500 aniversario de la primera travesía del Pacífico
El 27 de noviembre de 1520 la expedición capitaneada por Magallanes con destino a las Molucas avistaba por fin La Mar del Sur, eso sí tras haber navegado 600 km de un laberíntico estrecho, peleando contra grandes tempestades y escasez de víveres.
La flota doblaba, pues, el que denominaron cabo Deseado. El acontecimiento se celebró con salvas de cañón y Magallanes lloró de alegría, “dando infinitas gracias a Dios que le había dejado hallar lo que tanto deseaba, y que hubiese sido el primero que por aquella parte hubiese hallado el paso tan deseado”, como escribió el cronista Herrera.
En su empeño de llegar a las islas de las especias, y creyendo que estaban cerca, Magallanes inicia la primera travesía de la, entonces, Mar del Sur: 18.000 km de un interminable viaje de tres meses y veinte días hasta llegar a Filipinas. Magallanes no tardó en dar el nombre de mar Pacífico por la ausencia de tormentas y las aguas en calma.
Con motivo de esta efeméride viajera, la SGE dirige la mirada en este 2020 a este lugar del mundo dedicando las tertulias viajeras mensuales a lugares bañados por el Pacífico: historia, viajes actuales, geografías que siguen sorprendiendo, rincones del planeta casi vírgenes, expediciones que estudian el impacto del hombre en sus aguas, e historias de la Historia más que curiosas.
10 de marzo de 2020. “La primera travesía del Pacífico” con Lola Higueras.
Esta gran aventura marítima se inicia el 10 de agosto de 1519, cuando la flota española zarpa del puerto de Sevilla, pero sus finalidades geográficas, económicas y políticas, tienen su origen mucho antes, en la rivalidad de los dos grandes imperios marítimos de la época, España y Portugal, cuya gran ambición era alcanzar las islas Malucas donde se cultivaban las “especias”, más valiosas que el oro en esa época. El reto estaba en dominar estas lejanas islas y controlar el comercio de estos productos naturales.
El viaje a partir del paso del estrecho de Magallanes supuso algo más que un hito histórico: era la primera vez que los europeos atravesaban el Pacífico, y descubrían de verdad su inmensidad, pero a su vez inició una revolución cartográfica y una nueva era para el comercio y globalización mundial.
5 de mayo. “Filipinas: experiencias viajeras en un archipiélago singular ” con José Antonio Rodríguez Esteban y Nacho Puell.
Filipinas, es un archipiélago singular donde se enmascaran los estereotipos del orientalismo. Singular fue su colonización, realizada por España desde otra colonia mediante el Galeón de Manila. Singular es también su adscripción mayoritaria a un catolicismo sentido y fervoroso en medio de la intensidad musulmana de la región. Fue la primera colonia moderna en declarase independiente y sin embargo acabaría forjando el destino imperial de Estados Unidos. Siendo uno de los tres países con más desastres naturales, sus habitantes lo consideran un paraíso y su capital, Manila, fue para los españoles la Perla de Oriente. Situada en el Gran Triángulo de Coral y próxima la línea de Wallace, su clima tropical, atemperado por sus miles de islas, volcanes y cordilleras, presenta una enorme biodiversidad. Con escritores relevantes y una literatura viajera y científica propia, está demandando un nuevo espacio en el imaginario.
Nacho Puell. Con motivo del 500 aniversario de la expedición Magallanes/Elcano, ha estado recorriendo lugares relacionados con la expedición, desde el estrecho de Magallanes en la Patagonia, a las islas de Mactán y Cebú en Filipinas. Escribe en nitroglicerine (http://www.nitroglicerine.com/).
José Antonio Rodríguez Esteban. Profesor del Departamento de Geografía de la UAM, centra sus investigaciones en la cartografía colonial española y singularmente en la evolución territorial del Sáhara Occidental. Es miembro de la Junta directiva de la SGE y del consejo de redacción de su Boletín.
2 de junio. “Las islas de la geografía soñada: Nueva Zelanda” con Raúl Martín.
Si un geógrafo tuviese carta blanca para diseñar un lugar de geografía soñada -con paisajes fantásticos, casi increíbles-, seguramente empezaría por localizarlo en las antípodas del mundo occidental, justo al otro lado del sitio donde habitamos. Luego elegiría un conjunto de islas, defendidas por infinitos y bravos océanos. Ubicadas en el límite de las placas tectónicas, responsables de sus altas montañas y numerosos volcanes. Le daría un clima templado -entre la influencia de las regiones cálidas del norte y del frío de la poderosa Antártida, al sur-, para que existiesen bosques que recuerdan a selvas tropicales, grandes glaciares en las montañas más altas y profundos fiordos en las costas, labrados por el hielo en eras recientes. Aislaría esas islas del resto del mundo durante millones de años, para que todos sus organismos hubiesen evolucionado de forma diferente a la del resto del planeta. Por último, permitiría que el ser humano hubiese llegado a ellas hace apenas mil años -en una aventura marina extraordinaria incluso para nuestros días-, para que desarrollasen en ella una cultura original y casi única. Ese lugar existe. Y se llama Nueva Zelanda.
8 de septiembre. “Papúa Nueva Guinea, un viaje hacia la prehistoria” con Juan Corona.
Papúa Nueva Guinea es uno de los rincones del Planeta que guarda mayor diversidad de tribus indígenas, algunas de las cuales apenas han sido contactadas. Aquí se han localizado en fechas muy recientes los últimos pueblos caníbales de nuestros tiempos. Es tierra de aventuras y de selvas inexploradas en las que muy pocos se atreven a entrar, pero también un entorno frágil y amenazado en el que los últimos pueblos indígenas pasan directamente de la Edad de Piedra al siglo XXI, perdiendo su identidad y muchas veces, sus derechos.
10 de noviembre: “Una vuelta al mundo a vela en 4 años para observar, comprender y cartografiar el estado de los océanos: the ocean mapping expedition” con Michel André.
The Ocean Mapping Expedition ha dedicado cuatro años en dar la vuelta al mundo, tras la estela de Magallanes y Elcano, en una travesía de más de 1.600 días y 76.000 km recorridos, casi el doble de la circunferencia de la Tierra. La expedición, “a lomos” de un velero tradicional ha desarrollado cuatro grandes programas: sobre contaminación por meso y microplásticos, la contaminación sonora de los océanos, el monitoreo de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la superficie del océano y de observación del estado de salud de los corales.
1 de diciembre: “Las últimas playas españolas del Pacífico: en busca de Kapingamarangi” con Lola Escudero.
¿Puede haber un nombre más sugerente para un lugar que Kapingamarangi? Pues su situación y su curiosa historia añaden un poco más de exotismo si cabe a este aislado rincón del mundo.
Este atolón situado al norte de Papúa Nueva Guinea alberga las que han podido ser las últimas playas españolas del Pacífico. En 1537, un galeón español al mando de Hernando de Grijalva que iba de Filipinas a México avistó una serie de atolones en mitad del Pacífico, entre ellos uno al que llamó Pescadores y que se supone es el actual Kapingamarangi, aunque no hay ninguna certeza. No fue hasta 1686 cuando Francisco de Lezcano puso pie en tierra en la actual isla de Yap y llamó al archipiélago islas Carolinas, en honor al rey Carlos II. Las Carolinas siguieron siendo parte –al menos nominalmente- del imperio español durante otros 213 años…
Tras el desastre del 98, España vendió las Carolinas a Alemania por 25 millones de pesetas. De la fugaz presencia española en el Pacífico no se hubiera vuelto a hablar de no haber sido porque en 1948 el historiador español Emilio Pastor, revisando el contrato de venta de las Carolinas a Alemania, se percató de que los redactores habían olvidado poner en el acuerdo cuatro islotes minúsculos, entre ellos Kapingamarangi, que era el más alejado, el más remoto y también el más habitado de los cuatro. Así pues, y si Pastor llevaba razón, Kapingamarangi pudo haber seguido siendo española hasta 1990, cuando la ONU dio por finalizado el fideicomiso sobre todos esos territorios que tenía EEUU desde el final de la II Guerra Mundial.