Texto: Belén Zayas

Boletín 69 – Sociedad Geográfica Española

Fronteras

Al pensar en soberanía, lo hacemos teniendo en cuenta territorios rodeados de fronteras. Sin embargo, la mayor parte del planeta está cubierta por los océanos, cuya propiedad sigue siendo ambigua. Sólo hasta fechas muy recientes (considerando los límites fronterizos en tierra firme y a pesar de algunas propuestas que no llegaron a prosperar), mediado ya el siglo XX, se hizo patente la necesidad de fijar dichos límites en nuestras aguas. Dio comienzo entonces una competición entre las potencias marítimas para repartirse las tierras mejor posicionadas. De allí deriva el conflicto actual sobre una serie de islas que enfrenta a Japón con sus vecinas Corea del Sur, China y Rusia.

En el siglo XVI, en plena conquista y colonización de nuevos territorios a través del océano, en busca de materias primas y mercados más amplios por parte de los principales imperios europeos, corría la idea de que quien controlara el paso entre los océanos podría considerarse dueño del mundo. Siglos más tarde, el historiador y estratega naval estadounidense Alfred Mahan (1840-1914) afirmaba que el propósito más valioso de la proyección del poder marítimo era la expansión comercial. En la actualidad, según datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Transporte (UNCTAD), más del 90% del comercio mundial se transporta por mar. A ello se añade el hecho de que el 63% del petróleo se mueve en barco, según la Agencia de la Energía de EE.UU. No es de extrañar, entonces, que muchas naciones costeras reclamen zonas exclusivas que abarcan 200 millas náuticas desde sus costas (atendiendo al límite de Zonas Económicas Exclusivas propuestas en la Convención de los derechos del Mar de la ONU en 1982).

Aunque en el derecho romano ya existía alguna referencia a la naturaleza jurídica del mar como cosa común que pertenece a todos los vivientes (res communes), y quedaba establecida una cierta libertad marítima, no será hasta el siglo XVII cuando los océanos comiencen a estar sujetos al principio de libertad de los mares (mare liberum), introducido por el jurista neerlandés Hugo Grocio (1583-1645), quien limitaba los derechos y la jurisdicción de las naciones sobre los océanos a la franja de mar que rodea las costas de un país. Y, aunque surgieron corrientes como la propuesta del jurista inglés John Selden (1584-1654), y su mare clausum, que pretendían acotar las aguas de altura, lo cierto es que el resto del mar fue declarado territorio libre y propiedad de todos durante mucho tiempo. Hasta que, a mediados del siglo XX, surgió el ímpetu por extender los derechos nacionales sobre los recursos del mar. Como resultado, las potencias marítimas empezaron la carrera por mantener su poder en las aguas mundiales.

En este sentido, dado que los puertos más importantes del mundo y las principales rutas comerciales marítimas se concentran en la zona Asia-Pacífico, existen en dicha zona algunas áreas reclamadas que son actualmente causa de fricción y escaramuzas navales. Este artículo tratará especialmente sobre tres contenciosos territoriales que tiene Japón con distintos países y su frontera marítima, en concreto, con China, Corea del Sur, y Rusia.

ISLAS SENKAKU/DIAYOU

La superficie total de las ocho islas (Uotsori, Kitakojima, Minamikojim, Kuba, Taisho, Okinokitaiwa, Okinominamiiwa y Tobise) apenas llega a los 7 km² y, de esta extensión, más de la mitad le corresponde a la isla principal, Uotsuri-jim/ Diaoyu Dao (4,31 km²), una isla rocosa flanqueada por un arrecife de coral. Estos territorios insulares, conocidos como Senkaku por los nipones, y Diaoyu por los chinos, y donde no ha habido residentes permanentes, fueron incorporados en 1895 a Japón, al estar deshabitadas y ser consideradas terra nullius (territorio que no pertenecía a ninguna nación). No obstante, parece que los mares que rodean a las islas eran conocidos como zona de pesca por los pescadores del Mar de China Oriental antiguamente, y que tanto el nombre japonés de la isla, “Uotsuri”, como el nombre chino del grupo de islas, “Diaoyu”, utilizan términos que significan “pesca”.

El Gobierno japonés arrendó en aquel momento las islas a un propietario privado, Tatsushiro Koga, quien las administró con fines empresariales hasta su muerte en 1918. Su hijo asumió la herencia, pero en 1940 abandonó el negocio y las islas volvieron a quedar deshabitadas. En la Declaración de El Cairo de diciembre de 1943, los líderes del Reino Unido, Estados Unidos y China pusieron sobre la mesa que Japón debía de ser despojada de todas las islas en el Pacífico que había capturado u ocupado desde el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1914, y que todos los territorios que Japón había arrebatado a China, como Manchuria, Formosa o las islas Pescadores, debían ser devueltos a la República de China. En la Declaración de Potsdam de 1945, Japón aceptó, renunciando a sus derechos sobre los territorios que incluían Taiwán (Formosa) y Corea, al capitular ante las fuerzas Aliadas al final de la Segunda Guerra Mundial.

Durante el período de posguerra, los Estados Unidos administraron toda la prefectura de Okinawa, incluyendo las Senkaku, junto a las islas Amami (parte de la prefectura de Kagoshima), ejerciendo la jurisdicción incluso después de que el Japón de la ocupación recuperase su independencia bajo el Tratado de Paz de San Francisco, de 1951. Al estar las islas Senkaku deshabitadas, fueron utilizadas por el ejército de los Estados Unidos como zona de ensayos balísticos. En 1972, y tras el acuerdo de Reversión de Okinawa entre los Estados Unidos y Japón, los derechos fueron revertidos a Japón.

Para Japón las islas Senkaku son claramente territorio integrante del país, a la luz de los hechos históricos, y sobre la base del derecho internacional. Así como atendiendo a la cartografía histórica, presentando, por ejemplo, un Atlas Mundial de una editorial china de 1958 donde aparecen las islas Senkaku denominadas como tal “Grupo de islas Senkaku” e “islas de Uotsori”, reconociendo así China que forman parte de Okinawa y consideran que en la actualidad no existe ningún conflicto de soberanía territorial a resolver en relación a dichas islas, pues afirman hallarse bajo su control legítimo.

Mapa Isla Senkaku

Mapa con localización de las islas en conflicto

Estas islas son reivindicadas desde finales de los años 1960 por Taiwán, que las vincula con la ciudad de Toucheng en el condado de Yilan. Y, al mismo tiempo, China las reclama como parte de sus pretensiones sobre Taiwán, ya que supondría continuar en la línea de los últimos tiempos: la creación de una cadena de bases y puertos para asegurar sus suministros y controlar a los vecinos, una denominada infraestructura por recurso, o también conocida como la estrategia china llamada del collar de perlas, una de las mayores apuestas de Pekín para alcanzar sus objetivos geopolíticos: el dominio en la zona Asia Pacífico mediante la diversificación de sus rutas comerciales.

A lo largo de los años han sido escenario de múltiples escaramuzas e incidentes navales entre barcos chinos y japoneses. Hechos como los acontecidos en 2007, cuando Japón denuncia la tentativa de desembarco de militantes nacionalistas chinos; o en junio de 2008, cuando un barco de pesca de Taiwán y un barco de la guardia costera de Japón colisionaron, teniendo como consecuencia el hundimiento del barco de Taiwán; o en septiembre de 2010, cuando un barco pesquero chino embiste a dos barcos patrulla japoneses de la Guardia Costera en aguas en disputa cercanas a las islas.

Isla volcánica de Atlasov en las Kuriles.

Administración de la Guardia Costera de Taiwán y la Guardia Costera de Japón durante un enfrentamiento entre los dos en 2012-07-04.

Manifestación antijaponesa en China

Mapa de Dokdo

ISLAS TAKESHIMA/DOKDO

Las islas Takeshima / Dokdo, denominadas así por japoneses y coreanos respectivamente, engloban en un mismo nombre a dos islas principales y unos treinta y tres arrecifes e islotes de origen volcánico. Dichas islas abarcan un área de 73,2 Km2, y se emplazan en el llamado “Mar de Japón”, por los japoneses, o “Mar del Este u Oriental”, por los coreanos. Estos aseguran que la propia denominación como Mar de Japón es una imposición nipona para argumentar que tales islas le pertenecen. Los japoneses, sin embargo, la denominaban como Rocas de Liancourt, nombre empleado por los occidentales, y que estableció en 1849 un barco ballenero francés.

Las islas se encuentran a 88 kilómetros de la isla de Ulleungdo/Utsuryo, perteneciendo a Corea del Sur, y a 158 kilómetros de las islas Oki, el territorio japonés más próximo. Su importancia radica, a pesar de su reducido tamaño, en que pueden considerarse Zonas Económicas Exclusivas, acorde a la ley del Derecho del Mar de 1982 citada anteriormente, y su riqueza se basa en los recursos pesqueros y en hidrocarburos, concretamente en gas metano. A ello se añade una cuestión simbólica y nacionalista.

La denominación de las islas tiene una cierta importancia, dado que ambos contendientes acuden a los mapas de uno y otro para legitimar y defender sus derechos de soberanía sobre estas islas, hecho que también se ha observado anteriormente en el caso de las Senkaku. Corea, además, defiende sus derechos a partir de crónicas y obras coreanas que afirman que las Takeshima/Dokdo son territorio coreano desde época del reinado de Silla (512 d. C). También aportan documentos históricos japoneses, por ejemplo, el Inshu-Shicho Gakki de 1667, donde un funcionario japonés del distrito de Shimane reconoce a Takeshima como territorio coreano y señala que: “ambas islas (Ulleungdo y Dokdo) están deshabitadas y desde allí la vista de Goryeo se asemeja a la de Onshu (isla de Oki) divisada desde Unshu, actual región oriental de la Prefectura de Shimane” El origen del conflicto se sitúa en el año 1905, fecha en que el consejo de ministros decide incorporar al imperio japonés las mencionadas islas, argumentando el carácter de terrus nullius, algo similar a lo que anteriormente se ha señalado en las Islas Senkaku.

Entre 1945 y 1952 fueron ocupadas por Estados Unidos y, tras finalizar la guerra, Japón queda bajo mandato estadounidense. Previamente, Corea reclama en 1948 las Islas Dokdo y en abril de 1952 el presidente surcoreano Syngman Rhee establece los límites del territorio coreano, incluyendo las islas Takeshima/ Dokdo. Algo que para el Ministerio de Asuntos Exteriores japonés contravenía al Derecho Internacional. En julio de 1952, en un Comité conjunto de Japón-EEUU, se designa como campo de tiro del ejército estadounidense la Isla de Takeshima, dando por hecho que las islas pertenecían a Japón, ya que en ninguno de los veintisiete artículos de que consta el Tratado de San Francisco se incluyen las islas Dokdo/Takeshima. Además, en 1910, cuando Japón anexiona a Corea, las islas ya eran japonesas, por tanto, el territorio coreano que debió restituir Japón tras la segunda guerra mundial era el comprendido en la citada anexión de 1910.

Según el Ministerio de Asuntos Exteriores de Corea del Sur, tanto desde el punto de vista histórico como geográfico, y de conformidad con el Derecho Internacional, Dokdo, aseguran, es territorio inherente a Corea. No existe disputa territorial sobre Dokdo, y no puede ser objeto de negociaciones diplomáticas o soluciones judiciales. El gobierno coreano ejerce firme soberanía territorial sobre Dokdo y responde con determinación y firmeza ante cualquier provocación sobre Dokdo, y asegura mantendrá la soberanía sobre ella por lo que desde 1953 sitúan un contingente permanente de guardacostas en la isla, llegando incluso a producirse algún ataque a patrulleras japonesas.

Tras fracasados acuerdos y propuestas desde 1954, como el arbitraje internacional que propone Japón a Corea del Sur, y la negativa de esta ha habido algún acercamiento para establecer relaciones amistosas y aunque desde el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón afirman buscar una respuesta de conformidad con el Derecho Internacional y de una manera calmada y pacífica, lo cierto es que no parece haber en un corto plazo una solución al conflicto.

TERRITORIOS DEL NORTE/ISLAS KURILES

Por lo que respecta a las Kuriles o los Territorios del Norte, a diferencia de los casos anteriores, estas se encuentran habitadas (unos 17.000 ciudadanos rusos), y, además, existen numerosos documentos públicos y acuerdos bilaterales entre Rusia y Japón.

Las islas Kuriles, también denominadas como islas Curiles (en ruso: Кури́льскиеострова, Kurilskie ostrova), son un archipiélago de cincuenta y seis islas, en su mayoría volcánicas, además de una docena de islotes y peñones menores que se extiende unos 1300 kms. en dirección nordeste desde Hokkaido, en Japón, hasta la península de Kamchatka, separando el mar de Ojotsk del océano Pacífico Norte. Administrativamente, el archipiélago forma parte del óblast de Sajalín de la Federación de Rusia.

Las islas Kuriles fueron habitadas por los ainus, grupo étnico indígena, desde tiempo inmemorial, aprovechando su gran riqueza pesquera, especialmente en salmones, hasta que fueron expulsados por los rusos en el siglo XVIII. Mientras que en fuentes rusas las islas se mencionan por primera vez en 1646, la primera información detallada sobre ellas fue proporcionada por el explorador Vladimir Atlasov en 1697.

Mapa de las islas Kuriles

En el siglo XVIII y principios del XIX, las islas Kuriles fueron exploradas con mayor intensidad. Japón se quedó con las islas en 1875 (Tratado de San Petersburgo) a cambio de ceder la isla de Sajalín a Rusia. Rusia las capturó tras la Segunda Guerra Mundial (Tratado de San Francisco) y fueron anexionadas a la URSS, pero Japón mantiene su reivindicación sobre las islas más meridionales: Etorofu, Kunashiri, Shikotan, y las Habomai, conocidas en Japón como Territorios del Norte (北方領土 Hoppo Ryodo) y en ruso, islas Jabomai, Shikotan, Kunashir e Iturup. Rusia entiende que estos territorios forman parte de las islas Kuriles y así denomina a este conflicto, pero Japón sostiene que las cuatro islas, en realidad, quedarían fuera de las Kuriles.

En las islas Kuriles las dificultades en las comunicaciones y la falta de infraestructuras dificultan el desarrollo económico. No obstante, las islas poseen importantes recursos naturales, en especial pesqueros, un sector en auge desde 2007. Además, se añade su valor geoestratégico: por un lado, las islas Kuriles podrían jugar un papel decisivo en el desarrollo de la cada vez más importante ruta comercial que une Europa con Asia a través del Ártico. Y, por otro, un papel defensivo, al controlar el acceso al mar de Ojotsk y dar acceso sin restricciones a la flota rusa hacia el Pacífico. En este sentido, el Gobierno ruso ha procedido a aumentar y modernizar los efectivos desplegados en las islas Kuriles, en especial los sistemas antiaéreos y antibuque.

La posición de Japón es que, de confirmarse la atribución de los Territorios del Norte a Japón, respetaría los derechos e intereses de los actuales residentes rusos de las islas, aunque las posibles soluciones al conflicto dentro de la vía diplomática no han tenido gran éxito, y un tratado de paz en un futuro cercano parece poco probable. Finalmente, la opinión pública en ambos países no parece predispuesta a una negociación que implique una pérdida territorial.

Podría decirse que los conflictos de Japón en estas islas se encuentran sin resolver, y, aunque proclamen en todos los casos su intención de mantener la paz y la estabilidad en las regiones implicadas, se trata de una tarea muy difícil. Al ser una zona que comprende territorios situados en las principales rutas marítimas comerciales, o en lugares geoestratégicos por la presencia y cercanía de recursos pesqueros o hidrocarburos, todos los estados de la región lucharán por extender el límite de sus fronteras marítimas y de las Zonas Económicas Exclusivas.

Escuela en la ciudad de Hokkaido, en Shibetsu