Texto: Josefina Gómez Mendoza

Boletín 66 – Sociedad Geográfica Española

La ciudad. Las ciudades.

Nuestra autora, geógrafa, académica, catedrática emérita, nos proporciona en este texto un análisis de las transformaciones de los núcleos urbanos de China, el crecimiento espectacular de las ciudades, las nuevas aglomeraciones polinucleares, los cambios del régimen del suelo. Fenómenos que se dan en un país donde la población urbana representa, en datos del pasado año, el 60 % del total.

 DE 1984 A 2012: UN ANTES Y UN DESPUÉS

 He estado dos veces en China con un intervalo de casi treinta años: en 1984, como rectora de la UAM, formando parte de una delegación universitaria encabezada por la Secretaria de Estado de Universidades, y como turista en 2012. La China de los primeros años ochenta era la postmaoísta de la primera etapa de Den Xiaoping, al que se conoce como Arquitecto General de la Reforma y Apertura de China, en la que, más allá de abjurar de la Revolución cultural, se había condenado ya, de palabra y de hecho, a la llamada Banda de los Cuatro, de la que formaba parte la mujer de Mao. Recuerdo que nuestros acompañantes oficiales no ser recataban en las críticas a la Banda e incluso, en algún lugar, nos mostraron las efigies de ellos dispuestas allí para que se pudiera escupir sobre ellas. Era el país que había iniciado sus “cuatro modernizaciones” (agricultura, industria, enseñanza y ciencia y defensa), de las que lo más visible para nosotros era, desde luego, la transformación urbanística, de modo que en los nuevos paisajes predominaban bloques de casas en construcción y el ruido de fondo de la circulación de millones de bicicletas. Tantos bloques estaban a medio construir y en condiciones tan precarias que uno de los miembros de nuestra delegación solía bromear con que el país se encontraba en las “cuatro Modernizaciones y la primera Moratalización”. De hecho, aquellas vistas de bloques residenciales de bastante mala calidad nos resultaban familiares.

En 2012, dos años después de la exposición universal de Shanghái, volví allí, y a otras ciudades ya visitadas en la anterior ocasión: a Beijing, Hangzhou, la antigua Cantón, Nanjing. La sensación que me embargó fue de absoluta incredulidad. Me parecía como si yo hubiera conocido ciudades muy anteriores, viejas ciudades compactas en las que se estaban abriendo las grandes vías como del siglo XIX europeo, de límites bastante netos y enormes cinturones agrícolas, para abastecerlas en productos frescos. En las ciudades que vi en mi segunda visita, en las calles y avenidas centrales se alinean edificios altísimos, a veces rascacielos más o menos extravagantes, formando los distritos centrales de negocios. Casi todas las aglomeraciones son polinucleares, con tren de alta velocidad comunicando los distintos núcleos, al menos media docena de autovías de circunvalación, todas atascadas, extensísimas periferias híbridas donde coexisten grandes piezas residenciales de clase baja y media, urbanizaciones cerradas de lujo, infravivienda inmigrante, centros comerciales desmesurados y las gigantescas piezas de los parques industriales y tecnológicos. Apenas nada de agricultura periurbana, si acaso algunos huertos que han quedado diseminados: el campo ha sido expulsado mucho muy lejos. En ese lapso, una sociedad del tamaño de la china se ha desruralizado.

LA DIMENSIÓN DESCOMUNAL DE LA URBANIZACIÓN CHINA

Hasta hace unos años era habitual en la literatura académica sostener que las ciudades chinas estaban evolucionando hacia el modelo occidental, o con más exactitud, hacia el modelo de la ciudad norteamericana. Quizá la presencia de rascacielos de fachadas de muro cortina de vidrio puede alentar esta idea, pero a medida que pasan los años y que el ritmo de la urbanización y el tamaño de las ciudades se hacen más apabullantes, la comparación es menos sostenible. También es cierto que hasta hace poco la bibliografía que se manejaba era, sobre todo, de autores occidentales, mientras que ahora las grandes revistas de geografía urbana, como Cities de Hongkong y la británica Urban Studies, compiten en números extraordinarios y artículos sobre las ciudades chinas escritos por autores locales.

La población urbana china representa, con datos de 2019, el 60,6 % de la total, estimándose los residentes urbanos en cerca de 850 millones de personas con un ritmo de crecimiento de más de 1,2 % anual, unos 17 millones el último año. La población rural se ha quedado en 551 millones, con una pérdida en números absolutos de doce millones en 2018. Lo que hace más extraordinarias estas cifras es la velocidad del crecimiento cuando se las compara con el principio del proceso: en 1949, al proclamarse la República Popular China, apenas residía en ciudades el 10 % de la población; todavía al iniciarse las reformas en los años 80 del siglo pasado la población urbana no pasaba del 17,3 %, y solo en 2010 la población urbana superó a la rural.

El país tiene actualmente 113 áreas urbanas de más de un millón de habitantes, 18 de más de cinco millones, la mayor parte en la franja litoral, en el bajo curso de los grandes ríos, en unos corredores casi ininterrumpidos desde el Gran Canal Chino, Beijing-Hangzhou, a los deltas de Bajo Yangtsé y el clúster de casi una docena de ciudades del Delta del río de las Perlas. Shanghái con 22 millones es la séptima ciudad del mundo, y Beijing se acerca a los 20. Shenzen, hace treinta años una villa de pescadores a la salida del río Perla, frente a Hong Kong, es hoy la megaciudad a cuyo entorno se califica de Silicon Valley china, sede de Huawei y de Tencent, uno de los mayores proveedores de internet del mundo. Todo empezó cuando Den XiaoPing la designó en 1980 Zona Económica Especial, para abrir al mundo la economía china, atraer capital extranjero, liberar suelo, facilitar los negocios y avanzar en ese liberalismo capitalista de estado que practica el gigante asiático.

UNA REALIDAD NUEVA QUE EXIGE NOMBRES NUEVOS

No es absurdo entonces preguntarse si vale para la urbanización china nuestra nomenclatura urbana habitual: desde megalópolis, el concepto sugerido para definir la estructura urbana continua entre Boston y Washington, a conurbación, corredores urbanos, aglomeraciones. Algún estudioso ha propuesto el término de megaregiones urbanas como concepto que mejor describe estos conglomerados, estos racimos o cluster de ciudades. Pero falta trama histórica regional, mientras las redes siguen creciendo por las incorporaciones espectaculares de cantones y de otras ciudades. En el mismo delta de la Perla, Guanzhou y Fusang han crecido tanto que se ha producido una coalescencia entre ambas en una sola aérea de 20 millones; y Dongguan, que está entre Guanzhou y Shenzen, pueden converger con ellas hasta dar lugar a una de las megaciudades mayores del mundo.

De modo que puede que hayan ocurrido en el mundo urbano chino procesos y acontecimientos parecidos a los de las ciudades occidentales: desplazamientos masivos de poblaciones de los centros a las periferias, demoliciones generalizadas, gentrificación, crecimientos incontrolados de las zonas suburbanas, fragmentación, segregación y dispersión urbana. Pero el mismo hecho de esa inmigración rural, medida en cientos de millones de personas, y su consecutiva y acelerada urbanización, basta para alejar la realidad china de los modelos occidentales.

LAS HERENCIAS URBANAS DEL MAOÍSMO ANTIURBANO

En ese desarrollo urbano tan acelerado subyacen todavía algunos elementos de aquel maoísmo de ideología antiurbana que se apoyaba en ciudades de tamaño medio para industrializarlas. Estaban siempre limitadas en su crecimiento por una muralla invisible constituida por los registros de nacimiento, hukou, rurales. Por extraño que parezca el hukou no se ha derogado aún, solo flexibilizado, de modo que es muy posible que más de doscientos millones de inmigrantes rurales en la ciudad sigan siendo población no urbana, flotante o informal, desprovista de servicios urbanos. Durante los cuarenta años de urbanización, el hukou rural ha sido motivo de segregación y marginalización en las ciudades, aunque muchas han buscado fórmulas intermedias para alojar a los recién llegados, sin que el Estado  interviniera por su interés en incorporar a esas poblaciones al mercado interior. Ni son ni han sido los únicos marginales, pero sí han formado parte de lo que expresivamente se llama “mouse tribes”, gente escondida en viviendas subterráneas, alojamientos invisibles. En la actualidad, y pese a seguir vigente el hukou, la situación ha evolucionado tanto como para que, por lo visto, prevalezca sobre esta estratificación por lugar de nacimiento la segregación por la educación.

En el urbanismo maoísta no había mercado inmobiliario, se derrochaba suelo y uno de los elementos más importantes de organización social y territorial eran los danwei, a la vez unidades de trabajo y de residencia, centros de producción y células de vida comunitaria, que llegaban a constituir verdaderas ciudades dentro de la ciudad. El danwei suministraba vivienda, trabajo, alimento, combustible, sanidad, pensión, etc. Son elocuentes las palabras del premio Nobel de literatura, Gao Xingjian, cuando expresa en su relato autobiográfico El libro del hombre solo, como se sentía en plena Revolución Cultural: “¿No podía huir? ¿Huir adónde? No podía huir del inmenso país, no podía huir del gran edificio de la institución que parecía una colmena en el que se ganaba la vida, que le proporcionaba la autorización para vivir en ciudad y cupones mensuales de cereales, aceite, azúcar, carne, y algodón… era como una abeja protegida por la colmena”.

Al cambiar el régimen del suelo, los danwei supusieron un ingente patrimonio que reconvertir y deslocalizar y con cuyo suelo especular. En 1998 se dieron por terminados los derechos de alojamiento a cargo de las unidades de producción, y las viviendas fueron ofrecidas a precios aceptables antes de entrar en el mercado. Por eso, en la base de muchos desarrollos urbanos se pueden encontrar antiguos danwei como uno de los actores principales de la nueva etapa.

CONTROL DEL ESTADO Y AUTONOMÍA ECONÓMICA REGIONAL

Lo más característico del urbanismo chino es que coexiste un fuerte control del Estado a través del Partido Comunista Chino sobre su desarrollo, con múltiples versiones y adaptaciones locales, sin que exista contradicción entre las políticas centrales de urbanización y los mercados locales. La autoridad del estado es permanente, pero los mecanismos e instrumentos de mercado han sido muy variables según los lugares.

El suelo urbano es todo él de propiedad estatal mientras que el suelo rural pertenece a las comunas, de modo que, al ir desapareciendo estas, abundaron las anexiones por parte de las ciudades. Una de las claves de ese funcionamiento casi federal fue la decisión del PCCh, en 1987, de separar la propiedad de suelo de su uso, de modo que se podían vender o arrendar los derechos de uso sin que la propiedad cambiara. Esa práctica que ha generado una compleja casuística, de la que desde luego no está excluida el doble o triple subarriendo ni el mercado negro, ha enriquecido enormemente a los ayuntamientos de las grandes ciudades, que han podido invertir en gigantescas infraestructuras, y en renovación de los centros urbanos convirtiéndolos en CBD. En cambio, los desarrollos urbanos más caóticos e irregulares se han dado sobre suelos de uso asignado, porque son más incontrolados y obedecen menos al planeamiento. Disueltas las comunas, en principio el suelo rural no se vende en el mercado, pero sí se transfieren derechos de desarrollo.

Se habla mucho para China de neoliberalismo con caracteres chinos, en el paradójico sentido de que la acumulación capitalista no se produciría en beneficio de los capitalistas. Una definición tan general encubre la extraordinaria circulación de capital extranjero y local que genera la urbanización casi siempre con el afán de poner las instalaciones y los servicios a disposición de los usuarios con eficacia, en plazos cortos.

Hasta hace poco ha prevalecido la idea de “primero el crecimiento”, luego ya se atenderá a otras cosas, como mejorar la calidad o el medio ambiente. En los últimos años el discurso está cambiando hacia una perspectiva ecológica y en defensa de un urbanismo verde. Hasta el momento, sin embargo, no ha ido mucho más allá de las vías verdes, de la multiplicación de las “green schools” o de la configuración de un camino chino hacia la ciudad jardín. De sostenibilidad todavía poco.

BEIJING, SHANGHÁI

Cuando visité Beijing en 1984, habían comenzado los desalojos, demoliciones de casas y destrucción de los tejidos urbanos tradicionales, que hoy se han consumado en proporciones que no se pueden entender desde las ciudades europeas, pese a ser en ellas donde se inició esta manera de reformar la ciudad histórica en gran parte por demolición. Como decía Victor Hugo: “Tout a été refait donc défait” (todo ha sido rehecho por tanto deshecho). Han desaparecido de esta manera una gran mayoría de las callejuelas tradicionales o hutong y de las casas de patios, siheyuan, unidas entre sí por galerías cubiertas sobre pilares de madera lacada y con claraboyas, algunas de las cuales se remontaban a hace ocho siglos. Algunos de los hutong han sido reformados y transformados para el turismo.

Al mismo tiempo se inició una ampliación extraordinaria de la ciudad, con deslocalización de fábricas y barrios residenciales, nueva estructura con varios centros, grandes infraestructuras viarias y ferroviarias, localizándose hoy las mayores densidades de población entre los cinturones cuarto y quinto. En las periferias urbanas de Beijing se aprecia más que en otro sitio cómo la segregación social en función de la riqueza tiene más carácter mico que macro. Sigue siendo, por otra parte, una periferia en permanente renovación, con desalojos, derribos y realojos más lejos y muy deprisa. Un caso estudiado es, por ejemplo, el de las comunidades de graduados universitarios de bajos ingresos, “the ants tribus”, las tribus de hormigas, sin que se sepan al final de un traslado siempre más afuera si han mejorado o empeorado. Lo normal es que domicilio y lugar de trabajo estén muy distantes, generando grandes movimientos pendulares diarios y los consiguientes atascos.

La transformación de Shanghái ha sido quizá la más acelerada e impactante de cualquier ciudad del mundo. En apenas veinte años la nueva zona de Pudong en la orilla derecha del río Huangpu ha surgido de la nada, sobre zonas cultivadas hasta el año 1990, generando un skyline del tipo de Manhattan. Obra sin duda de la autonomía fiscal que se concedió a la ciudad en 1988, así como también de la descentralización administrativa y económica de la propia ciudad, permitiendo a sus cantones y distritos que presentaran sus propios proyectos en competencia entre sí, los que hizo posible el vertiginoso crecimiento. La Nueva Área de Pudong, frente a la ciudad histórica, el Bund, actuó como catalizador de la llegada directa de inversiones extranjeras.

En Pudong los rascacielos compiten en altura, esplendor, iluminación, formando un verdadero downtown. Pero, en la otra orilla, en el distrito de Xuhui y adyacentes, la Ciudad Vieja ha resistido la competencia. Mientras se desalojaba y demolía, se extremaban los cuidados para la conservación de algunos enclaves de la ciudad colonial, quizá, para mayor perplejidad, los de la Concesión Francesa y la Zona Internacional, aquellos en donde en la época colonial se colgaban carteles rotulados «No dogs, no Chinese».

De modo que, con sus rascacielos y edificios muy altos de oficinas o de apartamentos, la congestión del tráfico, la coexistencia de varias zonas de centros de negocio, las autovías urbanas a distintas alturas, los cientos de hoteles, ambas ciudades se asemejan a un modelo, que es más el de Hong Kong o Singapur, el de las ciudades de los países árabes del Golfo, que el que se llama occidental. En esta “transición hacia la modernidad” de las ciudades chinas, han desempeñado un papel importante las grandes operaciones urbanísticas para acontecimientos de carácter mundial (los Juegos Olímpicos de Beijing de 2008 y la Expo de Shanghái de 2010) cuyos proyectos y edificios icónicos tienen en buena parte firma occidental, han sido premiados en concursos internacionales y concebidos y ejecutados por grandes nombres de la arquitectura del star system internacional: el británico Richard Rogers, la firma estadounidense SOM (Skidmore, Owings y Merrill) o Sasaki. Por cierto, Albert Speer Jr fue el encargado en 2003 de la Expo de Shanghái 2010, y al mismo tiempo del diseño del Boulevard Olímpico de Beijing 2008. No se puede dejar de comparar el gran eje central que pone en contacto la Ciudad Prohibida con la Ciudad Olímpica con el análogo de Berlín realizado por su padre, arquitecto de Hitler, para los juegos de entonces.

LA FACTORÍA DEL MUNDO ¿Y TAMBIÉN LA CIENCIA Y LA TÉCNICA?

La globalización ha dado lugar a la deslocalización de las industrias desde los países occidentales hacia periferias del mundo que disponían de mano de obra abundante y barata, regímenes fiscales favorables y ninguna restricción ambiental. En estas condiciones, por sus extraordinarias condiciones de capitalismo de estado con firme control social, pero a la vez autonomía de sus macrociudades para competir en el mercado global, China se ha convertido en la fábrica del mundo. Sus ciudades parecen surgir de forma instantánea en un mundo de fábricas inmensas, en las que trabajan y duermen millones de chicas llegadas del campo sin conocer a nadie, sin más relación con el mundo que su móvil, las que describía Leslie Chang en su libro Factory girls.

China es pues ya un país que condiciona el mundo. Lo hemos visto con la reciente crisis de la Covid 19. Baste recordar su elevado nivel de participación en las cadenas de sectores industriales clave, el automovilístico, el farmacéutico, el químico… Su ambición mueve ahora el liderazgo tecnológico. Tal es el sentido que tienen sus megaproyectos como Xiong’an New Area, ese hub que quiere reunir a Beijing con Taijin Hubei, el triángulo que se conoce como Jing-jin-ji. Hay que estar muy atentos a esta nueva transformación.

 

* Universidad Autónoma de Madrid. Miembro de la Real Academia de la Historia. Sobre Leslie Chang y las mujeres llegadas del campo a la ciudad: https://josefinagomezmendoza.com/factory-girls-la-inmigracion-femenina-en-lasciudades-instantaneas-del-sur-de-china/