Crónica 1. Domingo-Lunes, 21-22 de Julio de 2019
Los ecos de la antigua civilización persa y de los mercaderes que antaño recorrían la Ruta de la Seda han resonado en mi inquieta mente desde hace mucho tiempo. Y ahora, por fin, tengo la ocasión de adentrarme en esta magnífica cultura y de descubrir un lugar mágico, gracias a la oportunidad que siempre me brindan las montañas. Gracias a ellas se conocen lugares maravillosos, gentes increíbles y también uno se conoce un poco más a sí mismo. Es algo irresistible, y sus cantos de sirena son la mejor melodía para mis oídos, ávidos de aventuras. El Damavand es ahora ese faro que me guía hacia una tierra que seguro me brindará sus mejores galas. Con mucha ilusión emprendo un nuevo y deseado viaje, esta vez en compañía de mi amigo Carlos Agüero, con quien me une el amor a las montañas. Seguro que viviremos momentos únicos y mágicos.

Nos juntamos en el aeropuerto de Barajas a media tarde, y facturamos sin problemas los dos grandes petates cargados de material e ilusiones. A las 22:30 iniciamos nuestro periplo en un vuelo inicial hacia Doha, la capital de Catar. Serán 7 horas de vuelo, que se pasan rápido viendo alguna película y echando una pequeña cabezada. Llegamos a Doha a las 6:25 de la mañana, hora local, y nos recibe un calor bochornoso de 34ºC. Tenemos apenas 1:30 horas de escala para coger el siguiente avión que nos llevará a nuestro destino final, Teherán.

Recorremos rápidos los pasillos llenos de viajeros, y llegamos sin problemas al embarque. El nuevo vuelo pasa rápido y en apenas 2:30 horas, a las 12:00, hora local, llegamos a Teherán, capital de Irán. Allí nos está esperando Mehdi, un taxista que hemos contratado para que nos lleve hoy hasta el pueblo de Polour, situado en la base del Damavand. Lo primero que hacemos es cambiar dinero en el aeropuerto. El cambio a euros de la moneda iraní, el rial, es 1 euro:136.000 riales.

Cambiamos 100 euros y en un periquete nos convertimos en millonarios. ¡Así da gusto viajar, con unos fajos de billetes que no hay donde meterlos! En Irán nuestras tarjetas de crédito no funcionan y por ello todo hay que pagarlo en metálico. Es el precio que hay pagar por el hermetismo y aislamiento del país.

Antes de ir directos a Polour tenemos que acercarnos al centro de Teherán a comprar bombonas de gas para poder cocinar en la montaña. El caos es tremendo en esta enorme ciudad, de 12 millones de habitantes, sin un orden fijo en las prioridades de circulación. Vemos cómo la gente cruza las calles aún a riesgo de ser atropellados, o cómo las numerosas motos se cruzan delante de los coches sin pensarlo. Aún así, Mehdi se maneja como pez en el agua. Compramos 2 bombonas de gas y aprovechamos para cambiar otros 100 euros. Con esto nos apañaremos durante estos días en la montaña.

En Polour, a los pies del Damavand

Reemprendemos la marcha y por fin nos dirigimos a Polour, que dista unos 70 km de Teherán. Nos sorprende lo avanzado del país, con carreteras en buen estado. Salimos de la ciudad con muchas ganas, a pesar del largo día. Atravesamos una amplia meseta, al pie de los Montes Alborz, que quedan a nuestra izquierda, y cruzamos pequeñas ciudades donde sobresalen grandes bloques de pisos, que destacan sobre el horizonte de color marrón de las montañas.

A las 16:00 llegamos al pequeño pueblo de Polour, que es el punto de partida para iniciar la ascensión al Damavand. Son apenas varias tiendas y restaurantes a ambos lados de la carretera, pero el ambiente es mágico. Desde el pueblo ya se divisa el Damavand imponente sobre nuestras cabezas y a pesar del tiempo nublado nos sentimos dichosos. En Polour paramos en un restaurante a comer, donde disfrutamos de un rico kebab de pollo, tradicional, sobre una alfombra persa. Tras reponer energías, compramos en una de las pequeñas tiendas de ultramarinos algo de fruta, pan y galletas para los desayunos en la montaña y Mehdi nos acerca al Refugio Polour, en las afueras de Polour, a 2.227 metros. Es un enorme edificio de la federación de montaña iraní, donde se controla el acceso al Damavand, y aquí pagamos religiosamente los 45 euros del permiso de ascensión. Descargamos los pesados petates y las mochilas y tras hacer los necesarios trámites nos dan una habitación de 3 literas para nosotros dos solos, donde pasaremos la noche de hoy. Luego nos despedimos de Mehdi, un gran tipo, que es un claro ejemplo que representa la gran amabilidad y hospitalidad de los iraníes.

Desde el Refugio Polour divisamos con los ojos abiertos nuestro objetivo, que se eleva imponente casi 3.500 metros sobre nuestras cabezas. El Damavand es una de las montañas más prominentes del mundo, es decir, con mayor desnivel desde su base a la cima, y esperamos poder llegar a su cumbre en apenas 3 días, si las fuerzas y el tiempo nos acompañan. Su visión es espectacular, con la parte superior cubierta de grandes neveros, y con la típica y esbelta forma de un volcán. A pesar de que el tiempo está ligeramente nublado, nada estropea la belleza del entorno.

Estamos un poco cansados después de la paliza de hoy, donde apenas hemos dormido y aprovechamos para echarnos una siesta reparadora que nos sienta de maravilla. Luego organizamos los petates y las mochilas para subir mañana a la montaña, y dejamos algo de material en el refugio.

Ya de noche, sin cenar, el cansancio puede con nosotros y caemos rendidos en la cama, con la duda de si nuestras amigas las chinches decidirán hacernos una visita.