guerra de Ucrania no se entiende sin conocer la importancia que ha ocupado esta exrepública soviética para la seguridad internacional. Cabe recordar que además de la Unión Soviética, también la República Socialista Soviética (RSS) de Ucrania tenía un voto en la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) desde 1945, además de la RSS de Bielorrusia. De hecho, la RSS de Ucrania fue una de las firmantes de la Carta de las Naciones Unidas en 1945.
Ucrania es también para muchos rusos una parte indisociable de su identidad nacional. Cuando negocié con Yevgeni Primakov, quien fue el ministro de asuntos exteriores de Rusia, el Acta Fundacional como secretario general de la OTAN, me solía decir con insistencia: ‘Ukraine is in my heart’. Más allá de elementos simbólicos, Ucrania tenía un papel estratégico y militar importante en Rusia. Nikita Khruschev, el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética que sucedió a Iosif Stalin, alardearía del poderío militar de la Unión Soviética con esa memorable frase: ‘nosotros hacemos tantos misiles como vosotros producís salchichas’. La fábrica de misiles a la que se refería el mandatario soviético, la fábrica de Pivdenmash, que yo visité cuando era Secretario General de la OTAN, se encontraba en Ucrania.
UN CONFLICTO QUE VIENE DE LEJOS
Ucrania también ha jugado un papel fundamental en la construcción de la arquitectura de seguridad europea. Esta guerra, aunque parezca el producto de tensiones presentes y la evidente irracionalidad de Putin, son fruto de nuestra historia reciente como europeos. No se entiende la invasión de Ucrania si no nos remontamos a, por lo menos, tres décadas atrás. El 9 de noviembre de 1989 es una fecha que mi generación no olvidará jamás. Ese día se produce la caída del Muro de Berlín. Los berlineses orientales, a fuerza de martillo, derribaron el muro que sostenía la principal división ideológica que había nacido del reparto de Europa en zonas de influencia, por parte de las principales tres potencias mundiales en la Conferencia de Yalta de 1945. Esa destrucción representaba el segundo gran fracaso ideológico del siglo veinte, tras la derrota del fascismo después de la Segunda Guerra Mundial.
Dos años más tarde, el 8 de diciembre de 1991, la seguridad del continente europeo se tambaleó. Los representantes de las tres principales repúblicas se reunieron en el bosque de Belavezh, en la frontera entre Bielorrusia y Polonia. Rusia, Ucrania y Bielorrusia se disponían a firmar el tratado que disolvería la URSS. Desde ese momento, el cambio profundo que sufrió el campo soviético se sucede a un ritmo trepidante. Entre 1989 y 1991, Moscú perdería el control sobre una extensión de territorio mayor que la Unión Europea. El último presidente de la Unión Soviética (URSS), Mijaíl Gorbachov, era consciente de los cambios a los que se enfrentaba Rusia: “Vivimos en un mundo nuevo”, declaró en el discurso que disolvía la URSS de forma oficial la noche del 25 de diciembre de 1991.
1975 Reunión entre el Presidente Gerald Ford y Leonid Brézhnev en Helsinki.
Putin en China.
El presidente Ronald Reagan y el secretario general soviético Mikhail Gorbachov en la Primera Cumbre en Ginebra.
Otra consecuencia de la disolución de la URSS sería la aparición en la escena internacional de otro país con armas nucleares, Ucrania, que pasaba a ser la tercera potencia nuclear del mundo. Desde el punto de vista de Rusia y de la seguridad internacional, esto suponía un evidente riesgo sistémico. Para corregir esta situación, las principales potencias mundiales –Estados Unidos, la Federación Rusa y el Reino Unido- firman el Memorándum de Budapest en 1994.
China y Francia también darían garantías de seguridad similares a las previstas en el Memorándum de Budapest. En él, Ucrania se compromete a ceder su arsenal nuclear a Rusia, pero a cambio recibe garantías de seguridad por parte de todos los firmantes, incluido su actual agresor, Rusia.
Firma del acuerdo para eliminar a la Unión Soviética y establecer la Commonwealth.
Presidentes después de firmar la Declaración Trilateral en Moscú. 1994
LA SEGURIDAD EUROPEA SE TAMBALEA
Con la caída del bloque soviético, la seguridad europea se tambaleó. La disolución de la URSS, y, por consiguiente, el final del Pacto de Varsovia, dejó un espacio de seguridad sin cubrir. En pleno proceso de declive geopolítico, Rusia no podía cubrir ese espacio. Por otra parte, no podíamos olvidarnos de que nuestro reto consistía en resituar en un nuevo orden de seguridad a países que tenían frontera con Rusia y que habían sido parte del Pacto de Varsovia. Una tarea nada fácil.
Ese reto recayó parcialmente en mi persona, en calidad de secretario general de la OTAN. Negocié con Yevgeni Primakov el acuerdo que posibilitó la primera ampliación de la Alianza Atlántica, tras el final de la Guerra Fría, a tres países del antiguo Pacto de Varsovia. No fue nada fácil. Al principio, Rusia quería negociar únicamente con los EE. UU. Sin embargo, los europeos no podíamos estar al margen de unas negociaciones en las cuales se estaría decidiendo sobre nuestra propia seguridad.
Tras la negociación con Primakov, en mayo de 1997 se obtuvo en París un valioso acuerdo con Rusia que permitía a la OTAN ampliarse a los países del antiguo bloque soviético, sin que aquel Estado lo considerase un acto hostil. Dicho acuerdo, recogido en la denominada Acta Fundacional sobre las Relaciones Mutuas de Cooperación y Seguridad entre la OTAN y la Federación Rusa, suponía que dicha organización internacional y dicho Estado dejaban de considerarse adversarios.
Finalmente, Rusia accedió a negociar el futuro de la seguridad europea con la OTAN. Nuestro primer encuentro en Rusia se me ha quedado grabado en la memoria. Primakov me invitó a una dacha rusa a las afueras de Moscú. Tras el primer intercambio de opiniones, el ministro ruso me hizo una invitación del todo inesperada: me invitó a dar un paseo. Solos. Estaba nevando mucho, le dije, pero Primakov dijo que no habría ningún problema, que nos podríamos abrigar. Me prestó ropa de invierno y salimos a dar el paseo. Estuvimos dos horas hablando bajo la nieve. Fue una conversación fluida y franca. En ese paseo, los dos nos dimos cuenta de que conseguiríamos un acuerdo. Así fue.
EL FIN DE LA GUERRA FRÍA
Rusia pasaría a sentarse en la misma mesa que la OTAN. De facto, con la creación del Consejo OTAN-Rusia, se daba fin a la Guerra Fría. Fue un momento especialmente emotivo. En nuestra última reunión, Yevgeni y yo nos abrazamos, y a Yevgeni, visiblemente emocionado, se le saltaban las lágrimas, mientras nos agradecíamos mutuamente el esfuerzo por sacar adelante esta negociación.
Unos meses después, en la ciudad de Madrid, tendría lugar una Cumbre de la OTAN de gran importancia para la historia de la Alianza Atlántica. Ahí se materializaron los acuerdos a los que se llegó con la firma del Acta Fundacional. Como ya se ha mencionado anteriormente, se invitó a formar parte de la Alianza a tres países (Hungría, Polonia y la República Checa). Se creó el Consejo OTANRusia. Se creaba la Comisión OTAN-Ucrania, tras la firma de la Carta de Relación Especial. La ex-república soviética no pasaría a formar parte de la OTAN, pero se posicionaba como un interlocutor de privilegio con Occidente.
Poco a poco, Rusia se integraba en la nueva arquitectura de la seguridad europea. El futuro prometía un acercamiento entre Rusia y Occidente sin precedentes históricos. En Julio de 2001, se encontraron en Eslovenia el entonces presidente de los EE. UU. George W. Bush y el presidente ruso Vladimir Putin. En ese encuentro, Bush pronunció unas palabras que a día de hoy parecen inverosímiles: “Miré al hombre a los ojos. Lo encontré muy directo y digno de confianza”.
11/9/2001: UN PUNTO Y APARTE EN NUESTRA HISTORIA
Pocos meses después de ese encuentro, los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 daban paso al nuevo siglo. Ese día supimos que 1989 no fue un punto final en la historia. Fue un punto y aparte. Los ataques del 11-S destaparon la invulnerabilidad de EE. UU. como una mera ilusión, hasta entonces la única potencia global. Un actor no estatal era capaz de atacar a una superpotencia, cuyos actos tuvieron efectos globales. Tras un periodo unipolar en el sistema internacional desde 1989 hasta el 2001, el mundo se entendía cada vez más en términos de multipolaridad. En este sentido, tan solo dos meses después del 11-S, se produjo otro acontecimiento que empujaría al sistema internacional hacia la multipolaridad: China entraría a formar parte de la Organización Mundial del Comercio.
Casualidades de la vida, el día del atentado del 11 de septiembre de 2001, me encontraba en Crimea, Ucrania, en una cumbre de la Unión Europea y Ucrania. Ahí nos encontramos el entonces presidente ucranio Leonid Kuchma, el presidente de la Comisión Europea Romano Prodi, y el entonces primer ministro belga Guy Verhofstadt. Con esa trágica noticia, Europa y el mundo se volcaron en solidaridad con Nueva York (recuerden el famoso editorial de Le Monde titulado (Nous sommmes tous americains), pero los europeos seguiríamos mirando hacia Ucrania.
Aunque, con los ataques del 11-S y la guerra de Irak, el centro de gravedad de las relaciones internacionales se desplazaría hacia Oriente Medio, Ucrania seguiría siendo de gran importancia para la política exterior europea. Las elecciones presidenciales ucranianas de 2004 se disputaron entre Viktor Yanukovich, el candidato favorito del Kremlin, y Viktor Yuschenko, el candidato más europeísta. Con Yuschenko envenenado, Yanukovich ganó las elecciones, pero los resultados, a todas luces fraudulentos, desataron una ola de protestas sin precedentes en la historia de Ucrania. La Unión Europea decidió actuar. Junto con el entonces presidente polaco Aleksandr Kwasniewski, visité la ciudad de Kiev, en calidad de Alto Representante de la Unión Europea, para exigir que se repitieran las elecciones. Así se hizo, y finalmente ganó Yuschenko.
Ministro de Asuntos Exteriores ruso Yevgeny Primakov (centro) se reúne con miembros del Estado Mayor Conjunto en su sala de conferencias, conocida como el tanque, en el Pentágono, 16 de marzo de 1997.
Memorandum de Budapest. 1994
Yevgeny Primakov escoltado por el Secretario de Defensa William S. Cohen, 1997.
PUTIN, HUMILLADO Y OFENDIDO
Putin había sido humillado en su patio trasero. Mas allá de lo que ocurría en Ucrania y el espacio de seguridad postsoviético, Putin estaba descontento con el orden internacional y con el lugar que pasó a ocupar Rusia en ese nuevo orden, tras la caída del bloque soviético. En 2005, Putin declaró que la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX, obviando las dos guerras mundiales del siglo pasado, fue la disolución de la Unión Soviética. Tras esta primera declaración de su descontento, el estallido verbal de Putin vendría en la Conferencia de Seguridad de Múnich de 2007, en la que Putin expresaba este descontento con la unipolaridad del orden internacional muy claramente: “El mundo unipolar no solo es inaceptable, sino insostenible”.
La OTAN y su ampliación nunca fue interpretada por Putin como parte del fortalecimiento de la arquitectura de seguridad europea, para la cual Rusia tenía un interés geoestratégico. Putin, cada vez era más evidente, percibía las relaciones internacionales como un juego de suma cero. En la medida en que se ampliaba la OTAN, y los vecinos de Rusia se sentían más seguros, Rusia perdía en estatus geopolítico, en autoestima, como la denominaría Putin. Otro punto de inflexión en las relaciones entre Putin y Occidente fue la política de puertas abiertas de la OTAN. En la Cumbre de Bucarest de abril del 2008, la OTAN invitaba a Georgia y a Ucrania a formar parte de la Alianza. Aunque la aprobación de todos los miembros de la OTAN ante la entrada de estos países era improbable, para Putin, esta fue la gota que colmó el vaso.
Apenas cuatro meses después de la Cumbre de Bucarest, Putin invade Georgia. En paralelo, no podemos olvidarnos del ascenso imparable de China, un actor que ha cobrado especial relevancia desde la invasión de Ucrania. Un día después de la invasión, se daba inicio a los Juegos Olímpicos de Pekín, la gran puesta en escena de una China que cada vez más se perfilaba como un actor de alcance global.
En tan solo unos pocos días, con la mediación de la Unión Europea y de Francia, se logró llegar a un primer alto el fuego y acuerdo de paz entre Rusia y Georgia, el Acuerdo de los Seis Puntos. En base a ese acuerdo, la Unión Europea se dispuso a implementarlo de forma activa con la creación de la Misión de Supervisión de la Unión Europea en Georgia (EUMM Georgia), una operación de paz desarmada que ha situado el diálogo entre las autoridades georgianas y de las repúblicas escindidas de Abjasia y Osetia del Sur en el centro de su plan de acción.
11 de septiembre de 2001.
LA INVASIÓN DE UCRANIA NO ES COSA DE UN DÍA NI DE UNA SOLA CAUSA. (Y CHINA MUEVE FICHA)
Las causas de la invasión rusa de Ucrania son de una naturaleza multidimensional. Además de ser un problema político y de seguridad, en sentido clásico, el conflicto de Ucrania tiene una dimensión económica. Tres años después de las elecciones presidenciales ucranianas de 2004, se empieza a negociar el Acuerdo de Asociación Unión Europea-Ucrania. El Acuerdo de Asociación firmado entre Ucrania y la Unión Europea fue rechazado por Víktor Yanukovich, el entonces presidente de Ucrania, bajo la atenta mirada de Vladimir Putin. Esa negativa desencadenaría el Euromaidán en febrero de 2014, el movimiento ciudadano que finalmente depuso a Yanukovich del poder. El proyecto europeo atraía a los ucranianos, pero Rusia, que seguía pensando que tenía un derecho histórico sobre Ucrania, no aceptaba la independencia de las exrepúblicas soviéticas.
Las protestas del Euromaidán y el apoyo occidental a Ucrania desataron la reacción del Kremlin. Putin decide anexionarse Crimea, tras la celebración de un referéndum con nulas garantías desde el punto de vista del derecho internacional. Este movimiento respondía a consideraciones políticas, pero la anexión de Crimea tenía también como causa el sentimiento nacionalista ruso hacia la región. Putin dejó claro en su discurso de anexión que Crimea es una “parte inalienable” de Rusia.
El alejamiento entre Rusia y Occidente era ya definitivo. La visita de Putin a China a principios de febrero de este mismo año no era una mera visita institucional, que se daba en el marco de los Juegos de Invierno de Pekín. Era la antesala de una posible connivencia estratégica entre China y Rusia. En ese encuentro se firma un comunicado conjunto entre Rusia y China, que da ciertas pistas sobre la visión de la gobernanza global que albergan ambos países. En el comunicado conjunto entre China y Rusia la idea de esferas de influencia como elemento de estabilidad, que parecía cosa del pasado, vuelve a aparecer: ‘Rusia y China se oponen a los intentos por fuerzas
externas de socavar la seguridad y la estabilidad en sus regiones adyacentes’. Sin embargo, el léxico del comunicado no es del todo distante al utilizado por el mundo occidental para describir los principios rectores de la gobernanza global. La palabra democracia o democrático aparece unas veinte veces, y otros términos clave, como multilateralismo, tienen una presencia en el texto no menos desdeñable.
UN PANORAMA INTRINCADO
Ocho años después de esa anexión, Putin no tendría suficiente. El 24 de febrero de 2022, Putin invade Ucrania. La invasión de Ucrania por parte de Rusia se ha demostrado un fracaso militar en toda regla. Hasta ahora, Rusia ha perdido en combate a once de sus generales, según fuentes ucranianas. Aunque sea difícil aseverar la validez de estas cifras, estas no se habían visto en el ejército ruso desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La guerra de Ucrania es también un fracaso global. Tras el shock que supuso la pandemia global, el mundo se enfrenta a cambios dolorosos como la subida del precio de la energía, la inflación, o la inseguridad alimentaria.
La que he contado es una historia corta, pero con profundas consecuencias para el futuro del planeta. Dibuja un panorama desolador para la gobernanza global, que verá cómo la inestabilidad global dificulta el avance en temas tan importantes para la agenda global como el cambio climático o la salud global. Nunca en nuestra historia la cooperación había sido tan necesaria, ni las instituciones para facilitarla habían estado tan ausentes.
* Javier Solana es Presidente de EsadeGeo – Centro de Economía Global y Geopolítica (Barcelona-Madrid). Fue Secretario General de la OTAN de 1995 a 1999, y Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) de la UE de 1999 a 2009. Anteriormente, ocupó varios cargos ministeriales en el gobierno español, entre ellos el de Ministro de Asuntos Exteriores, Ministro de Educación y Ciencia y Ministro de Cultura. En la actualidad, Presidente del Real Patronato del Museo del Prado y Presidente del Comité Científico de la Fundacion La Caixa.
Invasión rusa.