Crónica 3. Miércoles, 24 de Julio de 2019
En montaña es fundamental el ir acostumbrándose progresivamente a la altura, algo a lo que llamamos aclimatación. Sin embargo, ayer nos saltamos a la torera los manuales “montañeros” y subimos del tirón 2.000 metros en un solo día, desde los 2.227 m hasta los 4.250 m del Campo 3. Como no podía ser de otra forma he pasado una mala noche, con dolor de cabeza y no he dormido especialmente bien. Es el peaje que hemos pagado por la jornada de ayer.
Las primeras luces del alba tiñen de color la lona de nuestra tienda sobre las 6:00. Abro los ojos, y sigue ese tum-tum constante sobre mi cabeza. Me tomo una aspirina y continúo tumbado, consiguiendo echar una cabezada más. Duermo unas 2 horas más y, alrededor de las 8:00 nos despertamos y nos ponemos a preparar el desayuno. El infernillo hierve el agua con rapidez y nos tomamos té y café que sientan de maravilla, junto a algunas galletas y fruta. Tranquilamente, sin prisa, preparamos la ropa y botas con las que subiremos y organizamos las mochilas con todo lo necesario para llevar; agua, comida, ropa,etc. La idea de hoy es subir hasta alrededor de 4.800 metros para aclimatar y así estar preparados para intentar la cumbre al día siguiente.
El día amanece de nuevo nublado, con algunos rayos de sol que consiguen atravesar las nubes. Sin embargo, no hace mucho frío, con unos 10ºC en el campamento. A las 10:00 iniciamos la ascensión. El camino de subida se encuentra entre el refugio y el edificio de los baños, y lo encontramos sin pérdida. Es un sendero muy bien marcado que discurre por una amplia ladera pedregosa. Los primeros pasos cuestan, pero enseguida pillamos el ritmo y ascendemos sin problemas, yendo paso a paso, sin apenas pausas. Vamos haciendo zig-zags por la amplia ladera, mientras charlamos entre nosotros disfrutando del entorno. La cima del Damavand se ve muy lejana, y la inmensa mole de la montaña la tenemos justo sobre nuestras cabezas. En apenas 1 hora alcanzamos el final de la ladera, y llegamos a un collado a 4.500 metros. Aquí paramos un rato a descansar, pues apenas hemos parado anteriormente, y aprovechamos para comer y beber algo.
Tras el collado la ruta transcurre por una amplia arista pedregosa que sube directamente en vertical y separa la cara sur de la montaña en dos laderas, con grandes neveros a los lados. El camino sigue estando bien marcado, y subimos sorteando las numerosas rocas mientras vamos ganando altura progresivamente. Nos sentimos fuertes y con ánimos seguimos hacia arriba, mientras contentos disfrutamos del magnífico paisaje, con el Damavand encima nuestra y con una vista espectacular hacia abajo, donde el refugio se ve ya muy pequeño. A nuestras espaldas, la increíble cordillera que se encuentra justo enfrente del Damavand da un toque mágico al entorno. Somos libres entre la inmensidad y nos sentimos dichosos por adentrarnos en tan bellos parajes. Nos encontramos con varios montañeros de Irán que bajan de la cumbre. Intercambiamos con ellos algunas palabras, les felicitamos y nos desean suerte para mañana. Los iraníes son gente muy amable y hospitalaria, algo que se magnifica en la montaña.
A las 12:00 alcanzamos los 4.800 metros y paramos a descansar en unas rocas, en medio de la arista, a resguardo del viento. Hemos subido 600 metros de desnivel en apenas 2 horas. Es el punto que nos habíamos fijado para llegar como parte de la aclimatación y aquí pasaremos 1 hora de descanso antes de bajar al campamento. Nos encontramos con una guía de montaña iraní (Zara) y una chica de Canadá, que también están aclimatando. Descansamos entre las rocas, mientras disfrutamos de las imponentes vistas hacia el valle, y aprovechamos para hidratarnos y comer. Tras 1 hora iniciamos la bajada, deshaciendo el camino ascendido de forma rápida, y en apenas 1 hora ya estamos de vuelta al campamento.
La tarde la dedicaremos a descansar para estar mañana en plenas facultades para intentar la cumbre. Nada más llegar estiramos los músculos y preparamos una sopa calentita que sienta de maravilla, junto a fiambre que nos hemos traído de casa. Posteriormente descansamos en la tienda echándonos una siesta reparadora. La tarde pasa rápido con una visita al refugio que aprovechamos para hablar con gente, leer o cargar baterías. Poco a poco va atardeciendo y nos vamos hacia la tienda a prepararnos la cena, tortellinis con atún y tomate, que son ideales para reponer energías. Tras preparar las mochilas para el día de mañana, nos metemos en los sacos de dormir sobre las 21:00. Toca descansar que mañana será un día duro, que esperamos nos conduzca hasta la cima del volcán más alto de Asia.
Juan y Carlos, en vísperas de hacer realidad un nuevo sueño.