Hace más de 30.000 años los glaciares del Pirineo alcanzaron su máxima extensión con espesores medios de 500 metros. El retroceso del hielo se dio de manera discontinua durante miles de años. A partir de finales del siglo XIX, sin embargo, la deglaciación ha sido constante y tenaz. Y para los próximos años se prevé una imparable pérdida de los hielos.
Durante la última glaciación las grandes cordilleras y montañas de la Tierra estaban completamente cubiertas por el hielo. Pirineos no fue una excepción. Resulta fascinante pensar que, hace apenas unos miles de años, nuestro Pirineo presentaba el aspecto que hoy caracteriza a montañas tan lejanas como las de Alaska o el Himalaya: potentes glaciares de decenas de kilómetros, laberintos de morrenas centrales y solo las cumbres más altas asomando por el hielo. Las formas del relieve que caracterizan hoy el Pirineo –las afiladas aristas, los valles en artesa o los numerosos ibones- son el resultado de la acción erosiva del hielo durante las diferentes glaciaciones del Pleistoceno (periodo de 2,5 millones de años que abarca las últimas eras frías). Ahora bien, esta pequeña introducción nos plantea una serie de cuestiones que intentaremos responder a lo largo de este escrito: ¿Cómo fue exactamente la última glaciación en el Pirineo?, ¿Qué alcance tuvo?, ¿Son los actuales glaciares del Pirineo remanentes del hielo de aquellas épocas gélidas pasadas? Y por último, y más relevante para nosotros, ¿Cómo son los actuales glaciares del Pirineo y cómo serán en el futuro?
UN INMENSO CAMPO DE HIELO
Tal y como hemos mencionado más arriba, el paisaje del Pirineo durante el momento culminante de la última glaciación distaba mucho del actual. El frío intenso fue responsable del descenso de la línea de nieves perpetuas –casi 1.000 m. por debajo de la actual-, y de grandes nevadas que, a medida que se acumulaban y compactaban en las partes más altas, iban formando espectaculares plataformas de hielo, de las que salían numerosas lenguas de hielo aprovechando los valles existentes, descendiendo, en la mayor parte de los casos, hasta cotas entorno a los 800 m. sobre el nivel del mar. Gracias a la presencia de grandes acumulaciones de sedimentos de origen glaciar -llamados morrenas terminales-, los científicos podemos reconstruir la longitud de estos aparatos. Algunos glaciares del lado francés superaban los 60 Km de longitud, meridional llegaban a los 35, e incluso 50 Km, como en algunos valles del Pirineo catalán. La potencia del hielo era igualmente impresionante, con espesores medios de 500 m., y excepcionalmente 900 m. en las zonas más favorables. En suma, visto desde el espacio, el Pirineo presentaba un campo de hielo, más o menos continuo, de 250 Km de oeste a este, por unos 50 Km de norte a sur.
GLACIACIONES MUY TEMPRANAS
Pese a las numerosas investigaciones realizadas hasta la fecha, existen discrepancias sobre las cronologías de la máxima extensión glaciar pirenaica. En efecto, las relativamente recientes dataciones parecen señalar que, sobre todo en la zona central del Pirineo, el hielo alcanzó su máxima extensión mucho antes que en la mayoría de montañas del planeta, e incluso el resto de la Península Ibérica también. Las diferencias son significativas, si tenemos en cuenta que los glaciares de esta parte del Pirineo alcanzaron su máximo hace más de 30.000 años, mientras que el momento de máximo frío global se alcanzó 10.000 años después. Esto se debería, no a la ausencia de frío, sino de humedad (algunos científicos apuntan al efecto negativo de la congelación del Atlántico Norte y la disminución de las nevadas). Lo que pondría de manifiesto el particular comportamiento de los glaciares pirenaicos ya desde el pasado. Y nos recuerda, que para que se desarrollen glaciares, se necesita además de temperaturas bajas, nevadas copiosas.
UN RETROCESO INTERMITENTE
La deglaciación de la masa de hielo pirenaica no fue continua y homogénea, sino espacial y temporalmente compleja. En efecto, el retroceso del hielo se vio interrumpido en numerosas ocasiones por fases de estabilización, e incluso por avances de las lenguas glaciares de diferente entidad (pero que nunca llegarían a las posiciones de máxima extensión). Como la del Dryas Reciente -hace unos 12.000 años-, un cambio climático abrupto responsable del repentino crecimiento del hielo, y la formación de glaciares rocosos (una masa de hielo y rocas con dinámica propia), de los que aún perdura alguno en nuestra cordillera. Ya en las últimas posiciones frías, los glaciares tenderán a localizarse cerca de las cabeceras glaciares, donde todavía se ubican algunos aparatos activos. Sin embargo, esto no significa que estos sean hielos supervivientes de las eras frías pasadas; diversas investigaciones señalan que durante algunos momentos recientes del Holoceno (los últimos 11.000 años), los glaciares llegaron a desaparecer por completo del Pirineo. Para entender los actuales glaciares pirenaicos, es necesario mencionar el último periodo frío histórico global denominado la Pequeña Edad del Hielo (PEH), que tuvo lugar entre 1550 y 1850 de nuestra era, cuyo alcance en el Pirineo explicaremos.
LA PEQUEÑA EDAD DEL HIELO
Durante la PEH se registraron avances glaciares en las grandes montañas españolas: Sierra Nevada, Cordillera Cantábrica y Pirineos. El descenso de las temperaturas en casi 1ºC fue responsable de la acentuación del carácter de alta montaña en esta cordillera, y del desarrollo de más de una centena de glaciares repartidos en un total de 15 macizos, de los que solo quedan unos pocos en las cumbres más elevadas y ubicaciones más favorables. La extensión del hielo en el fin de la PEH fue de casi 1.800 ha, frente a las menos de 260 ha vigentes de nuestro Pirineo (muy similar a la de la vertiente francesa). Los macizos más importantes, como el de Aneto-Maladeta, o Monte Perdido presentaban ellos solos más hielo -casi 700 ha y 550 ha respectivamente-, que toda la cordillera actualmente. Desde finales del S. XIX hasta 1980, se han extinguido por lo menos 94 glaciares en ambas vertientes, y desde entonces 17 más en el lado español hasta día de hoy. Gracias a la disposición y características de las pequeñas morrenas de la PEH, hemos podido reconstruir la deglaciación histórica de nuestros glaciares pirenaicos, identificando 3 etapas de retroceso reciente:
- Una primera fase de recesión del hielo continua entre 1920 y 1970.
- Desaparición de los glaciares más pequeños desde 1970 hasta mediados de los 80, fase estable en 1989-1990.
- Un rápido retroceso desde 1990 hasta nuestros días, con la desaparición de varios glaciares y la tendencia netamente negativa del resto.
LA SITUACIÓN HOY
En la actualidad, hay 20 glaciares que persisten desde la PEH en todo el Pirineo. Se trata de aparatos de circo, laminados, en nichos estructurales, colgados con forma lenticular, y con pequeñas lenguas incipientes. En la vertiente española tenemos 9 glaciares verdaderos, 3 glaciares rocosos, y 6 heleros –masas de hielo sin dinámica propia-, repartidos de la siguiente manera: -Pirineo Occidental: los de Balaitus y Punta Zarra se han transformado en heleros sin movimiento; el de Infierno aún muestra alguna grieta de tracción en sus partes más elevadas, lo que evidencia su dinámica, aunque cada vez presenta un mayor adelgazamiento del hielo y biselado, tal y como sucede en el glaciar rocoso de Argualas.
- Pirineo Central: en el Macizo de las Tres Sorores, el glaciar de la Soum de Ramond se extinguió hace apenas 15 años; los de la cara sur del Taillón, Gabieto, y Gavarnie se han transformado en heleros o están a punto de hacerlo; mientras que el de Monte Perdido todavía ocupa 36 ha repartidas en dos masas de hielo suspendidas espectacularmente sobre el Circo de Tucarroya; los del Macizo del Viñemal han retrocedido más de 500 m. en apenas 30 años.
- Pirineo Oriental: la pérdida de masa y superficie cubierta por el hielo es la nota predominante en el glaciar de Posets; el glaciar rocoso de los Gemelos parece que mantiene aún las características de hace años. En el Macizo del Aneto vamos a encontrar las masas de hielo más importantes de toda nuestra cordillera: el glaciar de Maladeta presenta una extensión de unas 37 ha., y aún hoy la rimaya que hizo famosa la ascensión al pico del mismo nombre, aunque la regresión de su pequeña lengua terminal y la pérdida de volumen son la nota predominante; mientras que el glaciar del Aneto sigue siendo con sus 80 ha y sus más de 40 m. de potencia el mayor de todo el Pirineo, si bien los dos lóbulos característicos del área inferior no dejan de retroceder año tras año, y la presencia de grietas (que hace no tanto ponían a prueba a los montañeros) es cada vez más escasa; los glaciares de Tem-Pico Posets, glaciar de la Paúl y el rocoso de los Gemelos.
UN FUTURO SIN HIELOS
Hemos visto que los glaciares pirenaicos tienen una rápida respuesta a los cambios climáticos, lo que es debido a su posición latitudinal, influencia mediterránea, y sobre todo a su pequeño tamaño. Pueden desarrollarse y avanzar en un periodo relativamente corto de tiempo, como sucedió en la PEH, pero también retroceder y desaparecer más rápido todavía. Se trata de masas de hielo extremadamente sensibles al incremento de las temperaturas estivales (y no tanto a los inviernos suaves como cabría esperar en un primer momento). Muchos científicos afirman ya que, en el actual contexto de calentamiento global, nuestros glaciares del Pirineo no sobrevivirán mucho tiempo.
Así es, se ha estimado que los glaciares más pequeños desaparecerán en las próximas décadas, si no años, mientras que los más grandes (Aneto, Ossoue -en la vertiente francesa-, Maladeta y Monte Perdido) pasarán a ser apenas heleros a mediados del S XXI. Los glaciares del Pirineo tendrán el mismo fin que los de Picos de Europa o Sierra Nevada tras la PEH, de los que solo queda un recuerdo en forma de hielo enterrado por derrubios. Es en verdad algo triste, porque nuestros hijos y nietos no conocerán un Pirineo tan bello como el que nosotros disfrutamos.