La exploración del Ártico

A finales del siglo XIX la prestigiosa Royal Geographical Society estableció una lista de los grandes retos geográficos por resolver. Cuatro de ellos estaban relacionados con las zonas polares de nuestro planeta, y tres de los mismos con la exploración del Ártico: la travesía del Paso del Nordeste, la travesía del Paso del Noroeste, y la conquista del Polo Norte. Previamente, se habían realizado algunos intentos notables, pero sin éxito, por parte de John Ross en 1818, por Barrow y Parry en 1819, y por Franklin entre 1819 y 1822 bordeando las costas árticas. Fue Franklin precisamente el que realizó el intento más conocido de encontrar el pasaje del Noroeste en 1845, en su legendaria expedición con el Erebus y el Terror. Tras la desaparición de ambos veleros, a partir de 1847 se realizaron numerosas expediciones de rescate. Finalmente, en 1859, se encontraron los esqueletos de todos los tripulantes de la expedición, aunque nunca se hallaron los restos de los barcos.

EL PASO DEL NORDESTE

Muchos años después se alcanzó el primero de los hitos de la exploración del Ártico, cuando Adolf Erik Nordenskjöld (tío de Otto, el legendario explorador de la Antártida) consiguió navegar desde Göteborg hasta Yokohama a bordo del Vega, entre el 4 de julio de 1878 y el 2 de septiembre de 1879, demostrando que tal travesía, considerada como imposible por algunos, podía llevarse a cabo. De hecho, la prioridad otorgada a dicho objetivo naval versus la conquista del Polo Norte, demuestra que los intereses económicos (la posibilidad de alcanzar el Pacífico desde el Atlántico a través del Océano Ártico) jugaron un rol muy importante en la exploración de esta zona del mundo.
Por su parte, el mítico explorador noruego Fridtjof Nansen fue el primero en plantearse seriamente alcanzar el Polo Norte. De hecho, en 1893 partió de Bergen en el Fram, en un primer intento de aproximarse al mismo. Merece la pena remarcar el papel del pequeño buque en la exploración polar, ya que, al margen de la expedición de Nansen, fue el utilizado por Amundsen en la expedición que le permitió la conquista del Polo Sur. Después de 18 meses, y con el Fram atrapado por los hielos, Nansen desembarcó con su compañero Johansen en un intento de alcanzar esquiando el Polo Norte.
Las durísimas condiciones les obligaron a ir sacrificando a buena parte de sus perros con la finalidad de alimentar a los otros. Tras alcanzar un récord norte optaron por regresar uniendo sus dos kayaks y dotándolas de una vela rudimentaria, con la que intentaron llegar a Spitbergen En una de sus paradas en tierra firme se encontraron de forma asombrosa con el explorador inglés Jackson que los daba, como todo el mundo, por muertos.

EL ENIGMA DEL ÁRTICO

Una de las cuestiones más debatidas por los geógrafos en la primera parte del siglo XIX consistía en determinar si el Océano Ártico estaba abierto y si en su centro existía un continente cubierto de hielo. La expedición ártica británica de 1875 y 1876, con el Alert al mando del almirante Nares, demostró la existencia de la banquisa, una capa de hielo flotante permanente, que alcanza su máxima extensión durante el invierno. Por su parte, Nansen demostró que el Polo era un mar cubierto de hielos, por lo que muchos exploradores, en particular los vinculados a las organizaciones científicas, desestimaron el interés de alcanzar el Polo Norte. No obstante, algunos aventureros y exploradores se lo plantearon como un reto geográfico en sí, con independencia de su interés científico. Tras la expedición de Nansen, puede considerarse abierto el inicio de la era heroica de la conquista del Polo Norte. El primer intento lo llevó a cabo el aeronauta sueco Salomón Andrée con un globo en 1896, aunque no llegó a despegar. Sin embargo, al año siguiente acompañado por su ingeniero Knut Fraenkel y el fotógrafo Nils Strindberg despegó hacia el Polo. Desafortunadamente no se tuvieron noticias de él hasta 33 años después, cuando un buque noruego encontró un campamento en White Island, en el que se hallaron los diarios de la expedición, cartas, e incluso negativos  fotográficos que pudieron ser revelados. A través de ellos se reconstruyó la historia de la epopeya que les llegó a vagar durante varios meses por el Ártico hasta la base en la que encontraron su final.
Por su parte, este reto no dejó indiferente a Luis Amadeo de Saboya, Duque de los Abruzzos, el gran explorador italiano nacido en el Palacio Real de Madrid, conocido por sus expediciones en África y en el Himalaya  (especialmente en el Johansen, compañero de Nansen en su intento de alcanzar esquiando el Polo Norte.
Ruwenzori y el K2), que intentó la conquista del Polo tras abandonar con Umberto Cagni el buque, y establecer un nuevo récord de latitud norte, quedándose a poco menos de cuatro grados de su objetivo.
Ya en el siglo XX, el mítico conquistador del Polo Sur, Roald Amundsen emprendió el ambicioso proyecto de circunnavegar el paso del Noroeste a bordo del pequeño pesquero Gjoa, consiguiendo su objetivo después de tres duros años de navegación por el Ártico, con lo que la conquista del Polo Norte geográfico quedaba como el último gran reto a superar en la zona ártica.

LA CARRERA HACIA EL POLO NORTE

De hecho, Amundsen, como noruego y gran especialista en la zona, se había planteado seriamente aproximarse al Polo con el Fram y alcanzarlo con trineo de perros.
Sin embargo, cuando estaba a punto de emprender su singladura, le llegaron las confusas noticias de que Peary y Cook revindicaban haber alcanzado el mismo por lo que, sobre la marcha, decidió emprender ruta hacia la Antártida y luchar con el capitán Scott por ser el primero en conquistar el Polo Sur.
Es curioso que la conquista de ambos polos se produjo como resultado de sendas carreras, la que acabamos de citar en el sur y la de Peary y Cook en el norte.
Hay que reconocer sin duda que Robert Peary, un ingeniero de la armada estadounidense y posteriormente almirante de la misma, fue la persona que más se esforzó a lo largo de su vida en conseguir alcanzar la máxima latitud norte de nuestro planeta. Creó el “Peary Arctic Club” cuyos miembros le financiaron hasta 8 expediciones hacia el Polo entre 1886 y 1908. En la última de ellas, a bordo del Roosvelt, amarró en la costa de noroeste de Groenlandia y, acompañado de un grupo de fieles, partió en 1 de marzo de 1909 desde el Cabo Columbia junto con 17 inuits, 19 trineos y 133 perros llegando a poco a más de 2 grados del Polo. En dicho punto el equipo de apoyo regresó y Pear, junto con su fiel ayudante de raza negra, Matthew Henson, y 4 inuits, emprendió la ruta final. El 27 de abril, el grupo regresó triunfante al buque celebrando la conquista del Polo el 6 de abril. Su esposa fue la primera persona en recibir un telegrama de su parte el 5 de septiembre, al llegar a tierra civilizada, en el que le comunicaba su éxito.
Sin embargo, cuatro días antes, el 1 de septiembre el New York Herald había recibido un telegrama de Frederick Cook reclamando su conquista del Polo el 21 de abril de 1908. Cook era un médico americano con gran experiencia en la exploración polar, que había acompañado al propio Peary en Groenlandia, y había sido miembro del equipo de rescate de la primera expedición de la era heroica de la exploración del Polo Sur, la del Bélgica, comandada por Adrien de Gerlache, de la que precisamente Amundsen era el primer oficial.
Cook había llegado en su expedición de 1907-1908 a la aldea inuit de Anoatak, algo al sur del Cabo Columbia, partiendo el 19 de febrero de 1908 hacia el norte acompañado de 11 inuit, 11 trineos y 103 perros. Tras su hipotética conquista del Polo regresó a su base el 15 de abril de 1909. La “conquista” de Cook fue enormemente celebrada
en Estados Unidos hasta el regreso de Peary el 8 de septiembre de 1909, quien negó el logro de Cook, dando comienzo a lo que podríamos denominar una guerra civil entre dos antiguos compañeros y amigos. Nos encontrábamos en una época dorada del periodismo, por lo que la cobertura que dieron los medios a la polémica fue excepcional.
Cook contaba con el apoyo del Herald Tribune, y Peary por su parte con el New York Times, al margen de la poderosa National Geographical Society.
El dirigible que compró Amundsen al ingeniero italiano Nobile, su constructor. A bordo de él consiguieron sobrevolar el Polo.
Por asombroso que pueda parecer, la disputa adquirió dimensiones políticas al máximo nivel, llegando al Congreso de los Estados Unidos de América, que se vio obligado a organizar un debate parlamentario, enormemente áspero, forzándose al final una votación que decidió por 135 votos frente a 34 que Peary había sido el auténtico conquistador del Polo Norte, lo que al margen de reconocimiento y prestigio, le valió el título de Almirante de la Armada. Por supuesto Cook pasó el resto de su vida intentando desmentir tal logro, aunque la opinión pública mayoritaria le dio la espalda.
Se consideró que era muy difícil probar el logro de Cook ante la falta de información precisa de fechas, observaciones astronómicas, etc., pese a que todo el mundo reconoció el enorme mérito de haber sobrevivido catorce meses en el norte helado sin apenas recursos. Peary por su parte, aportó algunas evidencias más detalladas lo que le valió finalmente el triunfo.
A pesar de ello, el tiempo es un juez inexorable, y en estas últimas décadas existe prácticamente un consenso entre los especialistas en que ni uno ni otro alcanzaron verdaderamente el Polo. El análisis con tecnologías modernas de las fotografías de Peary demuestra que no están hechas a 90 grados de latitud norte, y, por otra parte de acuerdo con sus propios datos sobre fechas y distancias, se deduce que en su ataque al Polo alcanzó una velocidad promedio de 71 kilómetros al día, cuando expediciones anteriores de Nansen, Cagni, e incluso Peary en sus anteriores intentos, nunca habían conseguido superar los 15 kilómetros diarios. Parece pues bastante probable que este último se limitara a establecer un nuevo récord norte, pero sin llegar a alcanzar el Polo.

POR TIERRA Y POR AIRE

Calmadas las aguas del debate, el gran Amundsen decidió ser el primero en sobrevolar el Polo Norte, y así, junto con el piloto americano Lincoln Ellsworth, 2 pilotos y 2 mecánicos, partieron el 21 de mayo de 1925 a bordo de dos hidroaviones, consiguiendo a pesar de la avería de uno de los aparatos, y de no sobrevolar el Polo, un éxito de resonancia mundial.
Amundsen no dio su brazo a torcer, y su piloto Riiser Larsen contactó en Italia con el ingeniero Umberto Nobile, que había construido un dirigible, proponiéndole utilizarlo para sobrevolar el Polo. Con la aceptación de Mussolini y el dinero de Ellsworth, Amundsen compró el dirigible que fue rebautizado como Norge. Poco antes de su despegue en Spitsbergen se encontró la desagradable sorpresa de que el comandante norteamericano Richard Byrd partía de inmediato en su avión hacia el Polo, que sobrevoló el 8 de mayo de 1926 tras un épico viaje de más de 15 horas.
Portada y primera página de la traducción al inglés del libro de Nobile, en el que narra sus aventuras a bordo de los dirigibles.
A pesar de ello, el Norge emprendió vuelo el 11 de mayo, y en algo menos de 17 horas igualó la proeza de Byrd. El suceso fue de gran impacto mundial, pero Nobile insistió en volver al Polo en una expedición científica, esta vez a bordo de un dirigible hermano del Norge, el Italia, a pesar de que Mussolini le recordó que no era bueno tentar dos veces al destino. El Italia alcanzó el Polo Norte el 23 de mayo de 1928 sin problemas, pero fue atacado a su regreso por una violenta tempestad y se desplomó sobre el hielo. Milagrosamente una radio sobrevivió al impacto y pudieron comunicar su dramática situación. Tres de sus hombres partieron en busca de ayuda mientras que al recibir su señal seis países enviaron partidas de rescate en 18 barcos, 22 aviones y más de 1500 hombres.
Cuando un grupo de periodistas le comunicó la noticia a Amundsen, este decidió de inmediato partir al rescate de Nobile, aceptando un avión del gobierno francés pilotado por el capitán Guilbaud, que despegó de Tromso el 18 de junio para no volver a ser visto nunca más. Finalmente, un avión sueco consiguió rescatar a Nobile, mientras que, de forma milagrosa, un rompehielos soviético encontró a dos de los hombres de Nobile, (Zappi y Mariano) que fueron acusados, aunque sin pruebas al respecto, de canibalismo con el tercer miembro de su partida.
Con esta expedición puede darse por concluida la era heroica de la exploración del Polo Norte que, a diferencia del Polo Sur, nos deja múltiples incógnitas, ¿a quién podemos considerar el auténtico vencedor del Polo: Peary, Cook, Byrd, Amundsen, …?
El debate seguirá estando abierto pero nadie podrá quitar el honor a quien fue el primero en alcanzarlo a pie y sin un medio de transporte, el legendario explorador británico Wally Herbert en 1968, proeza que no ha vuelto a repetirse con éxito. ?

Juan Corona